La ilusión conyugal. Teatro Olympia. Alejo Sauras

#MAKMAEscena
‘La ilusión conyugal’, de Eric Assous
Traducción y dirección: Antonio Hortelano
Con Ángela Cremonte, Alejo Sauras y Álex Barahona
Pentación Espectáculos
Teatro Olympia
San Vicente Mártir 44, València
Hasta el 12 de mayo de 2024

¿Cuán grave es serle infiel a nuestra pareja? Si lo somos, ¿debemos contárselo? ¿Se puede sobrevivir a la mentira? Estas, entre otras, son las preguntas que nos plantea Antonio Hortelano en su versión de ‘La ilusión conyugal’, que sube a escena en el Teatro Olympia de València hasta el 12 de mayo y que promete dejar en el espectador un mar de dudas.

El drama se disfraza de comedia en la traducción de Hortelano del texto original de Eric Assous, dramaturgo francés que fascina al actor-director por su forma de tratar uno de sus temas predilectos: las relaciones de pareja. Esta función, que ya ha sido representada bajo otros nombres, como ‘Los hombres no mienten’, aspira a darle a la historia una nueva vida. Actores, iluminación, decorado y sonido elaboran un engranaje que alcanza “ritmos vertiginosos”, afirmaba Alejo Sauras.

‘La ilusión conyugal’ apela directamente al espectador. Quiere hacerlo partícipe de temas que pueden resultarle tabú, como lo son la infidelidad, las relaciones, los secretos y la hipocresía. Todos forman parte de un juego que pone en cuestión el vínculo de una pareja que se considera moderna, interpretada por Alejo Sauras (Maxi) y Ángela Cremonte (María), y que crispará su aparente felicidad mientras busca una rápida resolución.

Por encima de todo, “lo que les pasa a estos personajes es que se les ha olvidado el vínculo”, explicaba Cremonte. Aquello que inician como pasatiempo se vuelve crueldad, y la crueldad se bifurca en exasperación e indiferencia. Tales emociones van al alimón con la enigmática figura de Enrique (Álex Barahona), amigo del matrimonio que hará entrar en escena la cuestión de los límites de la amistad y se verá contagiado por su juego, que de él pasará a nosotros.

La obra nos plantea, fundamentalmente, la dicotomía entre lo superficial y lo oculto. Vemos a los personajes, vemos su salón, pero no sabemos lo que esconden en realidad, al igual que tampoco tenemos acceso a las partes más recónditas de su mansión. María se mira al espejo y Maxi admira su portada del Times, pero ninguno de ellos es capaz de penetrar en su propio interior ni comprender al que es su compañero de vida.

La “partida de ajedrez”, como la ha definido Hortelano, entre las dos partes del matrimonio se llenará de dudas que trascenderán las planteadas en escena. La culpabilidad y la hipocresía se apoderarán de la mente del espectador a lo largo de los 75 minutos de espectáculo. Una función en la que la novena sinfonía de Beethoven se tornará clave en medio de un juego que delata a lo conyugal como ilusorio, a lo superficial –un número, un nombre– como algo que también puede acabar con nosotros.

Con motivo del estreno de la obra en València, desde MAKMA hemos tenido la oportunidad de conversar con uno de sus intérpretes, Alejo Sauras, a quien llevamos viendo muchos años en nuestros escenarios y pantallas. El actor de ‘Estoy vivo’ se lanza ahora al ambicioso proyecto de ‘La ilusión conyugal’, del que participa como intérprete y productor.

¿Cómo acogiste este proyecto? ¿De qué modo se te presentó la idea de ‘La ilusión conyugal’?

Llevo bastantes años haciendo teatro y tenía ganas de producir, de meterme dentro de lo que es el proyecto entero, no solamente de preparar un personaje y hacerlo. Pensando en eso, me llegó la oportunidad de la mano de Antonio [Hortelano], a quien conozco desde hace muchísimos años, de Jesús Cimarro, productor de la mayoría de las funciones que he hecho en los últimos años, y de mi representante, que también formaba parte de la producción.

