Virginia Woolf

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‘La mecanógrafa de Virginia Woolf’, de Mireia Corachán Latorre
Cuadranta Editorial

“En Occidente, el rebelde individualista cuenta con un intuitivo prestigio: luchar contra la corriente, significarse, destacar, saber mantener valores propios contra prejuicios del grupo dominante, son actitudes apreciadas incluso aunque no se compartan las referencias políticas o morales del disidente”.

Esta reflexión del filósofo Fernando Savater, publicada en el prólogo del libro de Yukio Mishima, ‘El marinero que perdió la gracia del mar’, palpita en la segunda novela de Mireia Corachán Latorre, ‘La mecanógrafa de Virginia Woolf’ (Cuadranta Editorial), tras su primera ‘El molino’ (2021) y el libro de relatos ‘Luces de Neón’ (2020). 

‘La mecanógrafa de Virginia Woolf’ es un homenaje a la escritora inglesa (Londres 1882-1945), tal y como de manera subliminal podemos deducir del título. No cabe duda que Virginia Woolf fue una de esas “rebeldes individualistas” a las que se refiere Savater. La escritora nadó contra la corriente que determinaba su destino personal, social y laboral como mujer, en ese final del siglo XIX y principios del XX.

La novela de Mireia Corachán Latorre, que se publicará en breve, agita la admiración  no sólo hacia la obra de la escritora modernista Virginia Woolf, sino también hacia su talante valiente para sostener y defender una actitud contestataria y reivindicativa, no sólo en el ámbito de  la escritura, sino, además, en el privado y el público.

Una conducta que literariamente quedó plasmada en el estilo, en los personajes y en las historias de sus obras. Será en el libro ‘Una habitación propia’,  el  más emblemático a este respecto, donde la autora dejó explícitamente condensada la postura y el pensamiento feminista.

Cubierta de ‘La mecanógrafa de Virginia Woolf’, de Mireia Corachán Latorre.

Un libro que se inicia con esta contundente respuesta y sincera opinión de Virginia Woolf sobre la relación de la mujer y la literatura : “Pero, me diréis, le hemos pedido que nos hable de las mujeres y la novela. ¿Qué tiene esto que ver con ‘Una habitación propia’? Intentaré explicarme. Cuando me pedisteis que hablara de las mujeres y la novela, me senté a orillas de un río y me puse a pensar qué significarían esas palabras (…)”

“Nunca podría llegar a una conclusión. Nunca podría cumplir con lo que, tengo entendido, es el deber primordial de un conferenciante: entregaros tras un discurso de una hora una pepita de verdad pura para que la guardarais entre las hojas de vuestros cuadernos de apuntes y la conservarais para siempre en la repisa de la chimenea”.

“Cuanto podía ofreceros era una opinión sobre un punto sin demasiada importancia: que una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas; y esto, como veis, deja sin resolver el gran problema de la verdadera naturaleza de la mujer y la verdadera naturaleza de la novela (…)”.

Estas palabras de Virginia Woolf evidencian la fuerza y la riqueza de sus ideas, más allá de las convenciones del momento histórico en que vivió. Por estas palabras y, obviamente, por el conjunto de su obra, Woolf se ha convertido en un referente de muchas de las noveles escritoras actuales, como es el caso de Mireia Corachán Latorre.

Tal y como ella misma reconoce: “’La mecanógrafa de Virginia Woolf’ surge de mi admiración por esta gran autora que es Virginia Woolf; por su prosa lírica, nunca antes experimentada en literatura, y por su capacidad para recrear y retratar los sentimientos y pensamientos internos de sus personajes como un rumor, como las olas que dan título a una de sus obras. Además, reconozco su mirada y su lucha aperturista y rupturista hacia las convenciones de su época. Esa época victoriana y postvictoriana donde las mujeres, las sufragistas, iniciaron la lucha por la reivindicación de los derechos, como fue el voto de las mujeres”.

Una admiración que la autora traslada al personaje principal de su novela, Laura Heynes, la mecanógrafa de Virginia Woolf, la cual narra: “Pasé siete noches, con todas sus horas, tecleando: letras, sílabas, palabras, oraciones, párrafos y capítulos, de la que sería la primera novela de Virginia. Mi propio mundo desapareció para integrarse en el personal imaginario de la autora (…) Casi a la vez, descubrí mi amor por Virginia, y por la literatura”.

