#MAKMAEntrevistas | Ana Elena Pena
‘El tren de la bruja’
Cabaret Histérico (Ana Elena y Gilbertástico)
Söda Bar
Médico Pascual Pérez 8, Alicante
Jueves 7 de abril a las 20:00
La tarde lluviosa anunciaba que, como suele pasar en nuestras ciudades mediterráneas, todo el mundo se quedaría en casa, pero el lleno que había en el Söda Bar el pasado 11 de marzo no planteaba ninguna duda: la necesidad de risas, música y color prevalecen sobre la comodidad de resguardarse.
Esto y más fue lo que se ofreció en el Cabaret Histérico ideado por Ana Elena Pena y bajo el piano del reconocido músico Gilbertástico. El dúo artístico –que retorna al Söda Bar alicantino con ‘El tren de la bruja‘ (jueves 7 de abril, a las 20:00)– posee, sin duda, esa compenetración necesaria cuando la improvisación es la pauta continua en un espectáculo que se ríe de lo patológico y que analiza las relaciones humanas actuales.
En este cabaré cercano todo fluye hacia el eje central, que es la visión personal de su ideadora. Por ello, cuando se oye la proclama de que “las histéricas somos lo máximo”, en una de las primeras canciones – titulada ‘Segismundo’–, sabemos que estamos a punto de sentir una crítica que la artista se apropia para ofrecernos un espectáculo punzantemente irónico.
Poco a poco, la directa personalidad de las anécdotas y las afiladas letras van calando cada vez más hasta hacernos sentir esa psicomagia. Este término, referenciado por Ana Elena, es muy apropiado para resaltar la capacidad que se produce solo en espectáculos donde la reciprocidad con el público añade un nivel más a lo alusivo.
Ana Lena Pena nos cuenta la manera en la que, a través de su particular visión del mundo, crea desde un manejo feroz de lo irónico y explora lo contradictorio de lo cotidiano con el alabable objetivo de hacernos reflexionar sobre ello mientras nos divertimos.
Empezaste con la performance pero, ¿cuánto tiempo llevas haciendo cabaré? ¿En qué se diferencia el que presentas de otros que has realizado?
Fue algo bastante progresivo, empecé a cantar con bases electrónicas formando dúo con Juli Mekánika allá por el 2005, con un estilo tecno-pop y con canciones como ‘Nunca me han besado’ o ‘Ensalada de pepino en colegio femenino’. Formé parte de la explosión del Electro-Clash que lideraron Putilátex. A todo esto, sin tener todavía ni idea de cantar y aprendiendo sobre la marcha.
Allá por 2009 ya me pasé a la música en directo acompañada por Jordi De Longo con lo que sería el germen del Cabaret Quinqui, que al principio llamábamos Cabaret Marujo y más tarde Cabaret White Trash. Finalmente, mutamos hacia el Cabaret Quinqui porque, aunque nos encante John Waters, estamos más impregnados de Almodóvar. Y de Berlanga, claro.
De lo ibérico…
En España tenemos iberic trash para dar y regalar. Incorporamos, entonces, temas clásicos más callejeros, influidos por el cine de delincuentes y drogadictos (‘El pico’, ‘Navajeros’, ‘Colegas’) y la literatura juvenil de los años 60-70 como ‘Nacida Inocente’ o ‘Christine F.’, que relataban historias sórdidas de chicas vulnerables que acababan en el pozo de la droga y la prostitución. Pretendían ser aleccionadores, pero despertaron cierta fascinación morbosa entre jóvenes y mayores.
Igualmente, traemos canciones clásicas a nuestro terreno (Junco, Las Grecas, Los Chichos, Manzanita) y las mezclamos con temas propios y hits del verano, porque también somos muy de resucitar las ferias de verano de los ochenta –con sus siniestros feriantes– y las verbenas casposas desde la nostalgia. El show quinqui es un guiño a la España negra (la de Puerto Hurraco, la que relataba García Lorca en ‘La casa de Bernarda Alba’), en contraste con la España moderna, en un intento de reconciliar tradición, horrores del pasado y siglo XXI.
Una reconciliación con matices reivindicativos.
