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38ª edición de la Mostra de Valencia
‘Riverbed’, de Bassem Breche
Palmera de Oro
Se cerraba la 38ª edición de la Mostra de Valencia Cinema del Mediterrani y, a sus espaldas, quedaban los doce títulos de una Sección Oficial que, un año más, trataron de ofrecer una panorámica de las distintas cinematografías adscritas al marco del mar Mediterráneo que lo bautiza (además de algún que otro invitado, caso, por ejemplo, de Portugal, siempre presente, o Serbia).
Dos líneas fundamentales parecen haber marcado la selección de este año. La primera de ellas estaría centrada en la reflexión sobre la condición femenina o el punto de vista femenino sobre los conflictos o la realidad social de los países implicados en esta convocatoria. De los doce títulos a concurso, ocho contaron, de una manera o de otra, con protagonistas femeninas. De otro lado, la selección se centró en tratar de ofrecer un puñado de propuestas que escaparan formalmente a las narrativas convencionales.
Ambas líneas de trabajo confluían en el título que se alzaría con la Palmera de Oro, el premio gordo del festival. ‘Riverbed’, del realizador Bassem Breche, nos presenta a Salma, una mujer de mediana edad que reside en un pequeño pueblo del Líbano contemporáneo. Salma vive su vida con discreta independencia, entre su trabajo y la relación con su amante, tratando de mantenerse fuera del foco de la mirada entrometida del resto de sus vecinos. Pero la llegada de su hija Thuraya, trastocará todo su mundo.
En ‘Riverbed’, Bassem Breche nos invita a confrontar este pequeño universo particular con un contexto social que parece relegar a la mujer a un espectador pasivo. Sin embargo, esta aparente independencia, queda atada a una soledad que se hace presente cuando aparece la hija de Salma. Pero, más allá del argumento, la apuesta de Breche pasa por el juego de formas y composiciones simétricas en el que el espacio circundante juega un papel narrativo tan relevante como los sucesos que atañen a su personaje.
El tema de la soledad, junto a la perdida de la memoria, planeaba también en ‘Cidade Rabat’, de la realizadora portuguesa Susana Nobre, que se alzaría con la Palmera de Plata y que narra la historia de Helena, otra mujer en los 40 que debe superar el duelo por la muerte de su madre.
Como en ‘Riverbed’, aquí lo relevante queda en la relación del personaje con un espectador que se debe dejar conducir por una serie de situaciones con las que tiene que empatizar a fin de sumergirse, más allá del argumento, en un estado de ánimo, cosa que la cinta no siempre consigue explotar.
Una estructura que juega con el espectador, la posición de la mujer en un contexto social y político, son también los dos elementos con los que trabaja ‘The wedding parade’ de la directora siria Sevinaz Evdike. Pero si en las propuestas anteriores sus protagonistas se enfrentaban directamente a ese entorno social, la cinta de Evdike nos muestra el proceso de reconciliación con ese mismo entorno y sus tradiciones.
La razón la encontramos en el marco de los ataques a una población kurda por parte del ejército turco a las órdenes de Recep Erdoğan. En ese escenario, la celebración de una boda se convertirá en toda una metáfora de la lucha por la supervivencia. Tres historias, tres mujeres conectadas por la guerra y la responsabilidad de convertirse en albaceas de la herencia cultural, social e, incluso, demográfica de todo un pueblo.
Otra de las líneas de trabajo reconocibles en algunas de las propuestas de la Sección Oficial se centraría en la deliberada mezcla de géneros. En este sentido, la frontera, no siempre clara, entre ficción o arte expresivo y documental, estuvo en dos de las apuestas del certamen.
Es el caso de ‘Marina, unplugged’ del realizador valenciano Alfonso Amador, que protagonizó la sesión inaugural. Basada en una obra de teatro del dramaturgo y co-guionista de este proyecto, Jorge Picó, no estrenada hasta la fecha en los escenarios, la cinta de Amador se presentaba en la Mostra como un ejercicio de tesis que aspira a diseccionar el discurso de una líder de un partido de extrema derecha.
Para ello, Amador y Picó colocan a su protagonista frente a un escenario en el que, días después, dará el discurso en cuestión ante una audiencia de fieles. Con un tono aparentemente documental, el realizador registra los ensayos de ese acto para tratar de mostrar las contradicciones ideológicas de su personaje, que quedan expuestas en las discusiones, aparentemente naturalistas, entre la política y el director de escena, o con el equipo de asesores de su partido.
