#MAKMALibros
‘Membrana’, de Jorge Carrión
Galaxia Gutenberg, 2021
Son muchas las personas que postulan que los algoritmos que aprenden, es decir, la inteligencia artificial, dominarán la Tierra y someterán a la humanidad. El escritor y periodista Jorge Carrión cifra en 2100 ese momento en su novela ‘Membrana’ (Galaxia Gutenberg). 2100 es el año en que se inaugura el Museo del siglo XXI, un museo que, se nos dice en la contraportada, resume “la relación ancestral de la humanidad con la tecnología; cómo nacieron los híbridos y las conciencias algorítmicas y cómo cobró forma un nuevo imperio” cuyo nombre es Membrana.
La novela se nos presenta como el catálogo de este museo, un catálogo cuya escritura es obra de una inteligencia artificial con forma de multitud de voces femeninas. Voces sintéticas que se expresan en una lengua “ajena y padrastra”, la humana, y con un estilo que recuerda a una letanía, lleno de muletillas y maquinal, que provoca un cierto distanciamiento.
‘Membrana’ es como una muñeca Matrioska. Es una novela de ciencia ficción en forma de catálogo que, a su vez, contiene un ensayo experimental de aliento poético, un tratado de antropología y otro de ciencias naturales; un collage de fuerte carga poética, un texto impuro, en definitiva. El libro aúna audacia narrativa y profundidad intelectual, algo poco frecuente en nuestra literatura actual.
Fiel al género de la novela y a la necesidad de un conflicto para que avance la acción, el escritor introduce en el texto dos personajes que ofician de antagonistas: los líderes de la resistencia al dominio de Ben Grossman, un piloto israelí de drones, y Karla Spinoza, una aclamada informática creadora de Maxi, el primer híbrido entre ser humano e inteligencia artificial, que reniega de su pasado y deviene en temible de las máquinas inteligentes.
Pero esto no quiere decir que estemos ante una novela de acción. En ‘Membrana’ el conflicto no guía la trama, sino que funciona como mar de fondo; la trama se articula en torno a la declinación del heterogéneo muestrario que custodian las salas del Museo del siglo XXI: restos arqueológicos, pinturas, proyecciones audiovisuales, objetos biológicos, máquinas, pintura, libros, interfaces, instalaciones, mapas, software, etc.
Algunas de las obras que se exhiben son fruto de la imaginación del escritor, como es el caso del Toyota de Ben Grossman, calcinado en un atentado que perseguía la muerte del piloto tras el descubrimiento de que estos tomaban decisiones de manera autónoma, los grafitis pintados por seguidoras de Karla Espinoza o la instalación titulada ‘La red del bosque’.
Pero la mayor parte de lo expuesto corresponde a referencias históricas: un daguerrotipo de Ada Lovelace, ‘El hombre de Vitruvio’ de Leonardo da Vinci, una máquina de coser Singer, la instalación animal ‘Instrumento Musical Cuasi-Social IC’ de Tomás Sarraceno, un analizador diferencial o un ejemplar de ‘Los huérfanos’, la primera novela de Jorge Carrión, por citar algunos ejemplos.
Una de las referencias que parece pura ficción es Norman, un algoritmo creado con inteligencia artificial por ingenieros del MIT en 2018 y entrenado con imágenes de violencia extrema que los medios de comunicación saludaron como el “primer robot psicópata”.
¿Qué implica que te llamen Norman, Siri o Alexa si estamos hablando de sistemas de algoritmos, de máquinas? ¿Es indiferente usar el masculino o el femenino como marca de género para estos entes matemáticos? ¿En qué cambiaría la percepción de Membrana si la voz de Jorge Carrión hubiera sido suplantada por narradores en vez de narradoras? Intentaba imaginármelo mientras leía la novela. Probablemente se empatiza menos con ellos que con ellas pese al estilo mecánico y poco natural que el escritor les ha conferido.
Es sabido que los algoritmos reproducen los prejuicios conscientes o inconscientes de quienes los diseñan o los aplican y que cada uno de los géneros tiene asignados unos estereotipos –Siri y Alexa son asistentas virtuales; Norman, violento–.
Feminizar la inteligencia artificial hace que nos sintamos más cómodos con ella, que la sintamos más humana y, por tanto, más aceptable pese a la forma implacable en que ejercen su dominio. Es posible que este fuera el efecto buscado por el escritor al elegir el femenino para contar la historia. O que se le haya escapado el estereotipo.
Jorge Carrión viene dedicando novelas, ensayos, pódcast, artículos de crítica cultural y hasta un par de exposiciones a reflexionar sobre esos aspectos del presente que alumbran mundos futuros o posibles y, especialmente, a cómo la tecnología digital está transformando de manera irreversible la propia noción de humanidad.
Es un notable divulgador de los saberes científicos y tecnológicos más innovadores, los debates claves de nuestra época y las nuevas tendencias culturales, tendiendo puentes entre la tradición humanística y la perspectiva científica que propician nuevas maneras de mirar el tiempo presente y el que está por venir. En ‘Membrana’ aborda estas cuestiones bajo el prisma de la ciencia ficción, el género más indicado para ello, según él, por su condición de “nuevo realismo”.
Contra lo que pudiera pensarse, este es un libro para recomendar a alguien poco familiarizado con la ciencia ficción, de letras o nacidas antes de la revolución digital (mi caso). Pero son estas personas las que le podrán extraer más provecho y celebrar que, más allá de sus cualidades literarias, haga accesibles conceptos como memoria digital versus memoria física, bioinspiración, inteligencia vegetal, géneros fluidos, algoritmos creativos, codigocentrismo, hibridación, etc.
Es posible que cueste un poco entrar en el texto, pero, una vez dentro, la lectura se vuelve apasionante e inspiradora (quienes sean más de escuchar que de leer, pueden escuchar el pódcast escrito y presentado por él llamado ‘Solaris. Ensayos sonoros‘, emitido entre 2020 y 2021 cuyos oyentes no paran de crecer).
Con ‘Membrana’, publicada por Galaxia Gutemberg, vuelve a transitar por territorios de vanguardia y experimentación. Nos invita a reflexionar, imaginar y construir nuevos mapas mentales. Propone que asumamos que la tecnología nos está modificando de manera irreversible y que el futuro ya no es lo que era. Que seamos absolutamente contemporáneos, en definitiva.
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