Jardines de Monforte. València Capitla Verde Europea 2024

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Obras de arte en espacios verdes y representaciones pictóricas del paisaje
València Capital Verde Europea 2024

La relación entre el arte y la naturaleza es longeva. Ya en la Antigua Grecia y en el Imperio romano se desarrollan jardines decorados con estatuas, columnas y bustos. La representación pictórica del paisaje, a su vez, nace en China hacia el siglo V y empieza a florecer en Occidente a partir del siglo XVI. Juntos, arte y naturaleza forman un tándem que complace la vista, renueva la mente e inspira.

Para confirmarlo, basta con darse un paseo por los parques y jardines de València. Empecemos por los Jardines del Turia, uno de los fundamentos para la elección de la ciudad como Capital Verde de Europa 2024.

En sus catorce tramos diseñados por arquitectos y paisajistas, el antiguo cauce del río alberga actualmente más de 30 esculturas y una decena de murales de arte abstracto. Además de los dos museos de la Ciudad de las Artes y las Ciencias –CaixaForum y el Museo de Ciencias–, hay otros dos en sus bordes inmediatos –el Museo de Bellas Artes de Valencia y el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM).

Nico Barios. Jardines del Turia. València Capital Verde Europea 2024
Mural de Nico Barrios en los Jardines del Turia. Fotografía de Tátylla Mendes.

Los Jardines del Turia son también el plató del Palau de la Música, del Palau de les Arts y del Berklee College of Music. Asimismo, ya sirvieron de inspiración para diseñadores como Pau Valls, Virginia Lorente, Abraham Mondría y Andrea Dalla Barba, y fueron escenario de rodaje de diversas películas y series. Por donde fluían las aguas, ahora fluye la vida ciudadana y, por supuesto, el arte y la cultura.

Nuestro paseo sigue por los Viveros o Jardines del Real. En este parque histórico de origen árabe, entre palmeras, jacarandas, pinos y arces, nos encontramos con más de una treintena de obras de arte. Es como un museo al aire libre, donde esculturas, bustos, fuentes y otros adornos están en diálogo constante con el medio natural.

¿Puede el arte agregar valor a la naturaleza? O, dicho de otra manera, ¿puede el arte aportar a la dimensión medioambiental de la sostenibilidad? Los Viveros y los Jardines del Turia –dos de los más representativos espacios naturales de la Capital Verde Europea 2024– parecen indicarnos que sí.

Dama de Elche. Enrique Cuñat
Dama de Elche, tallada por Enrique Cuñat, en los Viveros. Fotografía de Tátylla Mendes.

Igualmente, si miramos con un poco más de atención a algunas de estas obras artísticas, queda patente que el arte también puede aportar a la dimensión social de la sostenibilidad, contribuyendo para la valorización del patrimonio histórico y cultural, material e inmaterial.

En los mismos Viveros podemos apreciar algunos ejemplos de ello. Muy cerca de las montañas de Elio (donde se encuentran las ruinas del Palacio Real), está la ‘Dama de Elche’, una réplica de la pieza arqueológica ibérica descubierta en La Alcudia (Elche), en 1897, actualmente custodiada por el Museo Arqueológico de Madrid. La reproducción tallada en mármol por Enrique Cuñat trata de devolver a la Comunidad Valenciana un notable fragmento de su patrimonio histórico.

Caso distinto es el del ‘Homenaje a Ausiàs March’, escultura en acero inoxidable que se alza al cielo como los cercanos cipreses de la puerta septentrional del parque. Realizada por Andreu Alfaro, uno de los escultores más relevantes del siglo XX, la obra exalta al poeta más importante de la literatura catalanovalenciana medieval, de quien todavía se sigue haciendo caudal.

Ausiàs March, de Andreu Alfaro
Homenaje a Ausiàs March, de Andreu Alfaro, en los Viveros. Fotografía de Tátylla Mendes.

Por seguir la senda de escritores ilustres representados por escultores notables con obras de arte que hoy se encuentran integradas a la naturaleza, hay que mencionar también la estatua de Cervantes realizada por Mariano Benlliure, instalada en los jardincillos de la calle Guillem de Castro. Sobre los hombros de un Quijote impresionista, el busto realista de Cervantes distingue este rutinario espacio verde del cap i casal.