La escritora Virginia Woolf.

Ahora bien, Corachán Latorre, al igual que su personaje de ficción, Laura, no sólo está atraída por la calidad literaria de la escritura de Virginia Woolf y de su actitud contestataria ante ciertos valores tradicionales de su época, sino también está cautivada por la herida psíquica que devastó la vida de la escritora: por ese abismo de melancolía, por esas crisis de locura que Woolf sufrió a lo largo de su vida.

Virginia Woolf estaba arrasada por “el sol negro de la melancolía”, verso con el cual el poeta Gérard de Nerval describe la enfermedad de la tristeza en el poema del ‘Desdichado’. Un sol negro que sumía a la escritora en un dolor incomunicable hasta hacerla perder el gusto por cualquier palabra, incluso el gusto por la vida. Tal y como ocurrió aquel 28 de marzo 1941, cuando Virginia fue absorbida por la desesperanza.

Mireia Corachán explica que, aparte de la obra de Woolf, le interesa “la enfermedad mental que sufría, la cual la abocó a un final trágico por ausencia de un tratamiento adecuado”. Un interés que la autora traslada también al personaje y narradora de la novela, Laura, su alter ego en esa fascinación por la salud mental: “Sentía el dolor de Virginia como propio, y me preguntaba cómo podría ayudarla. Comencé a leer sobre psiquiatría y psicoanálisis casi de forma enfermiza. Memoricé cientos de dolencias y sus tratamientos, y me adentré en el oscuro pasado de la cura de enfermedades mentales”.

Ahora bien, a los lectores de la anterior novela de la autora, ‘El molino’, no nos debería sorprender la inclinación de Corachán Latorre por componer la trama de ambas historias con un personaje femenino habitado por el dolor mental. Traigamos a colación las palabras de la protagonista de ‘El molino’: “He sufrido un brote psicótico (…) Sin anestesia, recibo esas palabras como quien recibe un tiro en la nuca.  Deseo morir de pronto, incapaz de asimilar la locura”, confiesa la protagonista, tras recibir el duro diagnóstico de la psiquiatra.

Portada de ‘El molino’, de Mireia Corachán Latorre.

Palabras, las de la protagonista de ‘El Molino’, que encuentran eco en las escritas por Virginia Woolf en la nota de suicidio que dejó a su marido Leonard: “Estoy segura de que me vuelvo loca de nuevo. Creo que no puedo pasar por otra de esas espantosas temporadas. Esta vez no voy a recuperarme (…).”

En el fondo de las dos novelas de Mireia Corachán Latorre subyace la locura que portan los personajes femeninos. Una locura que atraviesa la historia hasta enlazarse con la narración. En ese punto, la narración, al igual que el discurso de la locura, desintegra el orden lógico del tiempo: presente y pasado se fusionan, se alternan o se desplazan de manera muy sutil. 

La misma sutiliza que se aprecia en el modo en que la autora combina la ficción novelada y la realidad biográfica. La ficción está enmarcada en el personaje de la mecanógrafa y la realidad biográfica, en el personaje de Virginia Woolf. Será la historia y el punto de vista como narradora de la mecanógrafa, quien presente a Virginia Woolf y al grupo Bloomsbury de intelectuales, del cual fue miembro activo, dándonos retazos de su obra literaria y de sus dolorosos brotes melancólicos. 

Advirtamos que ‘La mecanógrafa de Virginia Woolf’ es la historia de Laura Heynes, un personaje ficticio; ni nada menos, ni nada más. Como ella narra al inicio de la novela: “Sobreviví a Virginia Woolf, pero no he logrado reponerme de su muerte. Tomo la pluma entre mis manos y busco consuelo. Intento disipar la melancolía, poner en orden los recuerdos de toda una vida desde el principio, cuando el tiempo aún se desperezaba”. Su historia es la historia de una obsesión por Virginia Woolf.

Mireia Corachán Latorre, autora de ‘La mecanógrafa de Virginia Woolf’.