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‘Rue des Scherezades’, de Farid Othman-Bentría Ramos
Esdrújula Ediciones, 2022
El escritor hispanotangerino Farid Othman-Bentría Ramos (Tánger, 1979) abre de nuevo las puertas del abismo metamorfoseado en mar con sus versos. Nos pone entre las manos un poemario extenso, ‘Rue des Scherezades‘ (Esdrújula Ediciones, 2022), que nos hace leer y volar para leer y nadar, para leer y seguir…
Así, sin más, nos pone entre las manos una vida en tres actos, como los dramas clásicos, como el amor en distintas etapas vitales, pero, sobre todo, nos deja asomarnos a su mundo poético, creado a partir de unos elementos primigenios, indispensables para el autor: el aire, el mar, las alas, los aromas o las luces que irán dando forma al espacio todo, irán componiendo verso a verso esas calles por las que andar de la mano de tantas Scherezades anónimas.
Ahí radica el interés de estas preguntas, en la importancia de la fuerza de la palabra, en el valor que han adquirido a lo largo de los siglos hasta nuestros días como motor primero de aquellos que nos rodea y nos impulsa a caminar, aunque dudemos del destino.
¿Cuáles son esas calles del título? ¿Dónde hay que buscarlas?
La calle de las Scherezades es, como se dice en la propia introducción (que es como las instrucciones del juego y parte ya de la obra), “la calle mal iluminada de las dudas”. Es una metáfora del crecimiento personal; es, en cierta manera, una yihad en el concepto más bello del término.
Implica el tránsito de una etapa de la vida que podemos visualizar como una avenida en la cual es posible calcular tiempo y espacio, proyectos y certezas, a un inesperado desvío a una calle sinuosa que no sabemos a dónde nos lleva, si es mejor o peor, grito o silencio. En el deambular por ella variamos el ritmo, la actitud o el estado de ánimo mientras atravesamos el duelo y la aceptación, pero, sobre todo, mientras vivimos.
Esta calle nos enseña el poder de lo experiencial y que es un camino propio, pero en el que no andamos solos, interactuamos y, a veces, duele y, otras, da placer independientemente de la certeza o la ausencia de ella. Buscamos calles que nos habitan y que, no obstante, habitamos.
¿Y ellas? Al leer estos poemas hay una mujer o varias que se apoderan de toda la obra. ¿A dónde querías llegar por esta calle? ¿De la mano?
Son varias mujeres y varios arquetipos. Es un diálogo enriquecedor con lo femenino, con una Scherezade, reivindicada por encima de orientalismos, poderosa, sabia y sugerente, con una Turandot inquietante que divide en tres actos la obra con sus enigmas y también con lo femenino interior. Mujer a mujer, son varias; cada una de ellas tan protagonista como las demás; cada una de ellas dispuesta a tener mil historias y una historia en sus labios; cada una de ellas importante independientemente de su fugacidad o permanencia.
Hay dos maneras de leer este libro. Poema a poema es un poemario, leído de forma lineal, es una propuesta narrativa con su arco argumental y de evolución de personaje; me gusta decir que es un poemario que se disfraza de ópera. Para esa evolución y sus cambios de ritmo son necesarias las aldabas de las puertas que se abren (o no) a nuestra llamada y las manos que nos ayudan a seguir caminando, a vivir.
El tiempo también es un elemento fundamental junto a los espacios que en muchos poemas quedan diluidos. ¿Cuál era el deseo poético en torno a estos dos vectores fundamentales de la poesía?
Para responder a esta pregunta hay que detenerse en el texto que, a modo de preludio musical o de prólogo literario, se sitúa tras la introducción y el primer acto: ‘La Intemperie’. Este inicio es un final inapelable, tan rotundo que tras él que no hay continuación posible; luego comienza el primer acto, causalmente. La intemperie representa la pérdida como hecho consumado, es desgarradora, pero no cruel, y no deja posibilidad al refugio (tampoco al ser refugio).
Aquí, en este texto, se rompe el continuo espacio-tiempo que luego se vislumbra en retales y espejismos, sombra y fatamorgana, luz y recuerdo, a lo largo de toda una obra que intenta aprender a rescatar de ellos una nueva realidad tras el naufragio, un nuevo yo (leit motiv) y algo de azul por si hace falta.
Es un libro en el que cambias significativamente respecto del anterior, En él, el espacio (que, como decía, hasta se desdibuja en muchos poemas) no se adueña de los versos ¿Dónde querías llevar a los lectores?
La obra pretende borrar el límite entre lugares y emociones. Es absolutamente Tánger en la presencia del mar y la brisa, pero, sobre todo, en la insistencia de lo intangible sobre lo tangible. Para ello, en ocasiones, la licencia es justo la contraria al transmutar, por ejemplo, a diciembre en un lugar, luego darle piel y ausencia, ser animal o cosa, color, humano, pregunta y fin.
No se deambula, simplemente, por una calle de la que desconocemos el final, es un camino de duelo y sensaciones, sensibilidad, emoción y aceptación, y eso es un tránsito que necesita de las experiencias, pero que prescinde del espacio porque es un camino, al fin y al cabo, interior.
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