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‘¿Sangra el abismo? Contracciones de una Noche de Pascua’, de Carlos Peinado Elliot
RiL Editores (Ærea | Carménère, 2022)

En los tiempos que corren, parece que no hay sitio para las palabras tibias. Si el siglo XX fue de constante dolor, los veintidós años que llevamos del XXI no auguran ninguna esperanza. Tal vez podemos volver a preguntarnos si vivimos el mejor de los mundos posibles: siempre había defendido que sí, que nunca el pasado fue mejor, pero ya no estoy tan segura (ni de una cosa ni de otra, la verdad). Entonces, poemarios como al que ahora nos enfrenta Peinado Elliot solo vienen a zarandearnos aún más.

Miremos donde miremos a nuestro alrededor, parece que el mundo se nos desmorona, se diluye en una suerte de pequeñas astillas de cristal. Afiladas, punzantes, casi invisibles, lo que las convierte en aguijones certeros. No las vemos, parece que no las sentimos hasta que se nos han clavado bien dentro.

Así son cada una de las palabras que dan forma al poemario ‘¿Sangra el abismo? Contracciones de una Noche de Pascua‘, que pone ante nosotros Carlos Peinado Elliot. Pequeñas astillas de cristal pulverizadas de un mundo que se nos desangra. Desde el título, el autor se pregunta si sangra el abismo y, al avanzar por estas páginas, pienso que el abismo en el que Peinado Elliot nos hunde es tan profundo que la sensación de asfixia nos apabulla. El abismo en el que caemos no es que sangre, es que está inundado de toda la sangre del mundo, de todas las lágrimas, de toda la bilis negra que envenena.

Carlos Peinado Elliot

Lectura difícil –no vamos a llamarnos a engaño–, pero, tal vez por eso, más necesaria si cabe. El poemario se despliega en un extenso conjunto de poemas en prosa salpicados de algunas composiciones en verso y algún experimento en forma de caligrama que conforman un insólito ejercicio de crudeza literaria. Crudeza llevada hasta el extremo de su significado.

Peinado Elliot va a deambular sin prisas –lo que también es sobrecogedor– por todas las enfermedades de nuestro tiempo, si entendemos por enfermedades la crueldad máxima de la que somos únicos responsable y únicos testigos.

Cuerpos que arden: “Cuerpos narcotizados en la hoguera. Crepitando. Crujen las ramas”, leemos en la primera página. Asesinatos: “De que se ahogaron, de que se asfixiaron. Preguntamos y todos respondían que estudiantes”. Fosas comunes: “La materia de los cuerpos apilados se hace densa, como una masa anónima, indistinta. Aún laten sus historias. En el fondo -como se extiende un moho o una bacteria”…

Y nos vuelve a faltar el aire antes de llegar al final del fragmento. No hay descanso cuando nos despeñamos por el abismo que se desangra. La respuesta a la pregunta que titula el libro es inequívoca, aberrante y desproporcionada. En apenas 130 páginas de poesía, Peinado Elliot nos demuestra que estamos muriendo desangrados, que nos estamos matando poco a poco.

El periodista y poeta Carlos Peinado Elliot, profesor titular del Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana de la Universidad de Sevilla.

Unos días, tal vez, nos cortamos una mano, cuando pasamos por encima de una noticia de puntillas. Otros, nos arrancamos un ojo con tal de no ver la fotografía de un niño muerto y así fingimos estar al ritmo de lo que nos rodea, sin darnos cuenta de que la ceguera que nos estamos causando solo va a terminar cuando reconozcamos que hemos muerto sin darnos cuenta.

Por tanto, vuelvo al principio, miremos donde miremos a nuestro alrededor, parece que el mundo se nos desmorona y este libro es su certificado de defunción. Impasible al desaliento que empuja a su autor a adentrarnos en las más terribles heridas de la historia: de la historia antigua a la historia de hace unos minutos, incluso a aquella de la que no tenemos noticias, pero que, a modo de bucle infinito, va a parecerse a cualquier otra anterior a la que ya le ha dado forma de poema.

Así es la desasosegante lectura de este poemario. Y volviendo a repetirme: tan difícil como necesario. Tan desgarrador que nos hace tambalearnos entre la debilidad y la vergüenza a partes iguales. Creo que he leído pocas veces versos tan cruentos, tan crudos, tan crueles. Creo que hay pocos escritores tan valientes como para que no les tiemble el pulso a la hora de componer una obra poética que se ahoga en la sangre que brota de las grietas del mundo.

‘Cristal roto’, de la artista visual Anna Talens (Carcaixent, 1978).