#MAKMAEntrevistas I Arturo Valls y Carlos Chamarro
‘Camera café, la película’, de Ernesto Sevilla
Con Arturo Valls, Carlos Chamarro, Ana Milán, Joaquín Reyes, Carolina Cerezuela e Ingrid García Jonsson, entre otros
90′, Coproducción España-Portugal | Pólvora Films, Estela Films, Atresmedia Cine, Movistar+, Café Para Muy Cafeteros, Lacoproductora, Planar, 2021
Cines Kinépolis València
Francisco Tomás y Valiente s/n, Paterna (València)
Estreno en cines: viernes 25 de marzo de 2022
Entrevista realizada por Jose Ramón Alarcón, Merche Medina y Salva Torres
‘Camera Café’, la serie televisiva que triunfó entre 2005 y 2009, con más de 500 capítulos emitidos, salta ahora a la gran pantalla de la mano de Ernesto Sevilla. Lo hace con el elenco al completo, si exceptuamos los casos de César Sarachu –por problemas de agenda, aunque aparece mediante la voz en off de Raúl Pérez– y de Luis Varela.
Arturo Valls y Carlos Chamarro estuvieron en los cines Kinépolis de Valencia, previo al estreno en cines, para hablar de una película que arranca con la música característica de la serie y termina con el ‘Toko toko’, de Dixson Waz. Toda una declaración de intenciones.
“Pensamos desde la producción que la película debía funcionar por sí sola, sin necesidad de haber visto la serie. Entonces, ese primer acto de presentación de los personajes, de conocer su universo para estar ya ahí metido, es el que permite encender la mecha y decir: ‘Senyor pirotècnic, pots començar la mascletá’. Y, a partir de ahí, ya pueden llegar los extraterrestres e ir in crescendo, para estar como en un parque de atracciones en el que vamos subiendo la apuesta. Y la música juega, en este sentido, un papel importante para ese incremento de la acción”, explica Arturo Valls, productor del filme, además de protagonista de ‘Camera Café, la película’.
Como se incrementa la apuesta por un contexto laboral más crispado, más inclinado hacia una competencia feroz entre dos empresas –española y portuguesa, en un guiño de complicidad, ya que la película es una coproducción entre ambos países– que luchan entre sí encarnizadamente. La pausa del café se convierte –en el caso de la empresa que ahora dirige Jesús Quesada (papel que encarna Arturo Valls)– en asunto primordial a la hora de evaluar la mejora o no de la productividad.
“Lo que plantea la película es si resulta mejor que estemos relajados, compartiendo ese café con los amigos, o que te marquen un ritmo frenético, porque a lo mejor rindes menos. Ahí está el debate”, apunta Valls, para quien su personaje sufre una transformación con respecto al de la serie.
“Sí, cambia en la película, pero no ya por una posible corrección política, sino por la pereza que puede dar el retratar a un personaje machista, que cerraba en la serie tratos en un burdel, mientras que hoy pensamos que eso ya estaba contado y no nos hacía gracia volver a aquel contexto”.
Dice que les hacía más gracia hablar “del caradura, de ese tipo echado para adelante, de la ambición que tiene cuando se encuentra con un puesto de poder, algo, por cierto, que vemos hoy en día en todo momento: ¿cómo semejante persona está dirigiendo esta empresa o este partido político o este país? Y, además, viendo que este tipo de personas se va creciendo con el tiempo”.
Carlos Chamarro se refiere a esa pausa del café -característica de la serie- como algo implícito al propio formato de la serie originaria de Francia, que en la película se transforma en objeto de discrepancia argumental, a la hora de valorar esa mejora productiva. “En la serie, la pausa del café es lo que le daba sentido, porque si no hubiera esa pausa tampoco hubiera habido serie, que se sostenía a partir de esos encuentros alrededor de la máquina de café. En la película, en cambio, como había que sacar a los personajes fuera de ese ámbito, pues se rompe ese formato más cerrado”.
¿Que cómo sería esa pausa de café para los jóvenes centennials -nacidos ya en los 2000–?
“Estarían con Instagram, Twitter y el móvil en la mano”, afirma Chamarro. “Pues sí, estarían con el momento de las redes. A ver, no se puede exagerar, pero ese momento de pausa del café, de tomarte una caña a media mañana, no es bueno que se pierda, porque está hablando de sosegar, de hacer las cosas un poco más calmadas, porque estamos viviendo una sociedad muy rápida”, responde Valls.