Al mirar la escultura en bronce, uno puede acordarse, además, de otro escultor que solía utilizar este material, Auguste Rodin, quien dijo: “El arte es siempre la gran verdad de la naturaleza vista a través del entendimiento humano”.

Estatua de Cervantes. Mariano Benlliure. Laura Gastón. Argi Arte
Estatua de Cervantes, de Mariano Benlliure, en la calle Guillem de Castro. Ilustración de Laura Gastón (Argi Arte).

Mientras seguimos nuestro paseo artístico por la València Capital Verde Europea, la cita de Rodin resuena en nuestra mente, haciéndonos pensar en las más variopintas miradas pictóricas sobre el paisaje. Es en este momento que llegamos a la Glorieta y nos topamos con el busto de Antonio Muñoz Degrain –de quien, este 2024, se celebra el centenario de su fallecimiento–, realizado por Francisco Marco Diaz-Pintado.

Aunque fue un artista fecundo, que cultivó varios géneros de la pintura, es común que se considere a Degrain como un pintor paisajista, siempre destacándose, eso sí, por su innovador y osado uso del color. Sus obras representativas de la naturaleza nos transportan a ambientes intocados, sierras imponentes y acaudalados cursos de agua.

Otro caso es el de Genaro Lahuerta, mucho más tendente a la síntesis y la abstracción, más cercano al impresionismo que al realismo. Como dijo sobre él Joaquín Guzmán, el paisaje nunca es realmente como lo pinta, “pero paradójicamente, la evocación poética de ese mundo no puede ser más precisa”.

Detalle de la obra ‘Paisaje de Altea’, de Genaro Lahuerta, expuesta en el Museo de Bellas Artes de València. Fotografía de Tátylla Mendes.

Para ahondar en nuestro análisis sobre el efecto de las representaciones pictóricas de la naturaleza, decidimos preguntar la opinión de algunos destacados paisajistas contemporáneos valencianos. ¿Podría el arte contribuir para la concienciación o, al menos, para la reflexión sobre el medio ambiente?

Rosa Torres asevera que “para mí, la naturaleza ha sido a lo largo de la historia una fuente inagotable de inspiración, tanto en el arte como en la ciencia”. En ámbito más personal, la artista aún nos revela que ahora mismo está trabajando en una serie inspirada en los Viveros.

Por su parte, Calo Carratalá afirma: “Yo soy un pintor que necesita salir a la naturaleza para reflexionar sobre la forma que tenemos en nuestro presente de ver y sentir el mundo. Creo que el arte solo puede hablar desde su presente”. Según el artista, “solamente reflexionando sobre cómo vemos, entendemos y sentimos nuestro presente, y estudiando la manera que otras sociedades de otras épocas entendieron su tiempo y su mundo, podremos vislumbrar qué es lo que queremos para un futuro más o menos cercano”.

A raíz de estos comentarios y siguiendo con nuestras cavilaciones sobre el arte y la naturaleza, el pasado mes de marzo nos acercamos a Shiras Galería para contemplar la exposición ‘Escala: uno es a mil’, de Nuria Rodríguez.

Nuria Rodríguez
Nuria Rodríguez, junto a su obra ‘Herbario de Emily Dickinson I’, en Shiras Galería. Foto: Paco Caparrós.

Según indica el crítico Álvaro de los Ángeles en el texto sobre la muestra, la artista “lleva un par de décadas planteando cuestiones sobre el entorno (aquí entendido como una combinación entre lo natural y lo cultural) y su conversión en representación; así como sobre los códigos que la ciencia y el arte emplean para traducir en formas inteligibles aspectos inabordables por su magnitud o por su abstracción”.

Así que le preguntamos también a Nuria Rodríguez por su opinión acerca del aporte del arte a la sostenibilidad medioambiental. “El arte es un sistema visual que lo remueve todo”, sostiene la artista. “La ciencia aporta objetividad en su manera de mirar el mundo. Sin embargo, el arte se nutre de todo lo contrario. Es la exposición pública de la subjetividad, el sello indeleble que define otras maneras de la actividad humana en su tarea por conocer y desentrañar los misterios”.

