#MAKMAEscena
‘Límit’
Creación, interpretación dirección: Maria Andrés
Dramaturgia: Pablo Blasco y Maria Andrés
Colabora: Teatre Nu, la Casa de los títeres de Abizanda i PLANTERS (L’Horta Teatre)
Sala Ultramar
Alzira 9, València
Del 11 al 14 de mayo de 2023
Los límites perfilan el mundo. Bordes, líneas, ángulos que insisten en marcar las diferencias entre todos los enseres de la realidad sensible. Pero también hay límites intangibles. Unos límites muy en boga con el auge de la inteligencia emocional, el autocuidado y el cuidado de las relaciones. Los límites personales nos enseñan no tanto dónde termino yo y el empieza el otro, sino cuánto del otro dejo que me permee sin que yo me desvanezca. Cuánto me dejo impregnar del mundo.
Saber detectar los límites personales no implica la obligación de transgredirlos. No nos equivoquemos, tener límites no es dañino ni síntoma de debilidad. Es la muestra de que existimos y que las cosas nos afectan. Una vez desproblematizado el asunto, aparece la capacidad de juego, y con el juego, el placer. El placer de llevarse una misma al límite y observar cuánto tiempo estará la carne temblando de miedo (o de éxtasis).
Maria Andrés es actriz, poeta y payasa. En 2017, después de especializarse en Mimo Corporal Dramático y Teatro Físico en MOVEO (Barcelona), inicia su proyecto escénico en solitario, Cia. Maria Andrés. Con su primer espectáculo, ‘Fràgil’, consigue algo insólito para las escénicas emergentes: mantenerse cinco años de gira, entre festivales, calles y teatros a nivel nacional e internacional.
En 2022, después de un largo proceso de búsqueda y creación, nace ‘Límit’, su segundo espectáculo, con el deseo de seguir investigando sobre la gestualidad, la poesía visual, el humor y el mundo del clown.
Si hay una constante en la breve obra de Cia. Maria Andrés es el trabajo con la vulnerabilidad. María se ríe de los complejos, pero no les hace burla, sino que se ríe con ellos. Tanta ternura y tanta compasión con aquello que más desdeñamos. El código del clown pone en clave de humor el asunto más delicado y la poesía carga de belleza las palabras (o la ausencia de las mismas).
‘Límit’, que sube a escena del 11 al 14 de mayo en la Sala Ultramar de València, es, tal y como experesa su autora, “un juego a contrarreloj entre el espectador y la payasa. Una tontería como una casa. Un montón de ganas y un montón de peros”.
Cuando iniciaste este proceso de creación de ‘Límit’, ¿encontraste límites que no esperabas? ¿Hacia dónde te llevó esta reflexión?
Durante el proceso, igual por el lenguaje del clown, acudí primero a pensar en limitaciones físicas, cosas que físicamente no puedo hacer o que no sé hacer, como, por ejemplo, componer una canción. Después, me centré en los límites mentales, como la vergüenza. Y lo que me sorprendió fue que, realmente, la limitación de las primeras era la segunda. Lo que me impide componer una canción no es mi falta de conocimientos, sino el pánico escénico de mostrarla en público.
Para mí, el proceso creativo fue muy estimulante porque lo concibo como un juego y eso me ilusiona. Conforme se iba acercando la fecha del estreno, me veía más desnuda. ¡Voy a hacer en público las cosas que se me dan mal! Cuando lo estrené el año pasado, me llevé otra sorpresa. Yo tenía unas creencias acerca de lo que me iba a costar más y lo que menos, pero después se dieron la vuelta. De repente, quedarme desnuda en escena era menos doloroso que cantar en público.
¿De qué manera se articula el clown en tu obra?
Para mí, el clown soy yo misma. No hay un personaje, aunque haya una máscara que potencia mis fracasos. En ‘Límit’ expongo mi pánico escénico a través del juego –qué menos que reírme–. Pero no es el único código que aparece. El clown es un lenguaje muy físico, que da pie a gags como ponerme la zancadilla a mí misma, y tratar desde ahí los límites emocionales es complicado.
He tenido que apoyarme en otros códigos, como el texto poético. Esa multidisciplinariedad me permite hablar desde diferentes lugares de mí misma. La dificultad es mezclar ese lenguaje, entre lo absurdo, lo poético, lo romántico… Ponerlo al servicio de contar una historia.
¿Crees que podemos hablar actualmente de un auge del clown?
Es complicado, porque se trata de una desubicada, que no es ni teatro ni circo. Eso que para mí es lo interesante, después es un obstáculo a la hora de encontrar espacios, públicos, programadores. El clown contemporáneo se vincula más con el circo. Pero viniendo del teatro, se le trata como algo aparte. Es un arte menor del arte menor del arte menor… Ahora el circo está en auge, sobre todo el circo de calle, pero el clown de sala es más raro de ver. También afecta el hecho de que no hay escuelas.
Solemos asociar el clown a un público infantil, pero la mirada adulta puede empatizar y emocionarse de igual modo. ¿Cómo has sentido la recepción de tus obras por parte de ambos públicos?
Los niños entran muy rápido (y si no les gusta, te mandan a la mierda muy rápido también, son sinceros). Los adultos tienen más coraza, van entrando poco a poco, y salen contentos, pero yo desde dentro sufro cuando solo hay adultos en la sala. Los niños abren la carcajada, la risa. El adulto tiene miedo. Suelo decir que el espectador va al teatro con los bolsillos llenos de fracaso. Y el clown se basa en hacer humor de las propias miserias, pero para eso tienes que romper la coraza.
¿Qué esperas que se lleve el público a casa?
Mi lucha personal es, primero, descubrir quién soy yo, atreverme a sentir como siento. Pero también quiero que el público se vaya con ganas de romper sus propios límites, de atreverse, que salga la gente gritando sus intimidades. Callamos muchas cosas, por el qué dirán o por miedo a la soledad. Las opiniones que se escuchan son de las personas que hablan, y hay muchas personas que no hablan.
Al final, ‘Límit’ nace de las situaciones donde no me he sentido valorada, donde he llegado a pensar que estaba loca porque mi manera de sentir no estaba siendo validada. ‘Límit’ es “me quiero cagar en todo”, pero aun queriendo ser punky me queda blandurrio. Quiero cagarme en todo y hacer una revolución, pero una revolución personal. La rabia no me merece la pena. Lo empoderante está en que no me merezca la pena luchar contra ti para reafirmarme.
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