La propuesta de Kir Royal Gallery para JUSTMAD 2013 es un conjunto de artistas jóvenes con una obra coherente y crítica que revisa el contexto del que son parte, desde las propias problemáticas del arte y los modelos de legitimación con el proyecto fotográfico de Mariela Apollonio, pasando por Keke Vilabelda que reinterpreta el paisaje desde las visiones de una cámara de vigilancia de tráfico a Cristina Otero que autorretrata a modo de “Diario de adolescente” su mundo y los cambios que sufre una adolescente hoy en una era hipermediatizada.

Mariela Apollonio (Argentina, 1979)

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Es una artista residente enValencia. Su proyecto artístico para JUSTMAD 2013 es “El círculo del arte”. El proyecto, iniciado en 2008, es una reflexión sobre el mundo del arte, sobre los diferentes ámbitos que lo componen y sobre la relación que se establece entre ellos. Lo que ahora se muestra es una primera serie de fotografías representando a directores de museo, que tienen en común estar retratados de manera individual, sobre un pedestal blanco y ubicados dentro de un contexto arquitectónico preciso. En series posteriores de este proyecto se mostrará a otros estamentos que conforman lo que ha venido a denominarse el sistema del arte.

En estas fotografías vemos la personalización de una política artística o de una tendencia expositiva en la presencia cosificada de los protagonistas. Con su acción fotográfica la artista convierte a los expertos, aquellos que deciden qué mostrar y el modo como el público debe mirarlo dentro de las respectivas instituciones que dirigen o dirigieron, en objeto de mirada. Así pues, existe una inversión de roles en el hecho de que, quien determina qué es o no es obra de arte, deviene en sí mismo obra artística, a su vez representante última y significante máximo del entramado que conforma ”El círculo del arte”.

El pedestal, como objeto pleno de simbología dentro del contexto de la historia del arte, actúa en este caso como la fisura que se interpone entre la persona y la arquitectura, escogida y tratada con detalle y minuciosidad. Existen tres elementos que intervienen y se entrelazan entre sí: arquitectura, pedestal y personaje. El personaje ocupa el espacio para mostrarse según las condiciones establecidas por la artista; el pedestal es el elemento que construye pensamiento y resignifica toda la escena, trastocando un significado (el de ser directores) para generar otro (convertirse en objeto de mirada).  Por su lado, la arquitectura es el marco donde la escena ocurre y es el escenario que dignifica al retratado, igualándose en importancia al personaje; representa también el contexto que envuelve las obras de arte y que otorga jerarquía y estatus, tanto de manera real como simbólica, a la escena. Los espacios elegidos, no necesariamente distintivos o identificables, simbolizan la institución, y devienen consistentes y creíbles a través de la arquitectura. La institución museo emplea la arquitectura para mostrar su significado, su rol, dentro de la ciudad y la sociedad donde acontece, así como su evolución en el tiempo.

Esta serie se inscribe en lo que ha venido a denominarse “fotografía escenificada”, donde todo lo mostrado recrea una situación e interviene en su contexto inmediato, alterándolo siquiera sutilmente. A su vez, existe una suerte de contradicción entre la aparente naturalidad de lo representado (aquello que es) y su cuidada planificación, aquello que parece o pretende ser, avivando el debate a propósito de la fotografía manipulada versus la fotografía documental.

El título de cada fotografía ofrece información suficiente como para que el espectador se sitúe, presentándose como una leyenda en su margen inferior que incluye el nombre del director, cargo, nombre de la institución y fecha de principio y final de su gestión. En los casos en que la persona mostrada aún se encuentre ejerciendo su cargo, sólo figura la fecha de inicio de su proyecto, reservándose para copias futuras la de conclusión, siempre que estas se produzcan posteriormente a esa fecha. La leyenda responde a la cualidad tipológica de la serie, la cual en tanto que serie, nos permite tomar distancia de un tema particular y concreto para acercarnos a otro de carácter más universal. Sospechamos que aquí no se habla de directores de museo de un país, ni se retrata un perfil determinado de gestión o institución, sino que más bien se representa una reflexión que los engloba e implica a todos.