“La naturaleza del proyecto radica –continúa Valls– en poner imágenes a eso que en la serie se contaba sin que se viera, porque todo sucedía frente a la máquina de café. En la película, se ven las casas donde viven los personajes, sus familias, el resto de la oficina, el bar, y era fundamental que, manteniendo la esencia de los personajes -esa mezquindad, esa tontuna que tenemos-, se les dotara de mucho dinamismo. La serie debía evolucionar, en ese sentido, a nivel formal”.
Como evoluciona hacia ese mayor encanallamiento de la vida laboral, que va incrementándose a medida que la batalla se recrudece por la pérdida o ganancia de las ventas. Batalla que tendrá, incluso, su lucha a muerte, por torpe que finalmente resulte su desenlace.
“Bueno, Antúnez -el jefe de la oficina que interpreta Luis Varela- se pasa toda la serie diciendo que nos fuéramos a la puta calle, aunque luego no se materializara, si bien algunas veces nos íbamos para explicar después por qué nos habíamos ido y volvíamos. Y en la película, por ese incremento de la acción, se pensó darle ese giro de una mayor competencia para ver lo que pasa”.
“Yo creo que se les dota de más humanismo a los personajes y, en el caso de Quesada, se le ve caer, entrar en crisis con su vida, para que empatices con él. No pienso que tenga la película un aspecto más canalla, aunque la gente luego vea cosas que nosotros no vemos”, sostiene Valls, para quien el formato de la serie adquiere mayor relevancia, tras lo sufrido en la pandemia. “Es que llevamos dos años de ‘Camera Café’, viendo a gente a través de un Skype o de un Zoom. Entonces, claro, que llegue la película y nos saque de ese encuadre, volando la cámara con ese dinamismo con el que la maneja Ernesto [Sevilla], es muy importante”.
Cada país, señala Valls, adaptó ‘Camera Café’ a su idiosincrasia. “De hecho, hubo una versión anterior a la nuestra, en las autonómicas, que era excesivamente fiel, no sé si por contrato, al original francés y no funcionó”. “Hasta que [Luis] Guridi y [Juan] Maidagán no le dieron ese toque español, berlanguiano, no empezó a crecer la serie”, subraya Chamarro.
¿La idea de trasladar a la gran pantalla la exitosa serie televisiva forma parte de cierta corriente nostálgica hacia determinados productos culturales?’ “La recuperación de ‘Camera Café’ no atiende, a mi juicio, a la moda nostálgica, aunque a veces nos guste recuperar cosas del pasado, pero desde otra óptica”. “Creo que se junta con la saudade portuguesa, palabra maravillosa, pero con ese efecto de felicidad, no de cualquier tiempo pasado fue mejor”, intercede Chamarro.
Sobre la dirección de Ernesto Sevilla, más cercana en la primera parte de la película a la propuesta de su último ‘Capítulo 0’ y en la segunda a su estilo chanante, Valls puntualiza: “El absurdo y el surrealismo existían en ‘Camera Café’ y pienso que ha encontrado un denominador común entre la parte más loca que había en la serie y el propio mundo chanante [del programa de humor ‘La hora chanante’] de Ernesto Sevilla”.
“Sin mi café de la mañana”, dejó dicho Johann Sebastian Bach, “soy solo como una pieza dorada y seca de carnero”. ¿Qué piensan Arturo Valls y Carlos Chamarro de esa cultura y necesidad del café? “Es algo muy español, muy italiano, muy portugués, y yo soy muy cafetero, porque me puedo tomar bastantes cafés por la mañana, aunque a partir de las seis de la tarde lo dejo, porque, si no, sería como tomarme todas las plantaciones de coca de Colombia”, resalta Chamarro.
“El café”, señala Valls, “cumple una función muy vitalista, muy de aportarte energía. Yo lo asocio siempre al trabajo, porque si estoy haciendo cosas en casa no lo tomo. El que era increíble es Ernesto Sevilla, que durante el rodaje se podía tomar ocho, nueve o diez cafés. Era como un director del método, que al estar rodando ‘Camera Café, la película’, pues se tenía que meter en papel” [risas]. “Y es muy engañoso, porque luego, hacia fuera, es un hombre muy tranquilo”, concluye Chamarro.
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