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‘Lobo feroz’, de Gustavo Hernández Ibáñez
Versión de la película israelí ‘Big bad wolves’, de Aaron Keshales y Navot Papushado
Con Adriana Ugarte, Rubén Ochandiano, Javier Gutiérrez, Juana Acosta, Antonio Dechent y Fernando Tejero
105′, España | Bowfinger International Pictures y Lobo Feroz AIE, Mother Superior, Esto También Pasará y Basque Films, 2021
Distribuye: Filmax
Preestreno en Cines Kinépolis València
Estreno: viernes 27 de enero de 2023
El suspense por descubrir si Elías (Rubén Ochandiano) –un introvertido profesor de música– es el pederesta asesino en serie al que persigue Alonso (Javier Gutiérrez) –un policía que no duda en utilizar métodos al margen de la ley que representa para sonsacarles la verdad a los supuestos delincuentes– atraviesa la trama de ‘Lobo feroz’, la película de Gustavo Hernández Ibáñez que se estrena el 27 de enero y que tuvo su preestreno en los Cines Kinépolis de València.
Suspense al que se suma Matilde (Adriana Ugarte), una mujer ofuscada por la muerte de su hija, víctima también del pederasta que decapita las cabezas de las niñas tras previamente torturarlas. Convencida de que Elías es dicho asesino –coincidiendo en ello con el policía Alonso, a falta de pruebas- no dudará en secuestrarlo para que, en el sótano de su casa, confiese su culpabilidad utilizando las mismas torturas que practica el pederasta.
Saber si Elías es inocente o culpable, para calibrar el grado de la venganza, es una de las cuestiones que se aducen para no desvelar el final de la película. De manera que el suspense se erige como el motor de un relato que, una vez descubierta la identidad del asesino tras el primer visionado, perdería su atractivo. En este tipo de thrillers de suspense nos hallaríamos, por tanto, ante dos películas: la que se deriva del desconocimiento del desenlace -y que mantiene al espectador en vilo- y la que, ya conocido su final, propicia una mirada menos apasionada.
Sin embargo, conviene decir que, tanto en un caso como en otro, más allá de los juegos lógicos que el espectador pueda llevar a cabo siguiendo las pesquisas que ofrecen los propios personajes del relato, lo que de verdad se moviliza es el deseo del público atraído por unas conductas extremas tan reprobables como poseedoras de una fuerza pulsional que, aún en su rechazo, nos fascinan.
“Ese es el poder de la película, que cada uno siente muchas cosas y ha de dejar al juez que lleva dentro y sentarse en la butaca vibrando con lo que pasa, sin plantearse por qué hace Matilde lo que hace, si debe o no debe hacerlo, qué consecuencias puede tener. Es una película con muchas disquisiciones y una especie de viaje sensorial”, explica Adriana Ugarte.
“No se puede desvelar si mi personaje es o no culpable, sino que la cosa se sostiene en torno a la pregunta de quién es realmente el lobo feroz”, apostilla Rubén Ochandiano. ‘Lobo feroz’ que resulta ser una versión de la cinta israelí ‘Big bad wolves’, de Aaron Keshales y Navot Papushado, quienes lograron el premio a la mejor dirección por su película en el Festival de Sitges de 2013.
Y un lobo feroz que se le aparece literalmente a Matilde en diversos momentos del filme, a modo de trasunto sobre las ligazones que puedan existir entre su conducta psicopática y la propiamente animal. O, por decirlo de otra manera: entre la animalidad que nos constituye, en tanto seres humanos atravesados por la ignota fiereza de nuestros orígenes, y la cultura que, supuestamente, debiera contenerla.
“Mi relación con el lobo feroz es compleja e intuitiva también. Matilde lleva un colgante con esa figura del lobo que le regaló su madre -a la que no vemos en toda la película-, de manera que los encuentros fugaces con ese lobo feroz a ella también le sorprenden, de forma que tiene que descubrir qué significan”, sostiene Ugarte.
