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‘Pat Andrea, retrato de una familia’
Kees Andrea, Pat Andrea, Cristina Ruiz Guiñazú, Azul Andrea y Mateo Andrea
Comisario: Alfonso de la Torre
Fundación Antonio Pérez Centro de Arte Contemporáneo
Convento de las Carmelitas
Rda. Julián Romero 20, Cuenca
Fundación Antonio Pérez
Museo de Obra Gráfica
Pl. Mayor, s/n, San Clemente
Hasta el 7 enero de 2024
Desde el pasado mes de agosto y hasta el próximo 8 de enero de 2024, podemos visitar la exposición ‘Pat Andrea, retrato de una familia‘ en la Fundación Antonio Pérez. La muestra, debido a su tamaño, se ha proyectado en dos ubicaciones; por un lado, inunda la capilla y la sala de exposiciones de la sede principal en Cuenca, completándose en el Museo de obra gráfica de San Clemente (Cuenca).
La génesis de esta exposición se remonta a los inicios de los años 50, cuando un viajero holandés Kees Andrea recorrió España en sucesivas expediciones, permaneciendo en nuestro país durante largas estancias. Precisamente, fue en 1952 cuando durante una de esas visitas conoció Cuenca y parte de su provincia, plasmándola en múltiples dibujos y bocetos que luego trasladaría en su estudio holandés, al formato lienzo. Los lugares que enamoraron al artista incluían desde áreas cercanas al río Júcar, el humilde barrio (hoy desaparecido) de la Guindalera y las explanadas de la Fuensanta, así como el paisaje formado por rocas calcáreas y calizas conocido como la Ciudad Encantada.
Esas experiencias conquenses fueron relatadas con entusiasmo a un niño, el pequeño Pat Andrea, que, como él mismo reconocía en la inauguración, formaron su particular wonderland. Años más tarde, era el propio Pat quien fue seducido, a su llegada a España, por el influjo de los maestros del Prado, como El Bosco, Goya o Picasso, entre otros. Su presentación como artista en Madrid se produjo en una muestra individual de la mano de la prestigiosa galería Juana Mordó, en marzo de 1984, justo dos días después del fallecimiento de la afamada galerista.
A lo largo de las décadas siguientes, su obra se ha podido contemplar en espacios como la madrileña galería Sen, galería Víctor Saavedra de Barcelona o MACUF de La Coruña.
Ha sido en el pasado y tórrido mes de agosto cuando hemos sido testigos del aterrizaje en Cuenca de una exposición de familia y en familia, precisamente la de aquel reputado pintor Kees Andrea –el abuelo del clan–, el viajero romántico que nunca pudo exponer en nuestro país y que fue presentado por el comisario de la muestra Alfonso de la Torre como “un conquense nacido en la Haya”. Ahora, ha llegado por fin en un acto de justicia poética, arropado con el resto de la saga, circunstancia que destacó en la inauguración su hijo Pat señalando, visiblemente emocionado, que “la muestra suponía para ellos una especie de revancha”.
Además del componente emotivo, no cabe duda de que la exhibición tiene una importancia capital, ya que es la primera vez que se expone en España en salas institucionales. “Habrá una suerte de deriva internacional de esta exposición, ya que la vida, obra y el análisis crítico de Pat Andrea estaba casi por hacer”, reconoció Alfonso de la Torre durante la presentación de la muestra al público.
Las exposiciones están mostrando el retrato de esta familia de artistas habituados al encuentro, también expositivo (bajo el expresivo emblema ‘All 4 art!’), cronológicamente: Kees Andrea (La Haya, 1914-2006), patriarca de esta familia, su hijo Pat Andrea (La Haya, 1942) junto a su esposa Cristina Ruiz-Guiñazú (Marlagüe, Argentina, 1951), y los hijos Mateo Andrea (Buenos Aires, 1983) y Azul Andrea (Buenos Aires, 1988).
