Taxonomías, de Ernesto Casero
Gris. Magatzem d’Art
Literato Azorín, 14. Valencia
La naturaleza imita al arte, escribió Óscar Wilde, en uno de sus habituales tours de force. Y, en efecto, a veces da la sensación que la naturaleza es resultado de un proceso creativo, y que tanta belleza y biodiversidad tan sólo pueden tener una explicación artística. El mundo se divierte pergueñando formas, combinando colores, integrando coreografías, combinándolo todo con composiciones musicales y dotando de nexos inverosímiles a los seres vivos.
Ernesto Casero juega con estos estímulos y desarrolla su amplio y sorprendente catálogo de formas biológicas. Tras ellas hay un dibujo excepcional, una mirada sabia de fisiólogo y de artista. Aquellos seres que Casero dibuja no sólo han de resultar admirables, sino funcionalmente posibles, o al menos que así lo parezcan. Sus láminas nos remiten al universo de la Historia Natural, a los fantásticos dibujos de los libros de Haeckel, o incluso a los catálogos especializados de malacólogos y entomólogos.
Sus modelaciones de plastilina son un paso más: aquella vitrina museística de corales, equinodermos, poríferos, radiolarios, poliquetos, diatomeas, pólipos,…tiene un encanto especial. Hace unos años se descubrió en Canadá un yacimiento de fósiles del BurgessShale, de mediados del Cámbrico, que permitió el hallazgo de todo un universo de seres absolutamente extravagantes, entre ellos una especie que los biólogos llamaron Hallucigenia, por su prodigiosa anatomía. Viendo la obra de Casero he recordado aquel yacimiento, de formas biológicas tan bellas e inauditas. La naturaleza imita al arte, sin duda, y en Ernesto Casero tiene un buen maestro.
Martí Domínguez
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