#MAKMALibros
Fernando Sánchez Dragó entrevista a Gonzalo Torrente Ballester
‘Negro sobre blanco’
Café Novelty de Salamanca
TVE, 29 de junio de 1998
Gonzalo Torrente Ballester (1910-1999) había dejado de frecuentar el Novelty con regularidad. Apenas adiviné su presencia, modesta y espectral, durante mis primeros cursos universitarios, a mediados de los noventa, si bien el peculio que constituía mi magra asignación mensual no invitaba a atravesar su puerta giratoria de latón dorado.
Aquella mañana primaveral de 1998, un heteróclito grupo de individuos bullía en las inmediaciones del Café. Algunos compañeros de Facultad, ociosos y nicotinizados, acercamos la inquietud para tratar de adivinar lo que sucedía en su interior. El mentidero que poblaba el deambulatorio de la Plaza Mayor de Salamanca afirmaba que el escritor gallego había fallecido y le estaban procurando un improvisado homenaje que, por otra parte, no demoraría en celebrarse unos meses después –antes, eso sí, de que el escultor cacereño Fernando Mayoral lo cincelara en bronce a la vera de su mesa predilecta–.
Sin embargo, unos minutos más tarde acontecía, en mangas de camisa, Fernando Sánchez Dragó (1936-2023). El escritor recalaba, ‘Negro sobre blanco‘, para entrevistar a un díscolo Torrente Ballester que apenas concedía oxígeno a la prosodia del periodista madrileño. Dragó, huérfano de americana y atril, se inquietaba semidesnudo sobre el mármol, que se le hacía tan estrecho como las sintéticas respuestas del autor de ‘La saga/fuga de J. B.’.
Hacía poco más de un año que Sánchez Dragó había retornado a Televisión Española, dando epílogo nocturno, literario y dominical al carrusel futbolístico que tantas erupciones le provocaba: “Yo no soy de esos borreguitos, esclavitos y analfabetitos, lectores del Marca y el As o cualquiera de esas bazofias. El fútbol debería estar prohibido o por lo menos debería estar prohibido en televisión y para menores de dieciocho años”, polemizaría en ‘La Noche de Hermida’ (Antena 3) una convulsa noche de marzo de 1993 por la que trasegaron el verbo, et alii, los ínclitos José María García, Alfonso Ussía y José Luis Garci.
Porque ‘Todo está en los libros’ –sintonía de Jesús Munárriz, cantada por Carmen Machado, que venía acompañando la deriva televisiva de Sánchez Dragó desde los tiempos de ‘Biblioteca Nacional’ (1982)– alumbraba el cosmos literario de la medianoche tras la (muy civilizada) caterva polideportiva de ‘Estudio Estadio’.
Desconocíamos, entonces, que Fernando Sánchez Dragó iniciaba con aquella inopinada visita, tal y como recogía la cartelera televisiva, una serie de programas dedicados “a los escritores ya ancianos, pero que siguen publicando libros y forman parte activa de la actualidad cultural”.
Gonzalo Torrente Ballester, regular al dictado “de un rosario de anécdotas sobre las que se asientan los episodios más sobresalientes de una vida que inicia en la madurez”, acababa de publicar la que sería, a la postre, su última obra en vida, ‘Los años indecisos’ (1997), con la que “ha sabido buscar la esencia de lo sencillo evitando ropajes innecesarios y yendo directo al meollo. En principio, digamos que la densidad se ha trocado en concisión, sin abandonar lo eminentemente literario, aunque no alcance el esplendor creativo de un pasado reciente”, rubricaba Ramón Acín en las páginas de Revista de Libros.
Un pasado inmediato que desde el exterior, bajo la tipografía art nouveau del Novelty, intuíamos tan poco como el opositor ferrolano tras aquellos gafones de corto plazo.
–“Fui miope. No veía nada”.
–“En cierto modo, debemos tu literatura a la miopía… Sin eso, hubieras sido un marino de mar llevar”.
–“Claro”.
Torrente Ballester fallecería en los albores de 1999 y Sánchez Dragó, que algo se intuía ante el horizonte de aquel invierno castellano, anticipaba ya el cerco sobre el obituario.
–Gonzalo, tengo que preguntarte, es inevitable (yo creo que todo ser humano debería preguntárselo en cualquier momento de su vida, pero cuando se tiene tu edad, más aún): ¿qué es para ti la muerte? ¿Cómo ves la muerte?
–Llegará… A lo mejor el minuto que viene, dentro de una hora, dentro un día, dentro de un mes… ¡Ah, que le den por saco!
–¿No le das importancia? A lo mejor me muero yo antes que tú.
–Ah, ¿quién sabe?
–¿Tienes algo de miedo, algo de respeto o algo de curiosidad?
–Nada. Curiosidad, más bien.
–Cuando yo te conocí y tú me abriste las puertas de tu casa, tú entonces eras una persona bastante católica, bastante creyente. Ya no sé si lo sigues siendo.
–Sí.
–¿Tú crees en Dios?
–Lo que pasa es que no voy a la iglesia mucho; casi no voy nunca, pero las cosas de la fe siguen siendo las mismas.
–¿Tú rezas, Gonzalo?
–Sí, alguna vez.
–¿Y crees que hay vida después de la muerte?
–Sí, eso sí.
–¿Y que hay cielo y hay infierno?
–Sí, pero no es como pensamos nosotros. Son de otra manera… ¿Cómo? No lo sé.
–Bueno, lo orientales dicen que sí porque creen en la reencarnación. ¿Qué opinas tú de la reencarnación?
–No, yo en eso no creo. No lo he sentido nunca en mí.
–¿Y crees que hay milagros? ¿Crees que, de repente, se producen bruscas rupturas de la realidad, lógica, cartesiana, racional, directa? ¿O crees que son mandangas todo eso de los milagros?
–¿Y tú crees que la realidad es lógica y cartesiana y así…?
–No, yo no lo creo. Tú, tampoco…
–Yo, tampoco. Es un misterio y seguirá siendo un misterio. El único misterio real es la realidad.
“Se trataba solo de pegar un poco la hebra a cuento de la obra y de la vida de Gonzalo Torrente Ballester, gran señor de nuestra letras. Misión cumplida…”.
–Oye.
–Sí, dime.
–Es que es eso: para vivir tengo que escribir un libro, y cada vez son peores…
–[Risas] Eso lo tienen que decir los lectores: si son mejores o peores, ¿no? Y, en todo caso, la posteridad –esa señora de opulentos pechos…–.
–Sí.
A Torrente Ballester le aguardaba aún su obra póstuma, ‘Doménica’ (1999), con la que legar un último parné de fantasías, hayas y armaduras a sus herederos. Sánchez Dragó, en cambio, ni siquiera podía elucubrar, entonces, su propio y muy túrbido porvenir con el que mancillar de oprobio final, hasta el 10 de abril de 2023, “más de ocho décadas exprimidas al máximo, con un balance de cuatro hijos de cuatro mujeres distintas, viajes por todo el globo, guerras, aventuras y polémicas, cincuenta libros, siete mil piezas de periodismo… –y vaya usted a saber cuántas cosas más–”.
“La muerte es el reverso de la vida y siempre la he tenido por compañera. Hay que llevarla sentada en un hombro como llevan su loro los piratas”, confesaba a la periodista Bel Carrasco en una entrevista para MAKMA con motivo de la publicación del segundo volumen de sus memorias, ‘Galgo corredor. Los años guerreros (de 1953 a 1964)’.
Un pirata malo al que la carcoma le hizo serrín el atril de tanto ejercitar el desconcierto.
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