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‘Mari(dos)’, de Lucía Alemany
Guion: Pablo Alén y Breixo Corral
Reparto: Ernesto Alterio, Paco León, Celia Freijeiro, Raúl Cimas, Emma Hernández, Lucía Gómez, Kirill
Bunegin
102′, España | Telecinco Cinema, Ciskul,Think Studio, Mediaset España y Movistar Plus+, 2023
Cines Kinépolis de València
Estreno: viernes 10 de marzo de 2023
Pasando por alto la bigamia inscrita en el título de la película ‘Mari(dos)’, que parte de la idea del enfrentamiento entre dos hombres –Emilio (Ernesto Alterio) y Toni (Paco León)– casados con la misma mujer –Laura (Celia Freijeiro)–, bigamia penada por ley en nuestro ordenamiento jurídico, Lucía Alemany aprovecha la licencia poética para plantear a modo de western tan insólito descubrimiento.
Así arranca, de hecho, el filme: descubriendo atónitos, ambos maridos, que las respectivas esposas que buscan entre los heridos en un hospital de montaña, por un alud de nieve ocurrido en una estación de esquí, resultan ser la misma mujer. A partir de ahí, las diferencias entre ambos hombres, de caracteres bien distintos, darán lugar a episodios de rabia contenida, cierta violencia explícita, odiosas comparaciones, encontronazos, desafectos y, finalmente, afectos insospechados.
“Pensé en rodarlo como un western, porque quería darle un toque especial. Se podía rodar una comedia al uso, y no esforzarme más, o que tuviera una huella singular y opté por esto último. Estos dos personajes están enfrentados en un duelo, por el tema de la mujer, y quería mostrar ese enfrentamiento como si fuera un western, aunque al final no acabaran a tiros, sino todo lo contrario”, explica Alemany.
Para la directora de ‘La inocencia’ –ópera prima con la que esta realizadora de Traiguera (Castellón) obtuvo siete nominaciones a los Premios Gaudí y dos a los Premios Goya–, el típico macho del western clásico, “ahora evoluciona, cambia y entra en la fragilidad, dejándose querer por su amigo”, lo cual lleva a pensar en ‘Brokeback Mountain’ (2005), el filme de Ang Lee sobre dos vaqueros que se enamoran, mientras trabajan en el pastoreo de ovejas en un espacio ficticio de Wyoming.
“’Brokeback Mountain’ apareció en montaje, sobre todo en la escena de tensión sexual entre Emilio y Toni, y durante mucho tiempo estuvo el tema presente; a la compositora de la música le llegó incluso esa referencia. Pero en el momento en que decidí hacer un western no estaba tirando por ahí. Decidí rodarlo como un western antes de que esa secuencia entre ellos dos apareciera. El guion, de hecho, estuvo muy vivo, y esa secuencia apareció ya muy al final”, subraya Alemany.
Su intención era, precisamente, huir de esa masculinidad entendida a golpes de pecho, para que emergiera esa otra más afectuosa, acorde con los tiempos de la sociedad líquida de la que habla el sociólogo Zygmunt Bauman. “El hombre al que se le ha enseñado a competir, a pelear, al duelo, al enfrentamiento, al orgullo, qué pasa si, de repente, se le quita todo eso. Pues lo único que pasa es que te puedes unir y puedes reparar vínculos con tu familia, saliendo juntos todo mejor”.
El núcleo de la película dice estar en el personaje de Emilio –“alguien totalmente insoportable”–, cuyo carácter lleva a comprender al personaje de Laura, su mujer, “porque entiendes que le sea imposible mantener una relación con este señor. Es una mujer que tiene unas relaciones afectivas por descubrir y las cumple”.