Sí. Reivindicamos a figuras femeninas como Cecilia y Mari Trini, que fueron unas adelantadas a su época y burlaron la censura con canciones que denunciaban las ataduras sociales de la mujer en aquella época, la hipocresía, en un momento en que divorciarse o simplemente vivir tu vida sin dar explicaciones estaba mal visto. A mitad del show nos gusta hacer un breve interludio para, por ejemplo, hacer un concurso de piropos zafios o lo que se nos vaya ocurriendo.
Después, en el 2011, conocí a Gilbertástico y la química también fue instantánea. Al incorporar el piano, el resultado es mucho más cabaretero en el sentido musical clásico. Tenemos diferente repertorio y diferente enfoque del espectáculo. Hacemos hincapié en los estados mentales alterados, por llamarlo de alguna forma, y lo acompaño de poesía o breves narraciones, anécdotas, noticias absurdas y extractos de anuncios para buscar pareja que encuentro delirantes, porque me interesan mucho los fetichismos y las patologías del amor.
¿Y sobre qué temas pivotan esas patologías amorosas?
El despecho, la melancolía, la desesperación, la locura. Incido en lo peligroso que es dejarse llevar por las bajas pasiones (y lo complicado que es a veces). A nivel musical, el Cabaret Histérico tiene mucho de tango que se lamenta, de canción mexicana tradicional de Chavela Vargas y Paquita la del Barrio, a las que siempre versionamos. También tiene mucho de papel cuché de revista ¡Hola! y de la antigua Pronto, con sus escándalos sexuales y noticias escabrosas.
Siempre hay mucho de improvisación porque tengo fuga de ideas, pero como llevamos tantos años tocando juntos, Gilberto sabe seguirme al piano como si fuera lo más natural del mundo.
Cabaret Histérico, Cabaret Quinqui… Este formato suele estar muy relacionado con la sensualidad, lo que lleva a pensar que la mujer pueda haber estado, de alguna forma, menospreciada en el escenario. ¿Es tu espectáculo una forma de transformar lo que normalmente asociamos al cabaré o a otros formatos tipo varietés?
El cabaret ha ido evolucionando con los tiempos. Es cierto que antes era un espectáculo sensual dirigido a caballeros y que incluso solía asociarse al alterne y otras tentaciones de la noche (entre otras cosas porque las mujeres no podían salir a ciertas horas), pero poco a poco, y con la conquista femenina progresiva de la vida nocturna, empezaron a surgir cabareteras cómicas que despertaban la simpatía de señores y señoras por igual.
Hace poco participé en un documental sobre María Conesa –también llamada la gatita blanca–, que explicaba esto muy bien. Esta mujer nació en Vinaroz, pero triunfó en México, donde llegó en 1901. Imagina la época, la cultura de aquel país. Y sin ser especialmente guapa ni tener grandes dotes de bailarina supo hacerse respetar y querer por hombres y mujeres. Por supuesto, sigue habiendo espectáculos cabareteros donde todo el peso recae en la sensualidad, a veces burda, evidente, pero también tenemos el burlesque, que siendo sensual es elegante e hipnótico, simpático. El cabaret con drag queens, con drag kings… Hay donde elegir, desde luego.
Elecciones que en tus shows siempre evolucionan más allá de la seducción.
Sí. Yo no baso mi espectáculo en la seducción, pretendo que sea un espacio amable, pero también crítico, donde todos, sin importar el sexo o el género, se sientan cómodos. No te digo yo que a alguno que otro le pongo la pierna encima en plan boa constrictora, le doy un achuchón o le meto un poquito de caña. No puedo preveerlo, me gusta improvisar y además suele venir gente muy abierta de mente y que solo quiere pasarlo bien. Me encanta el público que tenemos.
Te ríes del adjetivo con el que solían calificar, a veces médicamente, a muchas mujeres, sobre todo con la primera canción, ‘Segismundo’. Locas, histéricas… ¿Quizá necesitamos apoderarnos más de ese adjetivo para que no se use en nuestra contra?
Yo creo que ya no tiene el mismo significado. El término histérica o histérico se aplica a la persona que saca las cosas de quicio o que es fácilmente sugestionable, exagerado, que pierde el control de sí mismo. ¿No nos hemos portado en algún momento de nuestra vida como verdaderos histéricos?