El título del proyecto, “El círculo del arte”, está tomado del libro de Georges Dickie, donde se plantea una revisión de la acuñada “teoría institucional” ya desarrollada por él en ensayos anteriores. Para él, el círculo, como figura que engloba todo y relaciona sus partes entre sí, es el símbolo de la relación de interdependencia que se establece entre los diferentes agentes del ámbito artístico. En este sentido, este proyecto posee varios niveles de interpretación, a modo de capas, y es pertinente, porque tiene una vinculación directa con las problemáticas del arte actual, reflexionando sobre el contexto donde se ubica. Asimismo, se posiciona en la historia del arte porque, si bien está armado desde la fotografía, es relevante dentro del ámbito artístico por varias razones, pero especialmente por dirigir la mirada, en un sentido amplio, hacia la institución: el espacio vital de las obras de arte.

 

Keke Vilabelda (Valencia, 1986)

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Con un trabajo depurado y contemporáneo ha conseguido trasladar el lenguaje del paisaje al “metapaisaje” de la comunicación. Una obra con gran intensidad que deviene de la mirada fotográfica absorbida por la potencia geométrica encarnada en la descripción de sus formas ambientales. Un ascetismo vigilante que provoca en el espectador el sentido de documento y de información graduada un documento que participa en la crónica de una sociedad contemporánea vigilada por ojos vigías, cámaras y satélites. Keke, en su corta edad, ha logrado prestigiosos premios nacionales como el BMW de pintura y reconocimientos internacionales como la incorporación en NEW SENSATIONs en la prestigiosa Saatchi Gallery de Londres. Para la feria JUSTMAD presenta dos proyectos: “The Long Voyage” y “Acid-Houses”.

“The Long Voyage” es un proyecto donde el artista, trabajando a partir de imágenes apropiadas de cámaras de tráfico, nos propone un viaje imaginario a través distintos paisajes donde la ilusión y la realidad quedan superpuestas. Estos espacios capturados en movimiento dan paso a una imagen plana e intensa  donde se caracteriza e identifica la simplificación de detalles, la incorporación de mínimos elementos geométricos a modo de compases entre la superficie y el interior de la obra.

Los recorridos sugeridos existen en algún punto entre lo mental y lo físico, una realidad difusa, subrayando la experiencia de habitar el espacio evocado, generando, sin embargo, nuevas percepciones entre espacio y tiempo.

Por su parte, “Acid-Houses” muestra la fría y racional arquitectura de los bloques de viviendas, que se convierten en pretexto para establecer un juego visual y formal sobre la superficie de sus fachadas. Dos lenguajes complementarios se contraponen: por un lado la dureza del cemento, el estatismo de la objetividad fotográfica. Por otro lado los colores ácidos, el dinamismo del gesto y la flexibilidad de la pintura plástica.

Podemos hablar, en este caso, de hibridación, repetición y síntesis. Entornos de simulación construidos por capas que nos remiten a imágenes infográficas que nos hablan de sociedad, política, construcción, cemento, acción y reacción en una obra en continuo movimiento.

 

Cristina Otero (Cadiz, 1995)

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Con tan solo 15 años esta fotógrafa autodidacta ya ha revolucionado las redes y parte de su mundo. A los 13 años descubrió la fotografía y en sólo dos aporta una frescura y novedad indiscutible en cada uno de los autorretratos que nos muestra.  Expresividad, iluminación, metamorfosis… Una gran madurez puebla sus imágenes, aunque en ellas veamos las dudas y cambios que experimenta cada día una niña que se convierte en mujer. Fotos bellas, oscuras, alegres o muy tristes pero, sin duda, con una gran fuerza visual. Para JUSTMAD presenta El otro el mismo: otra para sí misma”.

“El otro el mismo: otra para sí misma” es una exploración de la adolescencia. El Otro, del lenguaje para hablar de lo que se implica y no se dice, lo implícito.  Los retratos como reafirmación de sí mismo y en ello la presencia del otro, de la complicidad y la colaboración del espectador para alcanzar cierto grado de semejanza y universalidad con el otro.

Mientras la identidad puede ser vista a través de diferentes supuestos del yo, no se puede pasar por alto la representación del otro para comprender la identidad del retratado, el disfraz que descubre en vez de tapar. Todo y nada. Claramente se trata de una construcción. Una pose materializada para un Otro. Una visión de la adolescencia desde el propio sentimiento, desde su interior. Como una representación de papeles derivados de la imaginación y la fantasía.