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‘La nave de los locos, una odisea de la sinrazón’
Centre Cultural La Nau
Universitat 2, València
Palau de Cerveró
Plaza de Cisneros 4, València
Del 12 de mayo al 23 de octubre de 2022
Ya lo decía el poeta y novelista alemán Goethe: la locura, a veces, no es otra cosa que la razón presentada bajo diferente forma. ¿Cuántas locuras, de hecho, no se han cometido a hombros de una estricta racionalidad? El siglo de las luces, tomando la razón ilustrada por bandera y que pretendía cierto consenso universal, no dejó de arrojar sombras proyectadas por su otra cara romántica, la que despreciaba la ciencia en aras de la manifestación pasional de un individuo arrebatado.
De manera que la historia de la locura no debería ir desligada de la propia historia de la razón, ambas tan cuerdas como desatadas, según se pretenda alcanzar -en sus respectivos desatinos- el dominio completo de uno mismo y de la sociedad en su conjunto. Por eso el Centre Cultural La Nau de la Universitat de València propone en la exposición ‘La nave de los locos, una odisea de la sinrazón’ indagar en la locura, sin perder de vista la razón utilizada para contener los desvaríos del sujeto.
Lo hace mediante una serie de documentos históricos, publicaciones, reliquias, objetos, planos de los espacios destinados a los enfermos mentales -Hospital General, Manicomio de Jesús y Hospital Psiquiátrico de Bétera-, instalaciones, referencias cinematográficas, fotografías y obras de arte. Se trata, como apuntó Adela Cortijo, directora del Servei de Cultura Universitària, de una de las exposiciones “más ambiciosas y poliédricas” de La Nau. Tanto es así, que la muestra ocupa sus dos salas principales -Acadèmia y Estudi General-, el Claustro y la Sala Oberta, extendiéndose hasta el Palau de Cerveró, que acoge una sección dedicada a la historia de la terapéutica psiquiátrica, comisariada por Enric Novella y Javier Balaguer.
Tomando como punto de partida el Hospital de los Inocentes de València, fundado en 1409 como emplazamiento para enfermos mentales, Cándido Polo -comisario junto a Ana Hernández de la muestra- dijo que esa nave de los locos del título expositivo lo que hace es navegar por esos mares revueltos de la insania, a lo largo de los seis siglos que median entre aquel momento hoy celebratorio y la actualidad.
Ciencia y arte dándose, por tanto, la mano con el fin de estrechar lazos a la hora de comprender lo incomprensible; aquello que brota del inconsciente trabajado por el psicoanalista Sigmund Freud y que, siguiendo la metáfora náutica, vendría a representar la profundidad del ser, allí donde la razón naufraga aflorando los monstruos de Goya, aludidos en cierto momento de su intervención por Adela Cortijo.
“La voluntad de la exposición es desmitificar y reivindicar”, subrayó Polo. Desmitificar el papel de aquellas primeras instituciones sanitarias para enfermos mentales, reivindicando el protagonismo de quienes sufrieron sus prácticas internas en tan “siniestras Casas de Locos”, según definición de los propios comisarios. Las fotografías de José García Poveda ‘El Flaco’, Ana Torralva y José Vicente Aleixandre ofrecen algunos testimonios de aquellos pacientes.
Y frente a la ciencia -señalada en sus desmanes-, se yergue el arte que, si bien aparece caracterizado como el lugar donde el genio prevalece como antítesis de los representantes de la sociedad cuerda, también se ofrece a sí mismo como reflejo de la locura que a todos nos habita. De manera que las obras de artistas como Ribera, Goya, Pérez Contel, Solana, Renau, Anzo, Artur Heras o Chema López, entre otros, no dejan de traslucir el fondo oscuro del ser contenido mediante cierta elaboración simbólica.
Hay casos, como el de Hipólito Rovira citado por Cándido Polo, en los que la genialidad raya con la locura, abismándose el propio artista en la enfermedad mental. La “expulsión del diferente, del otro”, al que aludió el comisario, vincula en este sentido el padecimiento del loco normativo con el de la genialidad, vínculo sin duda trazado en la exposición por cuanto en esa nave de los locos figuran los abyectos sociales y el creador que los rescata mediante su obra.
Las artistas Patricia Gómez y María Jesús González recuperan, en la instalación ‘Espejo del mundo’ de la Sala Oberta, la memoria de quienes padecieron el encierro sanitario, centrándose en el Hospital Psiquiátrico de Bétera. “Es el testimonio de la gente que no pasa a la Historia con mayúsculas”, resaltó Gómez. Un total de 113 espejos vienen a reflejar otras tantas fotografías colocadas frente a ellos, para revelar las huellas de esas imágenes representativas de lo que en su día ocurrió entre las paredes de aquel psiquiátrico.
La salud mental forma parte de un “universo marginal, tabú, que ha costado incluir en la Seguridad Social”, señaló Polo, siguiendo la locura “dentro de ese mundo ominoso del que nada se quiere saber”, apostilló el comisario. El arte, en tanto espacio radical de interrogación, vendría a ser ese lugar incómodo capaz de hacerse cargo de lo incomprensible del sujeto y del universo que habita.
“La locura está emparentada con el genio artístico; personaje maldito que no se adapta a la sociedad de su tiempo”, afirmó Cándido Polo. “Todos somos hijos del romanticismo”, agregó Cortijo, si bien matizó que la figura del loco era “muy ambivalente”, aludiendo a la nómina de psicópatas que proliferan por las series televisivas y las pantallas de cine, “locos seductores”, porque “lo repulsivo también es atractivo”.
‘La nave de los locos, una odisea de la sinrazón’ promueve la reflexión en torno a un tema “que resulta un continuo en el tiempo”, aseguró la directora del Servei de Cultura. Locura psíquica, mental, creativa que, si bien la muestra no incide en ello, también tiene su correlato en forma de loco espíritu dionisiaco que tanto atrajo a la contracultura revolucionaria. “Yo no soy un hombre, yo soy la dinamita”, que proclamara Nietzsche.
Adela Cortijo, para cerrar la presentación de la muestra que La Nau prolongará hasta el 23 de octubre, se preguntó con ironía: “¿Es Valencia una tierra de locos?” ¡Quién sabe! De lo que no cabe duda, y así lo subrayó Cortijo, es que al menos el Centre Cultural La Nau “será durante un tiempo la nave de los locos”.
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