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‘Las olas del espacio–tiempo: la revolución de las ondas gravitatorias’, de Matteo Barsuglia
Alianza Editorial, 2023
Galileo, padre de la astronomía moderna, fue catalogado como la primera persona en direccionar un telescopio al cielo observando así los satélites de Júpiter, pero no fue hasta 1666 cuando un joven británico de 23 años llamado Isaac Newton, mientras estaba atrapado en sus pensamientos, observó como una manzana caía al suelo, lo cual le hizo plantearse la siguiente pregunta: ¿si la manzana cae al suelo, por qué no lo hace la luna?
De este modo, llegó a la conclusión de que la fuerza que hacía que las cosas cayeran al suelo era la misma que mantenía las órbitas planetarias alrededor del Sol, es decir, caer es lo mismo que orbitar; a esta fuerza la llamó gravedad.
En 1915, el físico y pensador más importante de Europa en ese momento publicó un artículo en el que generalizaba su ya conocida ‘Teoría de la relatividad especial’. Fue Albert Einstein quien, a través de la que denominó la idea más feliz de su vida, el ‘Principio de equivalencia’, se dio cuenta de que la aceleración y la gravedad son indistinguibles y, por ende, equivalentes.
De este modo, con su ‘Teoría de la relatividad general’ teorizó y, posteriormente, demostró que la gravedad no es realmente una fuerza, sino la deformación y curvatura de un tejido denominado continuo espacio–tiempo.
En la charla organizada por la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación, Cátedra de Divulgación de la Ciencia, del Ministerio de Ciencia e Innovación y FECYT Innovación, el pasado 1 de marzo, en el Colegio Mayor Rector Peset de la Universitat de València, se abordó una de las más famosas soluciones de las ecuaciones de campo de Einstein: las ondas gravitacionales. Las ondas gravitacionales o gravitatorias son un efecto y consecuencia de la propia ‘Teoría de la relatividad general’. Como hemos comentado, dicha teoría afirma que el espacio–tiempo es un tejido deformable a causa de la presencia de materia y energía.
Estas ondas se producen debido al movimiento de objetos muy masivos, al igual que dejar caer una piedra en un estanque provoca ondas de agua, el movimiento de estos objetos provoca la dilatación y contracción del propio espacio–tiempo, dando lugar a estas ondas.
Todo esto es lo que nos explica el físico Matteo Barsuglia en su libro ‘Las olas del espacio– tiempo: la revolución de las ondas gravitatorias’, en el que nos expone su experiencia en este campo de estudio durante una presentación mediada por la matemática y astrofísica Isabel Cordero.
Respondiendo a las preguntas realizadas por Cordero, Barsuglia nos cuenta cuáles fueron sus primeras impresiones al escuchar la detección de las ondas gravitacionales: “En la transmisión se puede oír lo que denominamos baile, el momento en el que los dos agujeros negros rotan sobre ellos mismos perdiendo energía y formando así las ondas gravitacionales».
«Más adelante –prosigue–, se escucha el pico más alto haciendo referencia a la propia fusión de estos entes del universo, dando así lugar a la última parte: la relajación, momento donde el agujero negro final adopta su forma más estable”.
“Casi nadie se lo podía creer. Estuvimos trabajando durante un mes para descartar cualquier tipo de sonido externo o hacker que hubiera producido dicha interferencia”, afirmó Barsuglia, mientras comentaba su propia experiencia en el acontecimiento.
A lo largo de esta conferencia, Isabel Cordero lee a los asistentes algunas de las más interesantes partes del reciente libro, entre ellas la doctora nombra una lista compuesta por algunos de los más célebres científicos del siglo XIX y XX, preguntándole al conferenciante con cuál de ellos desearía realizar una publicación, a lo que el físico responde: “Es una pregunta muy difícil porque todos ellos son brillantes».
«Sin embargo, si tuviera que escoger a uno, me quedaría con Michael Faraday, el mayor genio experimental de la historia. Un hombre cuyos avances en el campo del electromagnetismo han sido fundamentales para el desarrollo de la humanidad”.
“Si tenemos en cuenta que la luz es una onda formada por partículas, los fotones, lo más coherente es pensar que estas ondas gravitatorias también estén formadas por partículas, los hipotéticos gravitones», comentó el científico.
«Según la ‘Teoría cuántica de campos’, las partículas son excitaciones de menor energía de un campo cuántico, entonces, si las ondas gravitatorias se desplazan por el propio espacio, ¿eso querría decir que ese espacio se comporta como un campo cuántico?”, preguntó Barsuglia, a lo que el físico junto con su compañera Isabel Cordero respondieron que, debido a la falta de una teoría cuántica de la gravedad, no se puede asegurar que estas ondas gravitatorias, al igual que sucede con la luz, estén formadas por partículas, ya que se conoce ni su naturaleza ni su origen.
Con todo esto, podemos asegurar que, durante una hora de conferencia, ambos profesionales han ofrecido una charla que nos ha hecho viajar desde los principios del universo hasta la primera captura de ondas gravitatorias en 2015.
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