Rodríguez aclara que esta es la razón por la que ha empleado en su exposición el título ‘Escala: uno es a mil’, “que hace alusión a los modos de ver y representar los hallazgos científicos, cuya «reinterpretación» introduce otros criterios de relación, entre los que se encuentran la sostenibilidad, los límites de la naturaleza o la reiterada explotación de los recursos naturales”.

Vista de la exposición ‘Escala uno es a mil’, de Nuria Rodríguez. Imagen cortesía de Shiras Galería.

Como se pudiera prever, son variadas las opiniones acerca de las posibles contribuciones del arte a la concienciación sobre el medio ambiente. En todo caso, está claro que el arte tiene la capacidad de cuestionar los paradigmas globales, ofrecer nuevas perspectivas, proponer diferentes escenarios de futuro, lanzar preguntas y aportar ideas. Asimismo, en su intento de comprender y reinterpretar el mundo, el arte puede tener un efecto catártico sobre sus observadores.

Respecto a ello, la comisaria y directora de proyectos Blanca de la Torre ya comentaba en la edición especial sobre arte y sostenibilidad de la revista Conectando Audiencias: “El arte es un vehículo de conocimiento y como tal creo que puede ofrecer un prisma diferente a la hora de entender las problemáticas ecológicas y proponer un replanteamiento en nuestra concepción de la idea de naturaleza y nuestra relación con ella”.

Sobre dicha relación, la artista Nuria Rodríguez matiza: “En la actualidad, puede que el arte exponga la necesidad de reconectar de nuevo con la naturaleza porque somos naturaleza, una de las múltiples formas que adopta”.

Al entender nuestra naturaleza humana como parte de todo el ecosistema que nos rodea y teniendo en cuenta nuestra tendencia a expresarnos de variadas maneras (incluso la artística), la relación entre el arte y la naturaleza se muestra todavía más íntima.

Roice183
Mural de Roice183 en los Jardines del Turia. Fotografía de Tátylla Mendes.

No hay que obviar, además, que el arte también adopta múltiples formas, entre ellas, la que guarda mayor relación con la naturaleza (y, por ende, con la sostenibilidad medioambiental) es la jardinería. Estaba en lo cierto Alexander Pope cuando dijo “toda la jardinería es pintura de paisajes”.

Para comprobarlo, seguimos nuestro paseo por València Capital Verde Europea 2024, poniendo rumbo a los Jardines de Monforte. Como si no bastaran sus setos recortados formando composiciones simétricas, su bóveda de buganvillas, sus árboles monumentales, su rosaleda, su cascada rodeada de helechos y su palacete de estilo academicista francés, este pensil neoclásico está decorado, además, con treinta y tres esculturas de mármol. No es de extrañar, por lo tanto, que haya sido declarado oficialmente como jardín artístico por el Decreto de 30 de mayo de 1941.

Jardín de las Hespérides. Valencia
Jardín de las Hespérides. Fotografía de Tátylla Mendes.

Y para cerrar nuestro recorrido por todo lo alto, nos vamos al Jardín de las Hespérides. Inspirado en la mitología de la Antigua Grecia –cuna del arte occidental–, este vergel sustituye las legendarias manzanas de oro por los relucientes cítricos valencianos, patrimonio natural de estas tierras. Sus esculturas de bronce y sus albercas de mármol hacen juego con la flora circundante, de los árboles ninfa a la pérgola de cubierta vegetal.

Ahí, sentados junto a los álamos, contemplamos el atardecer –como si de un capricho de las Diosas del Ocaso se tratara– y pensamos en la (quizás, ojalá) inmortal relación entre el arte y la naturaleza, que se puede apreciar tan bien en València Capital Verde Europea 2024.

Jardines de Monforte. València Capitla Verde Europea 2024
Jardines de Monforte de València. Ilustración de Laura Gastón (Argi Arte).