Una propuesta que lograba sus objetivos en la medida en que funcionaba la parte teatral, más sujeta al texto de Picó, pero que saltaba los límites de lo verosímil, bordeando por momentos la caricatura, en las partes en las que Marina, la protagonista, trata con su equipo, totalmente improvisadas, según explicaron los autores durante la presentación de la cinta. Una propuesta sugerente, pero algo reiterativa y quizá demasiado anclada a las intenciones de sus autores, antes que a explorar espacios desconocidos por el espectador.
La forma documental, trabajada sobre distintas texturas, es el centro de la propuesta formalmente más radical de esta edición. Nos referimos a ‘Three sparks’, de la realizadora estadounidense afincada en México, Naomi Uman. En esta propuesta, Uman nos muestra cómo es la vida en Rabdisht, una pequeña población situada en las montañas de Albania.
Uman comparte con el espectador un año de convivencia con unas gentes que viven aparentemente aisladas en una sociedad agrícola empobrecida, sujeta también a las tradiciones y que queda al cuidado de las mujeres, mientras los hombres se ven forzados a emigrar para encontrar un empleo.
Como en el caso de ‘Marina, unplugged’, la cinta de Uman aspira a ofrecer un ejercicio etnográfico sobre las duras condiciones de vida de estas mujeres y sus costumbres, si bien al final parece acabar prevaleciendo la interpretación da la autora sobre la realidad retratada, al imponerse el texto escrito, en forma de intertítulos, a modo del cine mudo, a los aportes de los propios protagonistas, relegados en ocasiones a pura pulpa estética.
La mezcla de géneros, en este caso entre un cine social y de fantasía o ciencia ficción, fue la apuesta de otras tres propuestas de esta Sección Oficial. Tres trabajos que dejaban una impresión desigual, al no lograr siempre rematar sus intenciones finales, pero sin duda muy sugerentes en cualquiera de ellos.
De mayor a menor, la más interesante fue, sin duda, ‘Deserts’ del realizador marroquí Faouzi Bensaïdi que se llevaría un merecido premio a la mejor dirección del festival. En la cinta de Bensaïdi, conocemos a dos agentes de una empresa de préstamos que viajan por el Marruecos rural tratando de cobrar las deudas de sus clientes.
Bensaïdi marina con virtuosismo los códigos de la comedia de situaciones con el cine de denuncia social. Mientras sus protagonistas viajan por todo el país, la cinta nos muestra un paisaje físico y sociológico de miseria en el que reina la picaresca como única ley. Desiertos de polvo y arena, como sugiere el título de la cinta, que reflejan el desierto político, económico y moral de un país donde las clases sociales están fuertemente marcadas y los explotadores se convierten en explotados a poco que miren hacia arriba en la escalera social, todo ello rodado con un formato en scope que nos remite al mejor western.
En un último tercio, sin embargo, la cinta da un giro radical para adentrarse en el relato del jefe de una banda de delincuentes. ‘Deserts’ cambia, así, el tono para adentrarse en el drama con matices de orden casi filosófico que, de alguna manera, no acaban de cumplir con las expectativas generadas durante la brillante primera parte de la película.
Algo parecido le sucede a la cinta, también de producción marroquí, ‘Animalia’, de la realizadora Sofia Alaoui. Aquí conoceremos a Itto, una joven que se ve separada de Amine, su esposo, hijo de una familia adinerada, a causa de una extraña tormenta que asola el país. Itto está embarazada. Sola en la gran casa familiar, debe reunirse con su marido. Para ello, tendrá que recurrir a la ayuda de algunos aldeanos.
De nuevo, las diferencias sociales. Los ricos, arriba. Los pobres, abajo. El conflicto viene cuando Alaoui quiere llevar su propuesta hacia el relato metafísico de ciencia ficción. Una apuesta arriesgada en el que la directora, a pesar de algunos planos apabullantes, no logra hacer congeniar ambos niveles discursivos de forma que estos se potencien entre sí. Igual que sucedía en ‘Three sparks’, Alaoui acaba por recurrir a una explicación extra-diegética, insertada en el relato de forma más discursiva que dramática, para dar sentido a aquello que la propia narración no consigue articular.
Por último, ‘A house in Jerusalem’ de Muayad Alayan nos lleva directamente al conflicto entre Palestina e Israel, de nuevo tan candente estos días. En la cinta de Alayan un padre y una hija se instalan en la casa del suegro de él y abuelo de la niña, tras el desafortunado fallecimiento de la madre y esposa. Las cosas se complican cuando la niña encuentra una muñeca de trapo en un pozo que hay en la propiedad.
