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‘La casa’, de Álex Montoya
Reparto: David Verdaguer, Óscar de la Fuente, Luis Callejo, Olivia Molina, María Romanillos, Lorena López, Marta Belenguer, Jordi Aguilar, Miguel Rellán, Tosca Montoya
83′, España, 2024 | RAW Producciones, Nakamura Films, Haciendo la casa, RTVE
Cines Kinépolis València
Estreno: miércoles 1 de mayo de 2024
¿Cuántas veces habéis engullido un “te quiero”? ¿Cuántas veces os habéis quedado con la palabra en la boca? Aquello que nunca dijimos, los abrazos que no dimos y los besos que nos guardamos tienden a ser coleccionados por el inexorable paso del tiempo. Así pues, no debemos olvidar que todos envejecemos: los recuerdos, las personas y las casas.
‘La casa’ es el testimonio de la historia familiar de Paco Roca, filmada por su amigo y director de cine Álex Montoya. Conocido por filmes como ‘Asamblea’ (2019) o ‘Lucas’ (2021), este tercer largometraje presagia un buen augurio, como ya ha demostrado su paso por el Festival de Málaga (en el que se alzó con seis premios) y el BCM Film Fest. ‘La casa’ llega a los cines, este miércoles 1 de mayo, prometiendo emocionar al espectador.
La película es una adaptación del cómic homónimo y autobiográfico que Paco Roca escribió en 2015. Roca decide empezar dicho proyecto gráfico a raíz de la muerte de su padre y pocos meses después del nacimiento de su primera hija. A través de este homenaje, consiguió ganar el Premio Zona Cómic a mejor cómic nacional (2016) y el Premio Eisner 2020 a la mejor obra extranjera.
Como ya se ha visto en su libro ‘Arrugas’ (2007) o en su reciente publicación, ‘El abismo del olvido’ (2023), la memoria es un tema recurrente para el autor. Por esta razón, no es de extrañar que ‘La casa’ nos acerque a la memoria colectiva e individual a través de pinceladas costumbristas.
“A lo largo de los años, el dueño llena de recuerdos su casa, testigo mudo de su vida (…). Cuando su ocupante desaparece para siempre, el contenido de la casa se paraliza por el polvo esperando que alguna vez su dueño regrese”. La historia narra cómo tres hermanos se reúnen en la casa familiar un año después de la muerte de su padre.
Hubo una vez que esa casa fue la segunda residencia de la familia, pero ahora pretenden reformarla y venderla. Sin embargo, vaciando el contenido del inmueble, se encuentran con objetos que les desbloquean recuerdos de su infancia. En todos ellos aparece la figura de su padre, el fantasma que golpea la memoria de los hermanos. ¿Conseguirán reconciliarse con él?
Para dar vida a la familia valenciana protagonista de la historia, Álex Montoya se ha codeado con un estupendo elenco encabezado por David Verdaguer –ganador del premio Goya a mejor actor por ‘Saben Aquell’ (2023)–. Mientras él se pone en los zapatos del dibujante de cómics José Roca, Olivia Molina encarna a su mujer, Silvia, una joven esbelta que trabaja en el mundo editorial. Por otra parte, Óscar de la Fuente interpreta al hermano Vicente Roca, un cabezota de manual. Marta Belenguer brilla haciendo el papel de su mujer, una airosa madre de familia tradicional. María Romanillos es quien da vida a su hija adolescente, Emma, que siente curiosidad por la escritura.
Lorena López es Carla, la tercera de los hermanos Roca: a pesar de su aspecto terco, ella es quien pone paz en la familia. Su marido es interpretado por Jordi Aguilar, quien aporta comicidad a la cinta. Ambos personajes son padres de una carismática y rebelde chiquilla, a la cual pone voz Tosca Montoya (hija de Álex Montoya). Miguel Ángel Rellán García encarna a Manolo, vecino y amigo del padre de familia, Antonio Gisbert. A este último, lo interpreta de forma magistral Luis Callejo Martínez.
Todos ellos se reúnen en la casa familiar, consiguiendo mostrar un retrato con ecos colaterales a través de una visión real, personal, sencilla y cotidiana. La película se toma su espacio para respirar, te obliga a parar y mirar. En algún aspecto, como el fotograma de la familia reunida en torno al bodegón de una cena, nos trae remembranzas de películas como ‘Alcarrás’ (2022). Así mismo, os animo a descubrir una divertida escena en la que aparece el leitmotiv del director (los cruasanes).
