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‘Miguel Calatayud. Trànsit il·lustrat’
Comisariado: Felipe Hernández Cava y Loreto Rodríguez
Diseño expositivo: Fernando Ortuño
Sala Carlos Pérez
Centre del Carme Cultura Contemporània
Museu 2, València
Hasta el 5 de noviembre de 2023
“Como todos los grandes clásicos, nunca se termina de interpretar a fondo”. Lo dijo Felipe Hernández Cava con respecto a la obra de Miguel Calatayud, por eso planteó la exposición ‘Miguel Calatayud. Trànsit il·lustrat’, de la que es comisario junto a Loreto Rodríguez, como una forma de “revisar ideas preconcebidas” acerca de su trabajo. Una producción de la que el Centre del Carme se hace eco en la sala Carlos Pérez, mediante una selección de los últimos 20 años de su vasta obra como dibujante.
Y las ideas preconcebidas, a las que se refirió Hernández Cava, tienen que ver con las múltiples etiquetas utilizadas para caracterizar el trabajo de Calatayud: decó, purismo, padre de la línea clara valenciana e incluso poliédrico, dándole una vuelta de tuerca a este último concepto para abrir otra vía de exploración: “Hemos querido relacionarlo con lo caleidoscópico”.
De manera que la obra de Miguel Calatayud -de la que se presentan 220 originales, acuarelas y bocetos en torno a los trabajos realizados para la Fundación Wellington- más que poliédrica sería caleidoscópica. Según la RAE, el primero de los términos alude, precisamente, al poliedro, para hablarnos de lo que posee o manifiesta varias facetas, si bien el poliedro -abundando un poco más- es “un cuerpo geométrico cuyas caras son planas y encierran un volumen finito”, según la Wikipedia.
Que la obra de Calatayud manifiesta varias facetas queda fuera de toda duda, lo que resulta más discutible es que sus caras sean planas y finitas. Loreto Rodríguez, de hecho, se refirió a las “infinitas miradas” que caben en sus trabajos, porque “siempre encuentras cosas en las que no te habías fijado antes”. De ahí la pertinencia de la segunda acepción, que de nuevo la RAE vincula con el caleidoscopio y con lo “múltiple y cambiante”.
Un caleidoscopio -yendo un paso más allá y según lo recogido en una de sus actividades CosmoCaixa- es un instrumento “compuesto por tres espejos enfrentados que forman un prisma triangular”, dando como resultado “una fascinante explosión de formas y colores, de magia, sorpresa, arte y ciencia”, ajustándose esta definición más atinadamente al universo creativo de Calatayud.
‘Trànsit il·lustrat’ viene a ser el reflejo de esta obra caleidoscópica que en el Centre del Carme se muestra en tres fases: una primera -fielmente reflejo del conjunto- lleva por título ‘La ilustración compleja’ “que caracteriza el trabajo de Miguel”, resaltó Hernández Cava. Complejidad ligada al caleidoscopio que, según el comisario, vendría a subrayar o concitar los “infinitos puntos de fuga, las escalas alteradas y la narrativa que hay en su trabajo”.
También transmite, como apuntó Loreto Rodríguez, “la alegría de vivir con la que disfruta trabajando”. Una alegría que conviene matizar cuando, a nivel de contenido, observamos cierto despliegue de las contradicciones humanas, tan pronto caracterizadas por el placer – contemplativo o imbuido de esa dicha de vivir- como por la violencia que amenaza con descoyuntar la realidad, de ahí el carácter caleidoscópico de sus formas plásticas y de su narratividad fragmentaria.
Por eso, cabe ligar su trabajo con este poema de José Hierro: “Llegué por el dolor a la alegría”. De hecho, cuando Hernández Cava se refirió a la pieza en la que se ve a Miguel Calatayud de pequeño, de la mano de su padre en los alrededores de Aspe -su localidad natal alicantina-, podemos observar cómo ese paisaje rayado acaba confundiéndose con las figuras del padre y el hijo, en una suerte de fusión con la naturaleza tan emotiva como llena, digámoslo así, de cicatrices.
“La obra de Miguel”, puntualizó el comisario, “necesita un trabajo de inmersión; introducirnos en ella”. Inmersión que posibilita la contemplación de su obra como si fuera un objeto fractal -del latín fractus, que significa fracturado, roto, irregular- en el que dialogan el orden y el caos.
Un orden derivado de la forma que, según el artista, “siempre está definida por la línea” y que le lleva a sostener la importancia del dibujo, “disciplina que hay que tomarse en serio”. Y un caos derivado de esas formas que, como si estuvieran frente a una multitud de espejos rotos, van mostrando sucesivas narrativas dentro de la escena principal.
Hernández Cava también se refirió al trabajo de Calatayud como próximo a la “exuberancia de Flaubert” y a la de Josep Pla o Julio Camba -evocados en sendos apartados de la exposición- porque, siguiendo a esos “orfebres de la palabra”, él igualmente posee “la precisión exacta en sus dibujos”. Fue el propio Gustave Flaubert quien dijera: “Todo lo que uno inventa es verdad…La poesía es tan precisa como la geometría”.
Y es así, a base de la interrelación entre cierta narrativa poética repleta de color y la geometrización del espacio interior de sus dibujos, como Miguel Calatayud pasa del relato infantil al adulto como si fueran historias contiguas donde prima la creatividad más allá de sus torpes fronteras relacionadas con la edad. De ahí su ‘Trànsit Il·lustrat’ y de ahí, también, la independencia con la que afronta su trabajo: “Si no hay libertad mejor dedicarse a otra cosa”, concluye el artista.
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