#MAKMAArte
Agresión al lienzo ‘Venus del espejo’, de Diego Velázquez
National Gallery de Londres
Activistas de Just Stop Oil
6 de noviembre de 2023
Hace unos días, dos jóvenes de la organización Just Stop Oil entraron en la National Gallery de Londres y golpearon con martillos de emergencia el cristal protector de la ‘Venus del espejo’, de Diego Velázquez, como protesta contra las nuevas licencias de explotación y perforación de hidrocarburo en el Mar del Norte por parte del Gobierno británico.
Una vez martilleado el cristal, los activistas climáticos ―denominados por otros con el cariñoso y siempre entrañable adjetivo de vándalos― pronunciaron unas palabras al reducido público que los miraba atónitos. Sin público no hay función. Los responsables gozaban de una excelente capacidad pulmonar, por lo que pudieron vociferar con facilidad algunas sentencias como la siguiente: “Las mujeres no obtuvieron el derecho al voto votando, es tiempo de hechos, no de palabras. Es tiempo de detener el petróleo”.
¿Qué tiene que ver la lucha feminista de principios del siglo XX con la explotación petrolífera? En general, nada. En este caso concreto, Just Stop Oil eligió la obra velazqueña porque fue atacada en 1914 por Mary Richardson, quien rajó con muy mala hostia el lienzo para protestar contra la encarcelación de una sufragista. De ahí que aludieran al voto femenino. Así que, si Mary lo hizo, ellos también, por supuesto.
💥 SUFFRAGETTE PAINTING SMASHED
— Just Stop Oil (@JustStop_Oil) November 6, 2023
💀 Our government have revealed plans for MORE oil licences, knowing it will kill millions. In response, two supporters of Just Stop Oil smashed the Rokeby Venus — slashed by Mary Richardson in 1914.
⏱ Deeds, not words: https://t.co/3tlBID7nKA pic.twitter.com/Hk0el26QIt
Según ha informado el propio museo en la red social X, el cristal protector no pudo evitar que la pintura sufriera daños mínimos. Por tanto, todo aquel que tuviera previsto ver la ‘Venus del espejo’ va a tener que posponerlo porque no se expondrá mientras se restaura, cosa bastante lógica.
Da Vinci, Van Gogh, Vermeer o Monet fueron otros artistas que bien les compensó estar bajo tierra para no ver cómo trataron a sus obras. Tarta, salsa de tomate, puré de patata, todo lo que se cuece en los fogones es susceptible de terminar sobre los cuadros de cualquier museo.
Se está convirtiendo en una mala costumbre mancillar una obra de arte para protestar contra la inactividad de los Gobiernos ante el cambio climático. Los activistas se desgañitan para avisarnos de lo que se nos viene encima: hambre, muerte y destrucción. Básicamente, lo que ya sabemos y, sin embargo, tenemos una memoria tan frágil que nos lo tienen que recordar a gritos.
Sin embargo, ¿dónde está el límite? Gritar “solo hay que parar el petróleo” es tan simplista como ingenuo. Ojalá fuera tan sencillo, de verdad os lo digo. Sin embargo, las consecuencias derivadas de ello requerirían unos esfuerzos que ni ellos mismos estarían dispuestos a realizar. ¿Por qué? Porque dependemos tanto del petróleo que las medidas a implementar serían bastante estrictas, y otra cosa no, pero a comodones no nos gana nadie.
Me gustaría aclarar que porque una parte –Just Stop Oil– haya realizado un acto negativo no justifica a la otra: Gobiernos, empresarios de alto copete, etc., etc. Una cosa no quita a la otra y los martillazos a la ‘Venus del espejo’ (que me parecen una burrada y un berrinche de niños mimados que saben que no les va a pasar nada) no convierte en buenos a los Gobiernos que realizan prácticas poco o nada éticas, pero sí bastante contaminantes y nocivas para el ciudadano.
El arte es la víctima. El ser humano crea, el ser humano destruye. Habla a través de su creación. También de su destrucción. Estos ecologistas, que nos gritan sin tapujos que la Tierra se está recociendo en su propio jugo, han encontrado un escenario ideal para captar la atención: destrozan la hermosura para prevenirnos de la fealdad distópica que nos espera. Más allá de sus formas, no estaría mal reflexionar sobre las palabras que gritan; tal vez digan algo interesante.
Los recursos utilizados en el camino son una vía en sí misma de comunicación porque el medio es el mensaje, eso lo sabemos. Sería maravilloso que toda reivindicación prescindiera de actuaciones violentas y nos dedicáramos a dar abrazos. No es así. Seamos sinceros: si no se alza la voz, si no se golpea y se acompaña de una ligera polémica, toda la acción se pierde en el mar de información e indiferencia. Si la palabra no está atada a una piedra lanzada contra el cristal de la ventana, es ignorada.
Estos actos no matan ni hacen daño a ninguna persona, pero destrozan una historia que nos pertenece a todos. Su reivindicación acabará silenciada por sus propios actos. En el futuro no recordarán su mensaje, sino el daño provocado a los objetos supervivientes de la estupidez y la ignorancia del ser humano. A lo largo de la historia, el arte ha sufrido las consecuencias de la ideología, la religión o de la defensa de las banderas.
¿El fin justifica los medios? ¿Debemos encontrar vías más civilizadas aunque ello no lleve a ninguna parte? ¿Qué es mejor, ser ruidosos o diplomáticos ante la indiferencia?
Ahora se dividirá la opinión pública sobre qué castigos hay que imponer a esta gente. A unos les parecerá poco y a otros exagerado, ya lo puedo ver. Solo puedo decir, señoras y señores ecologistas radicales, ¡dejen tranquilos al arte! Dejen a las obras descansar tranquilas, dejen que conmuevan y revuelvan tripas y afloren sentimientos que no sabíamos que teníamos.
Busquen otras formas, otros modos de llegar a las conciencias dormidas, busquen y no se hagan los mártires y los héroes. No lo son. La destrucción de la historia, de la belleza más pura, no los convierte en nada, salvo en personas con demasiado tiempo libre.
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