La ternura de esta comedia dramática se roba el corazón de los espectadores. La presentación tan seca de la figura del padre cambia a medida que los hermanos se liberan del peso de sus sentimientos y se van desgarrando emocionalmente a partir de los recuerdos. La memoria colectiva de la sala de cine entiende cómo Antonio y la generación de posguerra construyó con sudor y unos pocos ahorros una segunda casa familiar.
Para esta generación de hombres currantes, tener otra casa fue un salto imaginario hacia una clase social más alta. Igualmente, dichos progenitores se desvivieron para que sus hijos estudiaran (algo que ellos no pudieron hacer), y los educaron con unos valores basados en el ahorro, la sequedad como distintivo de virilidad, trabajar la tierra para contar con recursos propios, ser un manitas, etc. El relato de Paco Roca da testimonio de ello, comprende a su padre e intenta reconciliarse con él.
“Yo, el día que ya no pueda venir, prefiero que me dé algo y morirme”, expresa el padre refiriéndose a su casa. Imagínense verse privados de algo tan simple y cotidiano como conducir, de la libertad de poder ir a tu zona de confort… Para la generación de posguerra, atesorar trabajo y bienes inmuebles simbolizaba ganar la lotería. Cuando la vejez impide a estos hombres ir al campo a cuidar sus tierras, se ven desnudos en medio de un mundo tecnológico que desconocen. Nuestra tarea no es otra que entenderles y escucharles, porque la memoria individual es el tesoro de cada casa.
Personalmente, me tomo la licencia de escribir un “te quiero” para mis seres queridos, en especial para mi yayo Pepe, a quien veía en cada plano del señor Gisbert. Esta es la magia de la película: los objetos cobran vida, los símbolos se convierten en personajes. El sombrero de paja, la camisa descosida y sucia que, posiblemente, la mujer de Antonio le reservaba para trabajar en el campo, la chaqueta de lana, les espardenyes… Estos símbolos, que son las huellas de Antonio Gisbert, hacen que su fantasma se pasee por la película.
La perseverancia y el perfeccionamiento de Álex Montoya repiquetean por toda la cinta, consiguiendo unas actuaciones costumbristas y naturales a base de repetir escenas hasta dar con la buena, como indican los actores Marta Belenguer y Jordi Aguilar. A pesar de que el filme transmite una viva sensación de calidez, cuentan que el rodaje se produjo en invierno, entregados entre sí como “una gran familia política”.
En cuanto a la escenografía, la película se desarrolla la mayor parte del tiempo en la casa familiar, ubicada en un pequeño pueblo valenciano de mar y montaña. La casa que aparece en pantalla es el verdadero hogar de la familia Roca. Según explica Álex Montoya, fue un gran reto mantener la veracidad del escenario del cómic, atendiendo a que, en primer lugar, tuvieron que deshacer una reciente reforma de la vivienda. En segundo lugar, la tarea se complicó aún más, pues Roca explica que “la casa la dibujo combinándola para que me funcione bien en la historia”.
Si en el cómic Paco Roca juega con los tintes de color para marcar el paso del tiempo, en la película se usa una cámara de vídeo de 8 mm, cuya textura granulada de formato cuadrangular se intercala a lo largo de la cinta para referenciar un tiempo pasado a modo de flashbacks, consiguiendo adaptarse muy bien a un relato lineal. Es notoria la labor de los guionistas Álex Montoya y Joana M. Ortueta, pues han adaptado verídicamente la novela gráfica con ligeros cambios (requeridos por el formato de la estructura cinematográfica).
Vale la pena destacar el trabajo de postproducción, con el que han conseguido que se vea envejecer a Luis Callejo Martínez. Su aspecto añoso es la suma del maquillaje y de instruir a los programas de ‘FaceApp’ de la IA, según nos cuenta Álex Montoya. Su objetivo era “mantener la sensación de que, realmente, estas personas son las mismas”.
En definitiva, Paco Roca y Álex Montoya nos abren la puerta de ‘La casa’: un relato familiar de los hermanos Roca que homenajea a su difunto padre. La propia casa termina por ser un personaje más y nos recuerda que el tiempo es limitado, “que la vida es un cigarro que no se debe apagar”.
Un filme que pone en valor los lugares de la infancia, los recuerdos y la memoria, el perecer de los objetos y su renacimiento, la vejez y el legado familiar. Una historia que nos invita a escarbar hacia dentro, hacia nuestras raíces; que nos exhorta a salir del cine y llamar a nuestros padres, hermanas, abuelos… ¿Cuándo fue la última vez que les dijiste “te quiero”?
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