#MAKMAArte
Entrevista a Miguel Trillo
‘Asia Town’
Comisario: Sema d’Acosta
Centro Cultural Las Cigarreras
San Carlos 78, Alicante
Hasta el 28 de mayo de 2022
Presentación del catálogo
21 de mayo 2022
La fotografía de Miguel Trillo es quizá difícil de clasificar: no es un reportero gráfico ni un documentalista al uso, aunque tampoco parece buscar esa clasificación. De hecho, él se siente más cercano a la fotografía artística, pues desde que empezó a fotografiar en los años 70 ha estado exponiendo en galerías y ferias de arte.
Su trayectoria se puede seguir desde esa época, momento en el que comenzó a fotografiar a jóvenes en los entornos de la música en directo. Así, y coincidiendo con el boom musical ocurrido en Madrid en los 80, su objetivo se centró en rastrear la cultura juvenil y las derivadas tribus urbanas que buscan la rebeldía y nuevas formas de comunicarse a través de nuevas estéticas.
Le entrevistamos con motivo de la exposición ‘Asia Town’, que puede disfrutarse en el Centro Cultural Las Cigarreras y que fue inaugurada con motivo de PhotoAlicante 2022. Principalmente, la muestra recoge su trabajo fotográfico realizado entre 2001 y 2019, en más de 15 países diferentes, todos ellos del continente asiático. Un gran mapa marca las situaciones geográficas de las imágenes, mientras que el visitante recorre una fotografía urbanita, aparentemente rápida, pero con un profundo proceso intelectual que se esconde detrás de la representación reconocible y fácilmente accesible.
Sin duda, el escenario de lo asiático marca, en este caso, todo el trabajo que puede verse de Miguel Trillo. Y aún así, se puede observar en el ansia de esos jóvenes por pertenecer a un grupo, una clara línea de unión con otros de sus trabajos realizados en distintas partes del mundo. Una de las primeras veces que puede verse esta línea en el trabajo de Trillo fue en ‘Afluencias’, muestra de 2014.
En esa exposición, aunque se aunaban varios de sus trabajos, enfrentaba dos series de fotografías realizadas en localizaciones alejadas que conformaron ‘Costa Este-Costa Oeste’, donde podían verse jóvenes de tres continentes distintos: el africano, el americano y el asiático. A pesar de la lejanía, las curiosas coyunturas y las comunes características que desprenden los retratados a la hora de identificarse hacen que la globalización sea uno de los temas recurrentes de este fotógrafo.
“He visto unas coordenadas visuales que se dan incluso cambiando de país y de religión”, nos confiesa, pero lo que el artista realmente pretende no es mostrarnos un concepto político. Al contrario, parece hablar de contrastes sociales y de esos procesos de expresión que se llevan dando en los jóvenes generación tras generación.
Con su fotografía, Trillo transmite su sorpresa y admiración, la velocidad de transmisión de la cultura digital actual y su capacidad por hacer perdurar ese instante de juventud en el que nos creíamos únicos.
Queda patente que ves un motivo atrayente en la cultura de masas y que se puede rastrear esa huella en tus trabajos. ¿Cómo crees que afectan los procesos de globalización en Oriente? ¿Es, en realidad, la cultura oriental muy distinta a la occidental?
El mundo que yo fotografío está tan globalizado que es el componente racial el factor diferencial mayor. En mis viajes sí he notado que frente a la tradición cristiana de Europa y América allí hay más multiplicidad de relatos religiosos, de sustratos. La cultura de masas intenta camuflar esa diversidad, pero yo, en el trato personal con los fotografiados, lo he notado. Digamos que son más respetuosos y más risueños, aunque en mis fotos no hay sonrisas porque les pido que posen, miren naturales a la cámara. Lo contrario de la risa no es la seriedad, sino la naturalidad.
Es muy curioso cómo reflejas en ‘Asia Town’ ese cambio de rol por el que ahora cualquier joven puede transformarse en un ídolo irreal de las series o películas de anime. ¿Cómo crees que afecta esa dicotomía entre realidad y ficción en la sociedad actual?
El concepto de ‘sociedad del espectáculo’ ya viene de los años 60, aunque ahora el espectáculo es a la carta. Yo hace años que no tengo televisor en mi casa, es decir, que ya no soy un consumidor de espectáculos non stop, desde los bélicos a los políticos pasando por los del corazón. O sea, un mix de información controlada y entretenimiento unidireccional. Ya somos muchos quienes hemos tomado esa decisión.
Con la llegada de Internet y las redes sociales el mundo cambió. Esta expo habla de eso. Hablo de una ficción cultural, a diferencia del carnaval, por ejemplo, que es atemporal, costumbrismo desde los tiempos de Don Carnal y Doña Cuaresma. Yo estoy al lado del disfrute visual construido. Convertir la imagen en sustituto de la palabra, con inteligencia, con intención reflexiva es un reto intelectual a día de hoy. El fotógrafo como compositor visual, no de hermosas fotos aisladas, heterogéneas, sino de un discurso textual, de un corpus icónico.
Vemos a jóvenes por la calle, en lugares dispares, ¿sueles elegir las localizaciones donde fotografías?
