#MAKMAArte
‘La cerámica en la obra de Javier Mariscal’
Auditori Municipal Germanies
García Lorca 6, Manises (València)
Sábado 1 de junio, a las 12:30
II CICEMA, Festival Internacional de Cine Cerámico de Manises
Del 31 de mayo al 2 de junio de 2024
“Ahora estoy hablando contigo y, al mismo tiempo, estoy dibujando porque me falta el tiempo por todas partes”, confiesa Javier Mariscal a escasos días de sostener una charla-encuentro, el próximo sábado 1 de junio, a las 12:30, en Manises (València), en el marco del Festival Internacional de Cine Cerámico (CICEMA) dirigido por Rafaela Pareja y Carlos García Aranda y que se celebra esta misma semana del 31 de mayo al 2 de junio.
Y, aun faltándole tiempo, se acercará a Manises, municipio con el que mantiene un vínculo afectivo puesto que fue ahí donde tuvo sus primeros escarceos con la cerámica, de la que hablará en tono distendido, lejos de pretender emular la historia que, con respecto a esa cerámica, posee la localidad valenciana.
“Estoy con un cómic que quiero acabar para finales de este año y me siento muy mal de ver que no tengo tiempo, de ahí que no pueda decir a todo que sí”, insiste quien, valorando el marco de la proposición, ha decidido entregar parte de su valioso tiempo en la exploración de lo que CICEMA proponga durante su festival.
Un festival audiovisual con la cerámica como protagonista, otorgando al certamen la singularidad de lo escasamente visto y difundido. “Me interesó mucho, de ahí que no quisiera perdérmelo”, subraya Mariscal, para quien la cultura contenida en este tipo de festivales cumple la función asociada a las farmacias: “Si estás triste o estás mal, te vas al cine y sales curado”.
¿De qué vas a hablar en tu charla-encuentro con motivo del Festival Internacional de Cine Cerámico de Manises?
Yo a Manises no tengo el valor de ir para hablar de una teoría sobre mis ideas de cerámica, porque es como si un japonés va a Sevilla para hablar del arte flamenco. Manises es cerámica y yo ahí poco puedo aportar en cuanto a su historia, porque, dirán, ¡qué me estás contando!
Entonces, hablaré de mi trabajo, que, por otro lado, no es estrictamente cerámica, porque yo lo que hago es manchar, ensuciar cerámicas que otros me hacen. De hecho, me interesa ir a Manises por conectar con talleres cerámicos y ver las posibilidades de hacer cosas ahí, porque ahora sí que me veo haciendo las propias piezas.
Entonces, ¿tienes previsto dar el salto a la realización de piezas a partir del propio material cerámico?
No sé, yo es que soy muy bruto y a mí esto de los hornos y tal nunca se me ha dado nada bien. No tengo ni puta idea de técnica. Para que te hagas una idea, yo tengo 74 años y hasta hace poco alguien me explicó que el lápiz HB no era un lápiz ni blando ni duro…Vamos, que no soy nada técnico.
Ya me gustaría tener horno en casa, saber soldar el hierro, pero al final, dices, ¡pues no se puede saber de tantas cosas! Yo soy un inútil que dibuja y, más o menos, engaña a la gente y da el pego. En el fondo, a mí me pagan por divertirme y mal, porque siempre nos pagan mal.
CICEMA, como festival de cine cerámico, ¿qué te parece?
Me llamo la atención lo de un festival de cine cerámico, porque pensé: ¿Y eso qué es? Y me interesó mucho, de ahí que no quisiera perdérmelo. Primero, porque es de cerámica, y después, porque el hecho de que haya festivales de todo tipo es importante, ya que ayudan a promover la cultura.
Es que, no sé si nos damos cuenta, pero la cultura es casi una farmacia: si estás triste o estás mal, te vas al cine y sales curado; no hace falta pagar a un psicólogo ni a nadie parecido. De manera que, la verdad, tengo curiosidad por ver qué historias se van a contar en el festival sobre cerámica. Me parece genial como idea.
