#MAKMAArte
‘ORLAN: esta es mi historia… del arte’
Comisario: Alain Quemin
‘Las mujeres que lloran están enfadadas’, de ORLAN
PHotoESPAÑA 2023
Círculo de Bellas Artes
Alcalá 42, Madrid
Hasta el 3 de septiembre de 2023
“ORLAN es un canon”, compulsa con determinación el comisario Alain Quemin. No en vano, tal y como perfilara el periodista Wesley Morris en su artículo para el The New York Times ‘El canon y el fanatismo‘, tal naturaleza preceptiva “posiciona a una obra, persona o idea más allá de la desaprobación. Resuelve el debate con anticipación. Eso, por supuesto, es lo que es el canon: algo establecido. Es reglas y normas instauradas. Es los textos de la Biblia. Es los santos católicos aprobados. Es Jane Austen, The Beatles, Miles Davis, Andy Warhol y Beyoncé”.
Y a carta cabal que debemos incluir en la nómina a la artista francesa, que recala con su obra, prosodia y cuerpo quirúrgico entre el feraz cronograma de PHotoESPAÑA 2023 para zarandear los arbotantes de la Sala Picasso del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
“¡No foto par le bas! [desde abajo]”, exige ORLAN al enjambre de reporteros gráficos. Prohibido retratar su figura con semejante perspectiva a la que asciende por su ‘Desnudo bajando las escaleras con tacones’ (1967), que domina en impresión Giclée una de las paredes por las que recorremos, diseminada, su particular ‘historia… del arte’.
Una síntesis de vírgenes barrocas y blancas que emergen del negro con las que constatar una performativa y heterodoxa trayectoria que abarca más de seis décadas de experimentación. “He cuestionado temas como el acoso en el fútbol, la cirugía estética (que actualmente es un fenómeno social)… También he trabajado con la inteligencia artificial, con las biotecnologías, con el cultivo de mis células, con mi flora bucal e intestinal y todas las floras que llevo encima”, verifica ORLAN, no sin antes apuntalar la habitual advertencia relativa a su nombre, que los plumillas debemos escribir en mayúsculas “porque rechazo entrar en las convenciones; rechazo que me metan en una línea”.
“Hoy los periodistas lo tendrán difícil”, anticipa. “No soy una artista que esté sujeta a ninguna práctica artística ni a ninguna tecnología ni a ningún material”. Acaso como si debiéramos enfrentarnos a un acrónimo tras cuyas siglas nos aguarde, inasible, un cosmos inextricable. Y, en cambio, apenas hubiéramos precisado de un comedido patio de butacas para otear, desahogados, el curso pedagógico y visceral de sus soluciones interpretativas frente a las autohibridaciones que transmutan su concepción de la identidad.
Porque ORLAN domina la escena de cuanto trepida en su obra y se toma la licencia de citar a Nietzsche a su lúcido antojo: “Tenemos el arte para no morir de la verdad”. Una sugestiva hipérbole del filósofo alemán que nos emplaza a eviscerar cuanto habita tras la epidermis de la realidad sustantiva y lidiar con su naturaleza vivida para subvertirla a golpe de imaginación.
Un ingenio del que se sirve para revisitar la obra de Picasso y percutir sobre la historia que subyace en los retratos que el pintor malagueño realizó a su entonces partenaire, la artista parisina Dora Maar. Doce obras formuladas a modo de collage en las que “poner mis ojos desorbitados, mis implantes –que son el símbolo de mi emancipación–, mis orejas –que están totalmente desordenadas–, así como mi nariz y, sobre todo, mi boca abierta que grita, que demuestra mi enfado y que está a punto de morder. Porque es el mensaje que quiero enviarle a todas estas mujeres”.
Un encargo del Museo Picasso de París cuya oportunidad se alumbra “a colación del aniversario Picasso. Con esta serie estoy teniendo muchísimo éxito. Viene después del movimiento ‘Me Too’, en el que se ha cuestionado la posición de los hombres frente a las mujeres”, evoca ORLAN, quien exhibe ‘Las mujeres que lloran están enfadadas’ tras su paso por la galería RocioSantaCruz de Barcelona.
Sin embargo, “no quiero hacer un juicio de Pablo Picasso. De hecho, es un artista que admiro muchísimo porque siempre nos ha dado a todos lecciones de muchísima libertad y de invención. No estoy aquí para juzgar ni a Picasso ni a Dora Maar, entre otras cosas porque no están aquí para defenderse –que, además, era una pareja un poco tóxica (esto hay que decirlo)–”, subraya cáusticamente.
“Mi mensaje es para todas estas mujeres que están en las sombras, que lloran y que sufren. Y las invito a dejar de ser objetos para convertirse en verdaderos sujetos”, reincide con énfasis mientras deambula por la sala y los fotógrafos gravitan a su alrededor.
Y lo procura, micrófono en mano, para “hablar alto y fuerte y salir de esta historia en donde se nos transmite un mensaje a las mujeres en el que estamos obligadas a padecerlo todo y a sufrir”. Así que ORLAN las exhorta a “que se enfaden, porque solo así será posible el cambio”.
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