Sí, desde siempre. En los años de la Movida eran las actuaciones en las salas de rock y los clubes o discotecas. Ahora son el público de los festivales de cómic, los conciertos al aire libre, las semanas de la moda, los centros de ocio, las calles comerciales, los skateparks… Son territorios donde la fotografía es bien recibida.
Rara vez he quedado con alguien para una foto. Mis fotos son productos del azar, de encuentros causales, aunque el encuadre de la toma está muy pensado, busco belleza estética, placer visual. La única diferencia con mis tomas del siglo pasado es que ahora apenas sí hay fotos nocturnas, apenas sí salgo de noche. Y que mi cámara es digital, lo cual me permite ver el resultado al momento y que la persona fotografiada se vea en el respaldo de la cámara tras la captura.
Antes, el fotografiado era un rostro anónimo, sin capacidad de respuesta. Ahora, cualquier persona tiene su rastro en Internet, su yo activado. La historia de la fotografía se había construido con el silencio de los fotografiados. Eso ya no ocurre. Y el tener cámara tampoco es ahora un valor en sí para el creador visual, como no lo era antes para el creador literario el tener una máquina de escribir. Mecanógrafos o fotógrafos hay millones. Creadores, muchísimos menos. Y artistas que se coticen, poquísimos, porque el mercado del arte es un mercado intervenido, entrar en esa bolsa no es fácil. El tejido del traje del emperador nunca ha sido asequible.
Se ha colocado una especie de photocall donde el visitante puede fotografiarse ataviado como uno de los protagonistas de ‘Asia Town’. ¿Hay algo de interactivo en tus creaciones?
Desde siempre he tenido la necesidad de que las fotos volvieran a la calle. Así, mis fotos en fanzines que me autoeditaba, las postales, los sellos de correos, ahora las pegatinas… Siempre he visto a la fotografía muy unida al concepto de estampa, de álbum de cromos. Pero lo del photocall o el karaoke de esta expo es porque los comisarios son conscientes que ya una exposición solo de fotos en la pared no basta; una exposición cada vez se ha de parecer a una experiencia teatral, pero en la que uno, además de espectador, pueda ser actor coral, la interactividad al instante.
También podemos ver en la exposición una parte de los catálogos de tus exposiciones junto con otro tipo de libros muy interesantes. En el campo de la fotografía ¿crees que es importante que se realicen este tipo de publicaciones?
Es de lo que más me alegra de mi trayectoria, tener bastante bibliografía. Tengo libros editados por instituciones municipales, por editoriales pequeñas, por centros de arte, autoediciones… Son publicaciones que, desgraciadamente, no han circulado en su mayoría por las cadenas de librerías. No me importa. Lo importante es que se hicieron, ahí han quedado. No soy fotógrafo conceptual, pero mis exposiciones han estado unidas a conceptos concretos, a proyectos expositivos muy pensados que iba cerrando.
El que haya habido publicaciones de aquello no tiene precio y más en un mundo donde la tecnología, las imprentas, todo ha cambiado tanto. He sido un fanático de las ediciones fotográficas. Por eso me alegró tanto el boom del fotolibro en la década pasada. Ha habido un importante relevo generacional en la fotografía española y es significativo que las publicaciones han sido su vehículo favorito de expresión.
Y ‘Asia Town’ también va a tener su propio fotolibro…
Sí, esta exposición va unida a un libro que se presentará el próximo 21 de mayo en Las Cigarreras coincidiendo con el Festival Urban Tactics de Cultura Urbana. Además, en el marco de este festival urbano se colocarán unos carteles de mi obra en el exterior para que puedan ser intervenidos en el espacio público al igual que ocurre con cualquier cartel de la calle. Arte efímero a merced de la meteorología y del vandalismo. Arte efímero, pero, curiosamente, más duradero que una exposición en un interior.
Hablas en ocasiones en tus redes sociales de la necesidad de crear un Centro de Fotografía Nacional, y aunque ahora ya existe un proyecto para crear uno en Soria, no cumple muchas de las expectativas del sector. ¿Crees que la fotografía artística ha estado menospreciada en este país?
Menospreciada del todo. Seguimos asociando la idea de cultura con la de lengua, porque somos una potencia idiomática con una gran industria editorial, que es la que manda. Los escritores han sido estrellas mediáticas. Y también hay una industria audiovisual muy potente, que el Ministerio de Cultura apoya económicamente porque el cine hace país. Pero la fotografía es muda, no necesita palabras ni sonidos. Además, la fotografía más valorada por las instituciones ha sido la de corte costumbrista, rural, tradicional.
La fotografía artística contemporánea se considera algo minoritario. Que el Centro Nacional de Fotografía, después de tantos intentos infructuosos, tenga ahora la pelota en Soria suena a sainete. Las instituciones han de estar por encima de los personalismos. Me recuerda a cuando la Junta de Andalucía decidió, en los años 90, que el Centro Andaluz de la Fotografía estuviera en Almería, la capital andaluza peor comunicada, en vez de en Sevilla o en Málaga, donde, además, está el tejido artístico porque hay población. Allí sigue, pero más muerto que vivo. Y lo de Soria, tal vez, tras las próximas elecciones, caerá de su propio peso, que es bien poco.
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