A partir de ese momento, una extraña presencia se incumbe en sus vidas. Gana la propuesta de Alayan en su intención de mostrar una metáfora sobre la posibilidad de convivencia entre las dos partes implicadas en el conflicto. Pero esas intenciones, no logran soslayar unas condiciones de producción algo escasas y una trama previsible y almibarada.
Pero la Sección Oficial también tuvo espacio para narrativas convencionales, y quizá por ello mismo, que ofrecieron las propuestas más sólidas de la programación. Entre estas propuestas, el premio al mejor guion recaía en la producción Serbia ‘Lost country’ del realizador Vladimir Perišić. La cinta nos lleva al año 1996. Tras unas elecciones autonómicas muy convulsas, el Partido Socialista de Serbia, dirigido por Slobodan Milošević, ha ganado en las principales ciudades del país.
Sin embargo, hartos de un gobierno de tintes totalitarios, buena parte del electorado cree que el proceso no ha sido limpio, iniciándose una serie de movilizaciones de protesta. En ese contexto, Stefan, un adolescente, debe encontrar su sitio. El problema es que su madre es uno de los cargos relevantes del partido, lo que le provoca no pocas confrontaciones con su entorno.
Con esta premisa, Perišić construye un relato que nos habla sobre los problemas de discernir la verdad cuando se mete por el medio el veneno de la política. Política que acabará por arrasar con las relaciones familiares. Le falta quizá a la cinta de Perišić un poco de didáctica para poner al espectador en los antecedentes históricos que acomodan la historia, pero todo ello queda compensado por un relato llevado con pulso muy firme, que logra abordar los asuntos que toca sin esquivar sus ambigüedades.
Todo lo contrario que sucede en el caso de la película ‘Afloat’ de Aslihan Ünaldi, un ejercicio de cine comprometido que trata de abordar la cuestión de la censura política, de nuevo, en Turquía. Para ello, Ünaldi pone la atención en una familia de clase media alta que pasa unas vacaciones en un barco propiedad del padre, periodista de profesión, sobre el que sobrevuela una posible condena por un libro que ha escrito contra el gobierno.
Y si bien la premisa podría resultar interesante, Ünaldi no logra salir de ese retrato familiar, de forma que la trama política queda tan en un segundo plano que acaba afectando a la impresión que el espectador tiene de los personajes, muy lejos de las intenciones, declaradas, de su autora.
Mucho más solventes serían las dos propuestas que protagonizaron la última de las sesiones de proyecciones del festival. En ‘Toni, en famille’, el joven director Nathan Ambrosioni nos propone también un retrato familiar, en este caso el de una mujer que, tras abandonar su carrera en el mundo de la música, en la que llegó a alcanzar el estrellato, y con la muerte de su marido, se entrega al cuidado de sus cinco hijos.
Ambrosioni nos lanza con este trabajo un sentido y muy emotivo homenaje a la familia como nudo de la experiencia cotidiana. Una familia que, sin embargo, no puede ser moneda de cambio para una maternidad que no tenga la oportunidad de desarrollarse en su propio crecimiento. Ambrosioni nos presenta una cinta que, sin renunciar a ofrecer un mensaje optimista, hunde el texto (uno de los mejores guiones de la programación) en los laberintos del comportamiento humano, a veces caprichoso, otras violento, siempre plagados de dudas. Como la vida misma.
De esas mismas complejidades trata también la italiana ‘Fireworks’ del veterano actor, pero debutante director, Giuseppe Fiorello que nos propone la reconstrucción de un suceso real: el trágico deceso de dos chicos homosexuales en la Sicilia de los 80. Gianni y Nino son dos jóvenes que, tras un accidente casual, comienzan una relación de amistad. Pronto, esa amistad dará un paso hacia una relación más íntima. Pero la vida de Gianni y Nino, enfrentados al rechazo de la época, no va a ser fácil.
Giuseppe Fiorello aborda esta delicada trama con mano de seda, logrando hacer un retrato sociológico de sus personajes y su contexto sociológico, deudor del neorrealismo, de fuerte impacto emocional. Una pieza que llega al espectador evitando la disertación explicativa, que retrata con firmeza, pero comprendiendo, sin rencor, esa misma falta que, a pesar de todo, parece que sienten los dos protagonistas de esta hermosa historia.
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