Ver visiones. Reinterpretando el presente
Centro del Carmen
C/ Museo, 2. Valencia
Comisariado por Álvaro de los Ángeles y José Luis Pérez Pont
Hasta el 13 de julio de 2014
Enrique Zabala (Galería Rosa Santos) / Miaz Brothers (Galería Paz y Comedias)
CIS: Los problemas relacionados con la mujer
El siglo XX ha sido el siglo de la liberación de la mujer, de la conquista de sus derechos jurídicos y sociales. Al menos, en Occidente. Pero como la historia es un proceso dialéctico, la consecución de esos logros suele llevar aparejados ciertos efectos negativos que solemos pasar por alto o colocar en el debe que no corresponde. Es como si el sujeto, liberado de ciertas cadenas, se encontrara con un inesperado peso a causa de la responsabilidad a la que le obliga su recién adquirida libertad y buscara nuevos refugios; nuevos chivos expiatorios. Como si saliera de un pasado tenebroso para meterse en un presente que, de tan luminoso, le cegara hasta el punto de dificultar el gobierno de tan ansiada vida.
El diálogo entre la obra de Miaz Brothers, con sus rostros desdibujados, invisibles, tenebrosos, y la de Enrique Zabala, con sus rostros diametralmente opuestos, naturalistas, diríase que quemados por cierto exceso de luz, permite abrir un interesante camino en esa bifurcación de senderos que los artistas velan o revelan. En el fondo, Miaz Brothers y Enrique Zabala son las dos caras de una misma moneda: la del sujeto disociado en la sociedad contemporánea.
A la famosa pregunta de Stendhal, ¿por qué no son felices los hombres en el mundo moderno?, Pascal Bruckner en La tentación de la inocencia responde: “Porque se han liberado de todo y se dan cuenta de que la libertad es insoportable de vivir”. Y “así como la liberación posee una especie de grandeza épica y poética cuando nos libera de la opresión, la libertad, porque compromete y obliga, nos tiraniza a través de sus exigencias”.
Los hermanos Renato y Roberto Miaz nos hablan de la invisibilidad del rostro, del difícil reconocimiento de ciertas figuras, de un espectador que ansía verlo todo, pero se ha de conformar con los perfiles borrosos de una realidad a la que le falta pasar el paño que descubriera cierta verdad. Son rostros ocultos bajo una luz brumosa, parecida a la que destilan algunos paisajes románticos, a la que Visconti inmortalizó en su Muerte en Venecia. Rostros vaporosos y difusos cuyo halo espectral proviene del reino de los fantasmas. Invisibilidad que bien pudiera referirse a la de la mujer, momentos antes de proclamar su derecho a la visibilidad pública; su derecho a salir del ámbito privado, oculto y silencioso, con el fin de alcanzar la luz de la palabra que demanda ser escuchada.
Los rostros de Enrique Zabala vendrían a responder a esa solicitud. Son rostros que miran de frente, que interpelan al espectador, crudos, excesivamente crudos, de piel sometida a los frecuentes avatares de la existencia, naturalista, reflejando la corrupción que impone el paso del tiempo. Diríase que la mujer, cansada de aquella invisibilidad pretérita, ofreciera testimonio vivo, tremendamente vivo, de su proclamada libertad en forma de huellas de lo real que muestra de cara al público. Las tinieblas fantasmales de Miaz Brothers se transforman en diáfana y áspera interpelación por parte de Enrique Zabala.
El diálogo entre ambos artistas supura una crítica que bien pudiera condensarse en los siguientes términos: el movimiento emancipatorio de la mujer, que promueve su salida de aquella invisibilidad, tiene como correlato la manifestación cruda de las huellas producidas por tamaña lucha. Del fantasma imaginario al encuentro con lo real. De aquella “grandeza épica y poética” de la liberación, anunciada tras la bruma romántica de Miaz Brothers, pasamos sin solución de continuidad al lacerado testimonio de las mujeres retratadas en carne viva por Enrique Zabala.
No hay articulación posible entre ambos mundos y experiencias, por cuanto la única verdad en el reino de las tinieblas es su constante desdibujamiento, y en el del descarnado testimonio existencial la verdad inapelable de lo radicalmente constatable. Hay, sin duda, cuestionamiento de la realidad. Miaz Brothers lo hace por la vía de la ambigüedad figurativa, quebrando la mirada complaciente del espectador. Enrique Zabala lo hace metiendo la directa, para confrontar a ese mismo espectador con la cruda existencia. Cuestionamiento, pues, de la realidad, que conlleva su inevitable vaciado. De manera que, ante ello, aflora el escepticismo (brumoso) o la angustia (descarnada), dejando entrever una cierta victimización causada, paradójicamente, por esa realidad cuestionada.
Pascal Bruckner llama victimización a “esa tendencia del ciudadano mimado del ‘paraíso capitalista’ a concebirse según el modelo de los pueblos perseguidos”. Modelo que constituye toda una paradoja del individuo contemporáneo “pendiente hasta la exageración de su independencia, pero que al mismo tiempo reclama cuidados y asistencia, que combina la doble figura del disidente y del bebé y habla el doble lenguaje del no conformismo y de la exigencia insaciable”. El fructífero diálogo entre las obras de Miaz Brothers y Enrique Zabala levanta acta de esa disociación. Las figuras invisibles y los rostros descarnados, cada cual en su propio territorio, señalando cierto reguero de víctimas.
Salva Torres
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