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‘RRR’, de S.S. Rajamouli
Con N.T. Rama Rao Jr., Ram Charan y Olivia Morris, entre otros
185′, India | DVV Entertainments 2022
Netflix
‘Grease’, ‘JohnWick’, ‘Orgullo y Prejuicio’ e ‘Indiana Jones’ mezclados en una batidora, servido con espíritu de revolución india y aderezado con una de las hermandades más tiernas y sinceras jamás vista desde ‘Cuenta conmigo’. Dicen los más sabios que quien mucho abarca poco aprieta, sin duda porque no llegaron a conocer a S.S. Rajamouli (India, 1973) ni a su talento y ambición cinematográfica. ‘RRR‘ es todo.
En la década de 1920, Bheem, el jefe de una pequeña tribu de India, se infiltra en la capital del país para rescatar a una niña secuestrada por los colonizadores británicos. Rama Raju es un oficial indio del Raj (Gobierno colonial de la Corona Británica en India) cuya misión es capturar a Bheem para lograr un secreto objetivo. Ambos establecen una sincera amistad mientras se mienten en pos de sus destinos.
185 minutos de patriotismo hindú no parecen, a priori, una de las mejores recetas para triunfar en el universo cinematográfico actual, repleto de superhéroes entallados, grandes estrellas y universos americanizados hasta el tuétano.
No obstante, Rajamouli ha confeccionado un objeto excepcional e inconfundible –con cámaras igual de lentas que épicas, al más puro estilo Snyder, tigres, amor y musicales– que ha conseguido traspasar las fronteras del país asiático y ha dado un golpe en la mesa de Hollywood y Netflix. 185 minutos se hacen cortos. Quieres más.
Raju y Bheem no se distancian tanto de Spiderman o de Batman. En su primer encuentro (y sin mediar palabra alguna entre ellos), utilizan una moto, un caballo y una bandera de forma inaudita y casi sobrehumana para proteger a los suyos. Como si el alma de James Bond y Jason Bourne se personificasen en los protagonistas de ‘RRR’, solo que, además, saben bailar. Y cómo bailan.
La parte musical y de danza no es uno de los muros principales de construcción del filme. Sin embargo, las coreografías dotan a los protagonistas de cercanía, de bondad, de pureza, de vida. Su incansable baile enfrentando a los británicos colonizadores y su banda sonora oficial extraordinaria (con nominación a mejor canción original en los Óscar incluida) no descolocan al espectador, pese a la tristísima y lacerante historia que hay detrás.
El jolgorio, las peleas dignas de ‘Matrix’, las canciones, los animales salvajes, las aventuras exorbitadas, lo bélico, el amor y el patriotismo conforman un producto apabullante, acelerado, con muchas aristas. No obstante, la macedonia de sentimientos no produce un objeto disonante e incongruente, sino que crea, con una oda a la diversión cinematográfica, un filme con ritmo frenético, impensable, pero real.
La irrupción volcánica de ‘RRR’ y su éxito internacional supone una gran reflexión para con el mundo del cine. La vida cinéfila posee fronteras alejadas de Scorsese, Marvel y Estados Unidos. No hay élites intelectuales ni placeres culpables ni masas inconscientes que siguen, cual rebaño, unas directrices determinadas. El gran público ama el cine, ama vivir con él. Da igual que provenga del norte de California, de Albacete o de Nueva Delhi: lo único que merece la pena es deleitarse con el séptimo arte.
La sinceridad es imparable y poderosa, cuando un objeto la posee se transpira y es imposible no detectarla. Este filme, a través del amor, la originalidad y la valentía, evita ser una fotocopia mil veces producida en busca de beneficio económico. Simplemente, quiere contarte una historia, que formes parte de ella y que la vivas. En eso consiste el cine.
‘RRR’ atropella sin miramientos a sus espectadores, pese a ello, es un impacto que se agradece. Al igual que una fiesta sorpresa de cumpleaños, después del sobresalto y del asombro inicial, eres feliz. Se acepta inmediatamente el guateque, agarras un vaso, algo de picar y empiezas a bailar. Sin preguntas, solo importa disfrutar.
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