Tras mi primer contacto visual con las piezas y lejos del murmullo que acompaña las inauguraciones, acudí pocos días después a sumergirme en la misma. La entrada a la antigua iglesia de la fundación en Cuenca genera una sensación de catedral pagana con ‘La virgen de la música celeste’ de Pat Andrea presidiendo la parte superior del altar sobre la poderosa pieza de gran tamaño ‘La Trinidad y Lilith’, en un acertado montaje.
Cuerpos reinventados en persistente movimiento, pintados desde una libertad de dibujo que abruma al espectador. Figuras desbordantes de erotismo sostenido por un cariz irónico y provocador, en un evidente enfrentamiento entre sexos. Esta confrontación subyace en la mayoría de sus piezas, destilando una violencia contenida en escenas de acción, suspendida en un momento cualquiera, que golpean insistentemente en la autocomplacencia del observador.
En la dilatada trayectoria de Pat Andrea, es habitual la presencia de perros como elementos fetiche en sus composiciones, utilizados como punto de partida en la realización de la pieza y que le servían como un go-between entre el hombre y la mujer. Junto a ellos, siempre las auténticas protagonistas, esas mujeres de enormes cabezas, rasgos acentuados, peinados únicos y llamativos que se comen la escena como divas de film noir.
Explica el comisario de la muestra, en el lujoso catálogo editado para la ocasión, cómo el hondo conocimiento del oficio emparenta a Pat Andrea con la pintura clásica, al mismo tiempo que recibe el influjo de la modernidad que traía el movimiento conocido como ‘Nueva Subjetividad’, lo cual le permitirá “producir una gozosa colusión de estilos”, desde una mirada plena de una libertad radical, coincidiendo, en este sentido, en opinión de quien esto escribe con el modus vivendi del propio Antonio Pérez, cuya figura da nombre a este espacio museístico que este año celebra su 25 aniversario.
De esta forma, A.P y P.A (Antonio Pérez y Pat Andrea) convergen, se dan la mano y conviven temporalmente en el casco antiguo de Cuenca y San Clemente.
La exposición combina en perfecta armonía las propuestas de los distintos miembros de la saga. En el caso de Cristina Ruiz-Guiñazú,nos acerca a imágenes que nos resultan cercanas por reconocibles, en una pretendida ausencia de dimensión. Algo acentuado por los misteriosos parajes patagónicos donde se desarrollan sus escenas, paisajes que parecen situarse al borde de un mundo extinto como encontramos en la pieza ‘Políptico Cordillerano’ (2009).
“Mediante estas escenas misteriosas que, más que imponerse por su presencia, desplazan a quien contempla a erigir un propio relato que no deja de ser, entonces, el lugar de una nueva visión”, relata Alfonso de la Torre sobre la artista argentina.
En cambio, Mateo Andrea comparte el interés del dibujo de su padre y de su abuelo, retratando mujeres hipergestualizadas moviéndose en territorios pictóricos de intimidad provocadora, en secuencias que nos recuerdan la estética del pop art. Esas mujeres, atrapadas en viñetas con sabor a instante fugaz robado, nos muestran mucho, pero nos hacen interrogarnos todavía más sobre la parte que no vemos, de donde provienen y adónde van.
Por último, el proyecto se redondea con la aportación de Azul Andrea, la cual, alejándose de cualquier carácter pomposo y partiendo desde su yo más profundo, nos acerca a la poesía que se encuentra en pequeños elementos naturales como los cristales desmenuzados, agua teñida, piel, cascaras de huevos, plumas, acículas de pino, nueces, vilanos, hojas secas, etc., en un mundo paralelo pero contenido, a su vez, en el nuestro, donde la sensación de fragilidad y levedad juegan como soporte de un universo personal, cargado de emociones y sostenido por un halo flotante de misterio.
Azul Andrea representa el complemento perfecto a la sinfonía de emociones en la que nos vemos envueltos con esta múltiple exposición de la familia Andrea, que nos interpele, nos seduce y nos provoca a partes iguales.
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