Espacios industriales. Patrimonio de futuro, de Antonio Alcaraz
Centro del Carmen
C/ Museo, 2. Valencia
Hasta el 20 de marzo
Antonio Alcaraz dice que utiliza la fotografía como medio, pero que él lo que verdaderamente se siente es pintor. De manera que imprime sus fotos en metacrilato y se sirve de ellas, para “poner en valor ciertos edificios industriales” recogidos en esas imágenes. Imágenes que luego inserta en el marco de una obra mayor, realizada con materiales diversos, desde pintura a madera y hierro procedentes de planos de estructura de edificios. El resultado es un conjunto de piezas que desborda los límites del cuadro y cuyo collage pretende hacerse cargo del vasto patrimonio industrial amenazado por el abandono y el desuso.
“Es algo que vengo haciendo desde finales de los años 80”. Esto es, salvaguardar el patrimonio industrial de la Comunidad Valenciana, mediante una obra que funde el arte con la industria. En la exposición recién inaugurada en el Centro del Carmen, Espacios industriales. Patrimonio de futuro, Alcaraz muestra su “labor arqueológica” incluyendo algunos ejemplos de esa iconografía pertenecientes a otros territorios próximos o lejanos (A Coruña, Murcia). Es un modo de comparar edificios, fábricas, altos hornos, chimeneas o puentes de indudable valor arquitectónico que, sin embargo, yacen pasto del olvido.
“Es un patrimonio muy rico que deberíamos mantener”. Su obra pretende llamar la atención de tamaña desidia institucional, sin olvidar que esa huella de lo real recogida en sus fotografías tiene un trasfondo pictórico. Por eso Alcaraz no niega el “carácter reivindicativo” de su trabajo (“las imágenes están ahí”), sino que se vale de ello para ensanchar los límites de esa mirada cautiva, mediante la recreación artística. Y como le parece “poco” reconocer algunos símbolos de lo que queda, es por lo que Antonio Alcaraz equipara industria y arte como fiel reflejo de su labor arqueológica.
“Ya no se construye así”, comenta en relación a esos edificios que, al modo de los dinosaurios, muestran su majestuosidad como si fueran tristes vestigios del pasado. Alcaraz les da “una segunda oportunidad”, al encontrar “otra vida” en el elemento industrial. Y lo hace rompiendo el formato para que esas “piezas irregulares” tengan su justa correspondencia. Si la planta de esos edificios rescatados del olvido “no es regular”, era lógico que desbordara los límites del marco tradicional. “Fuerzo para que se salga”. Y ese forzamiento es el que permite conectar el vasto espacio industrial objeto de su recuperación, con el arte que lo acoge para trasmitirle la vida que van perdiendo esos edificios abandonados.
La fotografía, como bien apuntó Roland Barthes, le permite a Alcaraz llamar la atención acerca de esa huella de lo real que escapa a lo inteligible. Esos edificios fotografiados tuvieron una vida que ahora, dejados a su suerte, languidece. Se asemejan a esos cuerpos inertes en los campos de batalla que únicamente dignifica la memoria. Antonio Alcaraz con su trabajo ofrece esa memoria a los espacios industriales cuyos esqueletos aparecen desperdigados a lo largo y ancho de nuestra geografía. Un patrimonio muerto que revive por obra del arte. Espacios industriales, sin duda ruinosos, cuyo Patrimonio futuro depende de esa segunda oportunidad que Antonio Alcaraz les brinda con su memorioso trabajo.
Salva Torres
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