Y añade: “Sucede algo, que nos pasa mucho en la vida, de querer leer las señales que se nos aparecen a favor de tus objetivos y de tu voluntad, y eso me parece muy tierno. Esos encuentros con el lobo le llevan a Matilde a suscribir sus actos y la impulsan a dirigir su acción con más fuerza, desgarro y violencia; con más convencimiento y más razón”.
La venganza, que no deja de ser ese ojo por ojo del que Gandhi advirtió que solo servía para construir un mundo de ciegos, se convierte en el eje nuclear de una trama que, no obstante, apunta en la dirección precisa del instinto animal vinculado con la más sadiana pulsión humana.
“Absolutamente. Lo que hace esta mujer es abominable. Entonces, lo que cabe preguntarse es si, a causa del mismo hecho abominable que uno padece, se pueden llegar a realizar determinados actos. Hablamos de una justicia que trasgrede el marco de lo legal”, subraya Ugarte.
“Lo que pasa es que a mí me interesa poco, desde este lado del oficio como actor, adjetivar a los personajes, porque lo importante es suscitar en el espectador emociones relacionadas con ese lobo feroz al que alude la película, y que cada cual saque sus conclusiones”, agrega Ochandiano.
En cierto momento de la película, Matilde está a punto de atropellar con su camioneta a Elías, quien se detiene estoicamente en mitad de la calle, para que el vehículo pase sin que le ocurra nada. “Matilde cree saber que ese hombre es el asesino de su hija, pero ¿nos podemos fiar de una chica con una infancia y una adolescencia traumáticas, que acaba de salir de la cárcel y ha perdido a su hija? Es una mujer con muchos conflictos y cuya percepción puede estar distorsionada”, afirma Ugarte.
“Es un combate dialéctico, moral e intelectual de dos posiciones vitales. En el fondo, hablamos de seres y almas destinados a encontrarse casi para pagar una deuda kármica. Más allá de quién sea o no culpable”, sostiene Ochandiano, quien, por encima de la proliferación o no de psicópatas en el cine contemporáneo, se centra en el atractivo que destilan esas almas perdidas: “La mente humana es fascinante y, como tema narrativo, apasionante”.
“Son personajes, además, muy matéricos. A mí, como espectadora -saliendo de mi propio papel en la película-, lo que me sucede es que quiero saber más de estos personajes, porque son personajes que te arrastran”, dice Ugarte, antes de adentrarse un poco más en esa venganza que rige el destino de su Matilde.
“La venganza es algo atávico, animal. Tú ves una pelea entre animales y al final es una acción reacción. En los seres humanos, se lleva a cabo, pero con más tiempo. Si ves una pelea de perros, cuando uno ataca y el otro no se defiende, mostrando sumisión, puede ocurrir que el otro, una vez establecida su jerarquía, finalice la pelea, o bien que el otro, al seguir siendo un riesgo para la manada, termine siendo aniquilado».
“Reprimir la venganza requiere reflexión y voluntad”, precisa Ochandiano. “He hecho el símil con los animales” -prosigue la actriz-, “pero en ellos no existe la venganza, es pura reacción instintiva. En el humano, por el contrario, hay una elaboración y una toma de decisión que te lleva a esa venganza”. “Hay algo, en esta cosa de no poder reprimir aquello que ocasiona la venganza, más lobuno que humano”, agrega el actor.
“Antes de embarcarse en un viaje de venganza, cave dos tumbas”, afirma Confucio. ¿La venganza sirve para cerrar heridas?
“No sirve; no las cierra nunca. El dolor por la ausencia de lo perdido no se recupera ocasionando más dolor. Y el placer mínimo que puedes sentir ante el sufrimiento ajeno, porque así piensas que homenajeas al objeto perdido, no es equiparable a lo que sientes, a la pérdida y al agujero de la ausencia”, apunta Ugarte. “Es verdad que las heridas tienen que purgarse y que si a alguien, algo le duele, es más saludable transitar ese dolor. Pero al final, la única forma de sanar es estar en paz”, concluye Ochandiano.
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