Me pasaron el texto, me gustó, me ofrecieron entrar en la producción, que era lo que yo estaba buscando, y dije: “Parece que se junta todo”. A eso se sumaba (y hablo por mí) que, para el desarrollo y el equilibrio de mi oficio, siento la necesidad de alternar e ir cubriendo todas las partes. Venía de hacer una tragedia, ‘Edipo’; anterior a ella había hecho un drama, ‘La cocina’, y el cuerpo me pedía una comedia. Seguramente, después de esto voy a querer algún drama o tragedia. Se juntaban todos los elementos que me gustaban.

Eric Assous es un autor al que también conocía ya; había visto algunas de las funciones de él y, aunque muchas veces no me apasionaba la puesta en escena, el texto sí que me apasionaba. Y de esta función concretamente, aunque la puesta en escena que había visto no es el estilo de teatro que a mí me gusta, el texto sí. Pensé, acertadamente, que Antonio Hortelano iba a saber hacer con este texto una puesta en escena muy diferente; y, efectivamente, lo ha hecho.

Entonces, ha sido algo que realmente necesitabas, pero también te ha supuesto una parte de reto, ¿verdad?

Sí, sí, esto ha sido un reto totalmente. Además, lo que sostiene esta función es el ritmo, que es muy concreto, y yo nunca había hecho una cosa así. La obra está escrita en hora y media –no que haya tardado el autor hora y media en escribirla, sino que las otras versiones que se han representado de esta función duran hora y media–. Nuestra función dura una hora y cuarto. Eso quiere decir que hacemos lo mismo en menos tiempo. Hay momentos en los que el ritmo va voladísimo.

Eso también ayuda a la comedia, supongo.

Sí, sí. Para mí es fundamental. De hecho, cuando veía otras versiones no entendía la comedia, y aquí la entiendo.

Habéis comentado que, en esta función, la comedia es un recurso para la reflexión. ¿Acaso de la mano de un espectador que, tras la representación, vuelve a su casa dando respuesta a las preguntas que planteáis?

Efectivamente, se va a su casa buscando respuesta a esas preguntas. Respuestas no damos. De hecho, nos ha pasado muchas veces que termina la función, salimos y nos encontramos fuera espectadores haciéndonos preguntas.

¿Cómo ha sido el trabajo con el resto de los actores y con Antonio Hortelano?

Muy bueno. Con Álex Barahona ya había trabajado y teníamos muchas ganas de volver a hacerlo en este proyecto, porque trabajamos juntos desde hace muchos años, casi desde adolescentes, y no habíamos vuelto a coincidir en la profesión, con lo pequeñita que es.

A Ángela [Cremonte] la conocía, pero no había trabajado nunca en nada con ella y quería descubrirla un poco como actriz, porque es una gran apuesta en esta función. Y es una apuesta de Antonio, porque Ángela es una actriz dramática –una tremenda actriz dramática– y a muchos directores les pone el coger y decir: “Voy a darle la vuelta a lo que has hecho hasta ahora y vamos a hacer algo completamente nuevo”.

Todos vosotros tenéis ya una dilatada trayectoria. A ti, en particular, ¿qué te ha aportado esta obra personal y profesionalmente?

Bueno, es una pieza más en el puzle de la carrera que estoy desempeñando. Cada personaje, evidentemente, me aporta mucho. Hacer este personaje te obliga a hacerte muchas preguntas sobre ti mismo y sobre el mundo en el que vives, y sobre el tipo de vida que llevamos los seres humanos, que vivimos en la sociedad en que vivimos. Eso, como persona, siempre te aporta porque te obliga a hacerte muchas preguntas.

Como actor también te obliga a meterte en sitios en los que no te meterías de otro modo. Mi personaje [Maxi] es terriblemente machista, aunque seguramente no lo sabe. Es uno de esos personajes, que tantos hay hoy en día, que no saben que son machistas, que creen que son todo lo contrario. Eso a mí, como persona, me ha hecho preguntarme ciertas cosas.

También tengo que decir que me alegro de haberme hecho las preguntas porque me han gustado mucho las respuestas. Creo que estoy más avanzado de lo que yo pensaba seguramente, dentro de mi humildad.

Entonces, sí, aporta mucho; pero todos los personajes, todos los papeles que haces. Cuando una función, una película o una serie están bien escritas y tú tienes un personaje que tiene todos sus lados, como un cuadrado –su lado bueno, malo, oscuro y claro–, te aportan, te hacen crecer como persona y como actor.