Antes, la histeria era una enfermedad nerviosa que se manifestaba con síntomas psicológicos y físicos como convulsiones, frigidez, anorexia… Cualquier comportamiento extraño de la mujer era diagnosticado como histeria. Cada época tiene sus etiquetas mentales favoritas. También se ha abusado en la actualidad del término TLP [trastorno límite de la personalidad], o se diagnostica TDA [trastorno de déficit de atención] con mucha ligereza a los niños. No digo que no existan, pero sí que se diagnostican con ligereza, como me cuentan muchas amigas que se dedican a la salud mental.
Creo que hay que desestigmatizar las enfermedades y los trastornos mentales, y animar a la gente a que hable de ello sin pudor y a que se rían de ello, que el humor es muy sano y desdramatiza cualquier situación. Todos tenemos nuestras cositas.
La primera vez que escuché un chiste de bulímicas en una peli (no recuerdo cuál, quizá en ‘Mean Girls’) me encantó y me identifiqué tanto… Fui bulímica. Hay que reírse de todo, pero de una misma lo primero.
¿Debemos tomarnos menos en serio?
La gente que se toma todo demasiado en serio me da mucha pereza. Tengo la teoría de que quien se ofende con facilidad suele ser, a su vez, bastante ofensivo e intolerante. Son mentes cuadriculadas, no fluyen, no se relajan, siempre creen que los demás tienen mala intención. También hay algo de egocentrismo en esto de ofenderse continuamente, el creer que todo tiene que ver con uno mismo y tomarse el chascarrillo de cualquier cómico como un ataque personal.
La mayoría de los cómicos necesitan del humor negro para sobrevivir a sus propios fantasmas y a su visión de la vida. No lo pueden evitar, les brota solo, están todo el rato pensando burradas, solo que la mayoría de las veces no las dicen en público o en redes (por suerte para ellos).
Sueles compartir tus trabajos artísticos, las piezas de joyería que realizas, tus bolos y demás en redes sociales. ¿Cómo te ayudan en este sentido?
Me dan un poco de pereza las redes sociales porque me roban tiempo y me llenan la cabeza de ruido, pero entiendo que son una herramienta imprescindible para cualquier artista a la hora de mostrar su trabajo al mundo. Hay redes que apenas uso –por ejemplo, mi Twitter está muerto y TikTok solo lo uso de mirona o para editar vídeos de manera sencilla–. Debería usarlas más, pero tanta exposición me satura un poco. Instagram y Facebook es lo único que manejo.
Compones, escribes, cantas, actúas, haces bisutería de fantasía… Multidisciplinar se queda corto para ti. ¿Podrías elegir una de estas cosas?
No sabría decirte, todo está relacionado entre sí. Una parte del proceso es la observación y rumiación –por decirlo de alguna forma– que está siempre en marcha y a veces estás como en tu nube; y luego viene la parte más solitaria, que es la creación, mis ratos escribiendo textos o canciones, o en el taller confeccionando joyas de fantasía…
¿Plenas de tonalidades que hablan de ti?
El color es muy importante para mí. Muchísimo. Me transmite sensaciones y recuerdos, me evoca olores, lo asocio a flores y a fenómenos de la naturaleza, a juguetes de la infancia, a cambios del cielo a lo largo del día, a cuentos o películas que me marcaron…
Mi paleta de colores es a la vez la paleta de mis recuerdos, de mis deseos. Creo que todos tenemos nuestra propia paleta de colores. Cuando escribo lo hago así, cada poema tiene uno o dos o más colores en mi cabeza. Todo está conectado.
La parte de actuar es la más social, porque de lo contrario pasaría el día encerrada entre casa y el taller, que es donde paso la mayor parte del tiempo. Me gusta actuar porque actuar es compartir, es transmitir en directo, es dialogar con la gente, reírse con ella.
Soy un ser social: me gusta la gente, me interesa la gente, me nutro de lo que me cuentan y a veces lo traslado a mis textos y demás. No puedo pasar sin ello, pero no puedo elegir entre una cosa u otra. Necesito hacer un poco de todo porque se complementa. Mi vida está tan íntimamente conectada con mi trabajo que a veces no veo separación. Life is a cabaret, old chum!
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