Rafael Guijaro. Photoalicante

#MAKMAArte
‘Al azar de Baltasar, al azar’
Rafael Guijarro
Proyecto NEGRE
Centro Cultural Las Cigarreras
San Carlos 78, Alicante
Hasta el 13 de mayo de 2023

Si en esta ocasión el festival Photoalicante, en su décimo aniversario, ha querido resaltar esa capacidad de la celebración como punto de encuentro, de reflexión y de construcción, no podían faltar otros proyectos que tratan temas afines o que están adheridos a los mismos espacios.

Proyecto NEGRE, colaborador asiduo del festival y que cuenta con programación expositiva propia durante todo el año, presenta, en este contexto, el trabajo de apropiación audiovisual de Rafael Guijarro titulado ‘Al azar de Baltasar, al azar’, que puede verse en la sala de audiovisual de la Caja Blanca del Centro Cultural Las Cigarreras.

Rafael Guijarro presenta su proyecto de una manera directa y sin florituras. Su intervención sobre la película ‘Au hasard, Balthazar’, de Robert Bresson, es sutil pero efectiva. Nos introduce en los cortes de las escenas de manera brusca, ya que en realidad ha sido un algoritmo el encargado de someter estos clips a un ritmo y duración concretos.

Así, el azar, tal y como reza el título, forma parte categóricamente de la pieza. Este algoritmo es, según Mar Reykjavik –quie escribe el texto que acompaña la proyección–, “un algoritmo de aleatoriedad específico con el que desarticula la trama y suspende el sentido”, consiguiendo recrear así un bucle casi infinito y resaltando la significación de la nueva imagen recreada.

A finales de los 70 y principios de los 80, surge en Nueva York la corriente apropiacionista de la mano de artistas como Sherri Levine, Troy Brauntuch o Robert Longo. Parece que la exposición ‘Pictures’, celebrada en 1977, marca un antes y un después, no solo por cuestionar la práctica artística hasta el momento e introducir el concepto de posmodernidad, sino por caracterizarse la mayoría de artistas participantes en entender la imagen desde la significación, apropiándose de esas imágenes tomadas de su alrededor, de la televisión, publicidad o del cine…

La corriente del apropiacionismo dirige sus intereses hacia deslocalizar la autoría y darle poder a la imagen. Toda una declaración de intenciones sobre los preceptos de Walter Benjamin: el aura no se pierde en su reproducibilidad sino que se trata de acentuar o, por lo menos, de ir un poco más allá.

De esta manera, se infiere que uno de los grandes cuestionamientos posmodernos que realiza este arte es el de la noción de autor. Esta pérdida de autonomía que se propone en esos tiempos, enlaza hoy en día con ciertas estrategias de subversión. Rafael Guijarro pretende involucrar al espectador en un continuum que se ve interrumpido constantemente. Quizá la falta de narratividad lineal, esa ausencia del sentido, nos hace dejar de lado la lógica descriptiva y centrarnos en los momentos y personajes. Por ejemplo con el animal, que es llevado de un sitio a otro, le cargan de cestos, sirve de montura…

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Las escenas aleatorias se entremezclan con otras donde él parece el protagonista y nos mira casi estático. Pocas veces se le oye rebuznar, quejarse, su destino corre a cargo de las avenencias del resto de actores de la película. A veces, anda solo, conociendo su destino y, a pesar de la importancia del azar, la mente no puede dejar de intentar otorgarle un sentido, un cierto in crescendo que se realza en la repetición.

El trabajo de Rafael Guijarro se enmarca dentro de un conceptualismo influenciado por corrientes como el oulipo, o por la poesía visual y el cine experimental. De hecho, su formación e investigación se centra en los nuevos medios como la videocreación o el documental creativo, al mismo tiempo que le interesan la escritura experimental y la poesía expandida, tal y como pronto podremos ver en su nueva plataforma editorial ‘Tejido Ajado’, en la que se encuentra trabajando.

En ‘Al azar de Baltasar, al azar’, consigue todo un ejercicio de apropiación, donde los cortes descolocan y donde se fuerza esa narración no lineal –ya pretendida, por cierto, por Bresson– para buscar relaciones remotas entre imagen y texto, entre el medio y su último propósito. Una manera de librarnos de la dependencia postestructuralista, del simulacro del consumo masivo, y que nos lleva a, casi como directores, crear una nueva obra colectiva donde el sentido estético queda atrás y una nueva significación prevalece.