En busca de un empleado desaparecido, de Rabih Mroué
Actividad escénica dentro de la exposición El Contrato, de Bulegoa z/b
Alhóndiga Bilbao
Plaza Arriquibar, 4. Bilbao
Rabih Mroué* dispone tres monitores de video en el escenario para representar el caso de la desaparición de un funcionario libanés de cuarto rango en 1996, R.S. En un lateral de la sala Mroué dirige con dos cámaras: una apunta a su rostro que protagoniza el relato, otra cenital sobre su mesa donde están unos cuadernos. La tercera cámara apunta a un panel en blanco donde un colaborador de Mroué podrá escribir, dibujar, esquematizar.
Comienza con el rostro de Mroué –el monitor más pequeño, central, sobre una mesa en el escenario–, el panel del auxiliar en blanco y las manos del locutor sobre los cuadernos muy manoseados, cargados de recortes de prensa originales y fotocopias del caso. Comienza abriendo y moviendo los cuadernos con agilidad, el panel en blanco comienza a rellenarse con un aviso tipo disclaimer que marcará el límite del toda la pieza, el rostro de Mroué se mueve adelante-atrás como una manguera a presión que va liberando la fuerza acumulada. Una premisa: «cómo/dónde han podido desaparecer las personas en el Líbano». De un cuaderno, reseñas de decenas de desaparecidos. En el panel se advierte: «esta performance no está tratando de buscar la verdad, la no-verdad, ni quién es el culpable, ni quién el inocente,…» Y deja claro que es muy posible que se haya cometido un crimen, posiblemente haya desaparecido mucho dinero y que todo conforme un affaire (más) de corrupción político-económica en el Líbano.
El caso es real, los recortes de periódicos son auténticos y, sin las dianas de la verdad y la mentira, Mroué busca un espacio cuántico donde desarrollar la pieza sobre persona desaparecida: ˝he is absent and he’ll come back, I need that, he is and he is not, present and disappeared, dead and quite alive, … he kepts everything on hold˝. El panel gira para dejar en el revés el «aviso interpretativo» y vuelve a blanco. Las manos mueven los cuadernos sin cesar, ilusionismo: el de abajo pasa arriba, lo abre, lo muestra, una página, otra, señala, comenta, despliega un recorte, las manos se muestran vacías, lo cierra, coge otro abajo y lo abre para apostillar algo, lo cierra, coge un tercero. El relato se ciñe siempre a la cronología temporal. Empieza con la esposa del desaparecido que difunde su demanda de información sobre el paradero de su marido. Varios días seguidos. Se publica un artículo que inicia el caso periodístico al haberse esfumado también mucho dinero. Los dedos señalan los titulares del periódico libanés, las manos se abren y giran, se apoyan en los titulares; ejecución medida que recuerda a un pianista tocando las teclas, blancas y negras.
Comienzan interrogatorios a personas, detenciones, sospechosos, cifras de dinero, destino del desaparecido, recortes que se muestran y desaparecen: algunos datos son escritos en el panel auxiliar. Siguiendo la técnica de las miguitas de pan se dejan pistas de los días donde aparecen noticias, rumores, nombres que van y vuelven a escena, algunas flechas relacionan nombres y el dinero esfumado del Ministerio de Economía (el traductor lo denomina «de presupuestos»). Las cifras van apareciendo en el panel en una montaña rusa: las cantidades desaparecidas –todas dispares– oscilan entre menos de uno y más de cuarenta millones de dólares. Aparece el humor: la precisión, esa prima puntillosa de la verdad, no existe, y da risa. Con el dinero aparecen los hilos del titiritero, el quién sabe qué habrá detrás, la mano negra. Zona de confort: la desaparición tenía un precio. Y cambio de escala: crece el escándalo del dinero, R.S. decrece. Se amplía el especular, las rectificaciones, el suponer, los desmentidos. Los recortes de prensa empiezan a hablar de otros recortes de prensa que citan anteriores recortes. Todo parece una partida de pinpón con varias bolas en juego donde, además, se pierden. Sobre el escenario el ilusionista y los cuadernos que se abren, despliegan y cierran, el panel se llena de nombres, cargos, círculos, tachones, cifras. Se remite a un género híbrido de investigación periodística y detectivesca. Así, el panel donde se apuntan las pesquisas y las relaciones, el trajín de las pruebas y el humor mismo apuntan al género policíaco televisivo. La cabeza parlante es un elemento clásico del periodismo informativo de los noticiarios.
Mroué vuelve a echar mano del comodín del humor al llenar varios minutos con música justificándola con que no se tienen noticias del caso durante diceiséis días. Una espera sobre la espera cuántica inicial. We hold. El caso deriva hacia las instancias más altas de la administración libanesa: titulares a cuatro columnas, aparecen los grandes principios políticos de la lucha contra la corrupción, los titiriteros son ahora los muñecos. Más complejidad y los hilos se pierden muy arriba. El tono inicial es un tono frío ceñido a la descripción del relato en la voz de la esposa del desaparecido que reclama una explicación. Cuando las versiones se multiplican el autor comienza a enfatizar las diferencias. No toma parte por ninguna de las versiones sino por surfear en ese tubo que conforman la ola de información y contra información. Ceñido a la cronología no se rinde al ruido de fondo que crece al complicarse la trama. Su narrativa nunca llega a descarriar en el absurdo o en hacer creer al espectador que es un ejercicio estéril este abrir y cerrar cuadernos, este peregrinaje de versiones en recortes. Con propiedad: no quiere perder los papeles.
Al final hay una necesidad de fragmentación que el desenlace acentúa. La pieza se cierra con una triple desaparición. Mroué cede su monitor a una grabación con un clérigo. En el panel la barahúnda de nombres, iconos, tachaduras, flechas es impregnada en un disolvente para que un paño anule todo rastro de especulación. Los cuadernos cerrados todos, inanimados, indican la conclusión del caso. Final: un bucle de Mroué mirando fijamente a la cámara sin articular palabra, cuadernos callados, panel borrado. Cualquier coincidencia con la realidad no es verdad, no es mentira. Ni tampoco ficción.
* Rabih Mroué (Beirut, 1967) es autor teatral, ensayista y artista. Vive entre Beirut y Berlín. Su trabajo reflexiona de manera crítica sobre los usos de las imágenes en las narrativas oficiales.
Enlaces
http://www.bulegoa.org/busca-empleado-desaparecido-rabih-mrou
http://en.wikipedia.org/wiki/Rabih_Mroué
Jorge Laespada
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