En cualquier caso, tampoco esta mujer en coma –que luego despertará para dar explicaciones acerca de su inaudita bigamia– se halla a gusto con el más consentidor Toni, dando lugar a una búsqueda constante de nuevas experiencias. “Aunque una mujer sea esposa y sea madre, también tiene sus necesidades de explorar nuevos gustos. No es la típica mujer clásica, como la de Pedro Almodóvar, en ‘¿Qué he hecho yo para merecer esto?’. Esta Laura despierta del coma y despierta poderosa en busca de lo que le apetece”, señala Alemany.
De hecho, el coma en el que se encuentra Laura –tal y como descubrirán ambos maridos– no está causado por el alud, sino por lo que llaman “un Carradine”, es decir, la “asfixia autoerótica” por la que murió el célebre actor David Carradine, al infringirse él mismo cierta incapacidad para respirar con el fin de alcanzar una mayor excitación sexual. Hablamos, por tanto, de una búsqueda del placer que a Laura le lleva al borde de la muerte, de la que se recupera para proseguir en su búsqueda de nuevas satisfacciones.
Del título de ‘Mari(dos)’ podría derivarse la idea de que hay dos ‘Maris’ también en busca de una relación sexual imprevista al comienzo de su enfrentamiento, aunque Alemany lo despeje entre risas: “No es tanto porque haya como dos ‘Maris’, sino con que ¡Mari, tengo dos!”.
Los hijos de ambos matrimonios –dos niñas, en el caso de Emilio, y un adolescente ruso adoptado, en el caso de Toni– adquieren protagonismo en la película, porque son los que también les obligan a reconducir las sólidas posturas iniciales de ambos hombres. “Los niños son puros y lo que sienten lo dicen. Hay algo instintivo en saber lo que quieren. Son los adultos los que les van domando y entonces ahí les confunden”, apunta la directora.
“Los niños –continúa diciendo–, dentro del lógico encauzamiento, son más libres y están más conectados con su ser y con lo que quieren. Lo que no me parece lógico, por ejemplo, es que en la escuela no se potencien sus dones, que no vayan a la escuela a descubrir cuáles son sus virtudes, sino a estar ocho horas sentados en una silla a hacer las cosas bien. Me da la sensación que, como sociedad, no estamos educando a unos niños para que conecten con la autenticidad de su ser”.
‘Mari(dos)’, reconoce Alemany, es una película cuya apuesta ha sido “arriesgada, porque nadie pensaba que tenía que ser rodada como un western o que tenía que trasladar unos mensajes sociales actuales. Ese no era el propósito, pero al aparecer yo en escena, lo propuse, y desde producción fue una valentía, de manera que un aplauso por ellos. Siento que he rodado con un presupuesto decente y he podido canalizar toda mi creatividad al máximo”.
Lo del traslado de ciertos mensajes actuales chocaría con el espíritu mismo del acto creativo, en principio destinado a cuestionar la eficacia de los discursos, por cuanto el arte es un espacio de interrogación, más que un lugar de eficiencia probada e ideologías firmes y cerradas. “El mensaje siempre es un poco tirano; yo no creo en la verdad absoluta”, subraya. “De manera que cuando te planteas una película lo haces para poner interrogantes. Yo siempre voy a lo relativo; no me gustan los mensajes absolutistas”, añade.
La diferencia entre su primera película –‘La inocencia’– y este su segundo trabajo ‘Mari(dos)’ es que, en su ópera prima, “es peor la película que el guion y, en cambio, en esta otra, la película está por lo menos a la par que el guion”, sostiene, para apostillar que se encuentra “satisfecha” con el filme que ahora se estrena, porque su trabajo como directora “ha hecho brillar ese guion”.
Cuando presentó ‘La inocencia’, ya comentó que tenía en mente una película con cierto trasfondo de realismo mágico. “La haré, no sé si en esta vida o en la siguiente”, afirma entre risas. Y concluye: “El primer paso era entrar en el cine comercial, porque esa película de realismo mágico que quiero hacer tiene un presupuesto muy elevado, de manera que hay que ir subiendo pasito a pasito, hasta que tenga la experiencia y el nombre suficiente para poder hacerla”.
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