#MAKMAEscena
‘Las guerras de nuestros antepasados’ de Miguel Delibes
Adaptación: Eduardo Galán
Director: Claudio Tolcachir
Intérpretes: Carmelo Gómez y Miguel Hermoso
Productor: Jesús Cimarro
Teatro Olympia
San Vicente Mártir 44, València
Hasta el 30 de abril de 2023
La historia de la humanidad está jalonada de guerras, conflictos bélicos, exterminios y matanzas. Basta repasar el pasado siglo XX, enmarcado entre el genocidio armenio y la guerra de la ex-Yugoslavia, para aquilatar esta terrible realidad. ¿El germen de la violencia es algo innato en la especie humana o se desarrolla a causa del entorno y la presión social? ¿Estamos condenados a reproducir una y otra vez conductas violentas en una implacable dinámica destructiva?
Estas preguntas se planteó el escritor vallisoletano Miguel Delibes en ‘Las guerras de nuestros antepasados’ (1975), un relato que sube a escena en el Teatro Olympia de València, hasta el 30 de abril, en una adaptación realizada por Eduardo Galán e interpretada por Carmelo Gómez y Miguel Hermoso bajo la dirección del argentino Claudio Tolcachir.
En su duodécima novela, Delibes compuso un emotivo canto a la paz, un alegato antibelicista y contra toda forma de violencia centrándose en las guerras que han asolado nuestro país, y lo hizo a través de la figura patética y trágica de Pacífico Pérez, nombre simbólico que encierra un sentido irónico como los de otros personajes de esta obra. Pacífico es un hombre de campo, castellano de pura cepa, bondadoso, conectado a la naturaleza por un vena entre fantástica y poética, que está recluido en un sanatorio penitenciario por haber cometido dos homicidios.
A lo largo de una serie de entrevistas con el doctor Burgueño, psiquiatra del centro, Pacífico recuerda a otros miembros de su familia: el padre, el abuelo, el bisabuelo obsesionados por sus guerras –la Civil, la de África, la carlista– que quisieron hacerle partícipe y posible emulador de glorias pretéritas y, al mismo tiempo se van desentrañando los motivos que le llevaron a matar.
La guerra es la protagonista indiscutible. Como afirma el protagonista en una de sus primera intervenciones, «todos tenemos una guerra como todos tenemos una mujer». La guerra es universal y comparte temas comunes a todas ellas: la violencia, el sufrimiento, la libertad, el perdón o la culpa. Carmelo Gómez interpreta a Pacífico, un personaje poliédrico, variable, cargado de matices y múltiples contradicciones: bondad y maldad, pacifismo y violencia, inocencia y astucia. Como su nombre indica, odia la violencia pero a la vez es poseído por ella.
«Me siento plenamente identificado con Pacífico», dijo Carmelo Gómez durante la presentación de la obra, a la que acudió junto a Miguel Hermoso. «Yo también crecí en un pueblo castellanoleonés, Sahagún, una tierra árida, recia, donde impera una ética difusa, una especie de ley del silencio y se impone el qué dirán de forma coercitiva. He vivido y detestado la violencia con los hijos y los animales, recuerdo con horror la matanza del cerdo, o las continuas peleas entre los chavales de ambas bandas del pueblo. Al final de la obra lo que hay que preguntarse es si el germen de la violencia lo llevamos todos o se potencia más o menos por influencia de lo que nos rodean».
El texto de #MiguelDelibres, #LasGuerrasDeNuestrosAntepasados se sube a las tablas con #CarmeloGómez y @hermosoarnao dirigida por @tolcachirc
— Teatro Olympia (@teatroolympia) April 20, 2023
un laberinto atrapante que florece en cada giro, impregnando nuestros sentidos de imágenes, perfumes, texturas.
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Miguel Hermoso encarna al psiquiatra del sanatorio. «Soy el maestro de ceremonias, una especie de detective que indaga sobre un gran misterio: ¿Por qué un hombre bueno se comporta de forma criminal?, ¿dónde reside ese impulso violento? También hago el papel de puente entre el mundo fantástico de Pacífico y la realidad. En esta obra se plantean temas universales como la justicia, la bondad, el bagaje histórico que arrastramos y el hecho de estar condenados a repetir los errores de nuestros antepasados».
Del texto de Delibes a lo que el público ve en escena «hay una gran distancia», anunciaron los actores, aunque «ninguna de las palabras que se dicen en la función deja de estar en él». El propio Delibes adaptó su novela a una pieza dramática de dos horas; ésta dura una hora y veinticinco minutos. La adaptación requirió un par de meses de trabajo intenso y agotador, al que el director argentino Tolcachir aportó «su mirada virginal» sobre Delibes y Carmelo Gómez el acento leonés al impecable castellano.
Eduardo Galán, dramaturgo responsable de la adaptación escribe: “Desde el nombre del protagonista, ‘Pacífico’, hasta el final terrible de la obra, el autor vallisoletano defendió a lo largo de sus páginas la paz frente a la guerra y la no violencia como camino de vida. Como adaptador he querido destacar el carácter complejo de Pacífico Pérez, su sumisión a los poderosos, su resignación casi franciscana ante un destino grabado en su memoria desde la cuna con las historias de las guerras que le contaban el Abue, el Bisa y Padre…”.
“He respetado el esquema original de la novela de las siete entrevistas mantenidas por Pacífico con el psiquiatra de la prisión –prosigue–. En ellas se expresa con plena libertad, y con el mejor lenguaje rural castellano, que con tanto acierto le concedió su autor original. Debo reconocer en estas líneas, ante todo, la gratísima colaboración recibida por parte del actor Carmelo Gómez, que con tanto entusiasmo como conocimiento ha trabajado conmigo para pulir la última versión del texto que ahora presentamos. Y, por supuesto, agradecer a Jesús Cimarro su apasionada y comprometida participación en este proyecto”.
Para el director del montaje, Claudio Tolcachir, «este texto brillante y profundamente humano se nos presenta como un laberinto atrapante que florece en cada giro, impregnando nuestros sentidos de imágenes, perfumes, texturas. Pero también es un laberinto mental, una especie de thriller que hurga en la mente de un ser lleno de matices y contradicciones».
El montaje, considera su director, analiza «la violencia, el odio como una especie de herencia ineludible de la que no se puede escapar, es el punto de partida para ingresar en un universo de seres tan particulares que se vuelven universales y nos permiten mirar nuestras propias historias, nuestras propias herencias en un mundo que parece una y otra vez pensar que la guerra es de alguna manera una forma de vivir».
«No tengo dudas de que el viaje conmovedor que hemos vivido nosotros traspasará también a cada espectador, convirtiéndose en lo que soñamos que sea el teatro: un hecho transformador», concluye Tolcachir.
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