La cerámica tiene una larga tradición milenaria que llega hasta el homo sapiens. ¿Encierra, en este sentido, una mayor fuerza simbólica?
Creo que la cerámica tiene una cosa muy potente, que lo tiene también el diseño, y que es, por encima de todo, su utilidad. Lo primero que le pides a una sartén, a un mechero, a una silla, es que cumplan la función para la que fueron creados.
Antes del homo sapiens ya existía la necesidad de utilizar lo que les rodeaba para satisfacer sus necesidades. En muchos países de Asia, la zona de Vietnam y demás, usan las hojas de bambú o de palmeras como plato.
Entonces, que el barro, de repente, puedas modelarlo y al sol se quede duro y sirva como recipiente, pues, no sé, tiene esa fuerza de lo que tiene miles de años. Y encima, una vez que sirve para eso, pues los seres humanos de todos los tiempos le hemos buscado esa cosa que tiene que ver con lo bello. Y ahí sí que entra el rollo simbólico, incluso antes del homo sapiens.
¿La cerámica es un lenguaje que está a la altura del resto de expresiones artísticas como el cine, la plástica o la fotografía? Y, si es así, ¿por qué hay tan pocas galerías de arte dedicadas solo a la cerámica?
Para mí, la cerámica es, sin duda, un lenguaje artístico, no tienes más que ver el trabajo más evidente de Picasso quien, salvando las distancias, hacía como yo, enguarraba las piezas que le hacían.
Ahora hay una exposición de Miquel Barceló en La Pedrera [Casa Milà de Barcelona] que es una maravilla. Incluso te diría que su obra cerámica tiene más fuerza que sus cuadros. Que no haya galerías de arte dedicadas exclusivamente a exponer cerámica es otra cosa, porque vivimos en un país en el que hay lo que hay.
Mientras gastemos más dinero pagando a los que fabrican coches o a los que hacen petróleo, y no se gaste dinero suficiente en cultura, pues seguiremos siendo un país bastante inculto. Tampoco me gusta hablar mal de mi país, porque creo que vivimos en un país maravilloso.
Pero yo, por ejemplo, acabo de estrenar una película con Fernando Trueba de dibujos animados para adultos (‘Dispararon al pianista’) y la gente no entra al cine. Te dicen: ¿Cómo, dibujo animado, para mayores, documental, sobre bossa nova, y eso qué es? Y es así. En cambio, en Francia, hemos tenido un éxito arrollador. Pero no me quejo, ¿eh?, porque quejarse es de idiotas.
Cuando pintas sobre cerámica, ¿hasta qué punto tu mente cambia el chip debido al soporte distinto con el que trabajas?
Yo busco tener un objeto con una utilidad muy clara, como los cuencos para almacenar fruta o las tazas para el café, y plasmar en ellos formas muy tradicionales, muy sencillas. En fin, no sé, vosotros los periodistas es que hacéis a veces preguntas con las que me ahorro tener que ir al psiquiatra.
Hablando de ahorro, no vaya a ser que estemos diciendo cosas que circulan por Internet sin una base real, ¿es cierto que te iniciaste en esto de la cerámica con Miquel Barceló?
¡Qué me estás contando! Yo antes de que naciera Barceló ya hacía cerámica y, además, mira por dónde, en Manises. A Miquel lo quiero mucho y cuando veo sus trabajos me siento una hormiga, pero yo en los años 70 ya estaba haciendo piezas de cerámica precisamente en Manises.
Lo que sí descubrimos, en ese viaje a Mali [en 1988], es cómo hacían terracota mediante un sistema muy gracioso, pero, vamos, que yo ya había hecho cosas. De hecho, estoy pensando que tendré que poner algunas imágenes de aquellos primeros trabajos que hice en Manises.
Que la cerámica se rompa, ¿es un valor añadido o un problema?
Para mí, que se rompa, le da más valor. Todo lo que nace, muere. Y la fragilidad tiene, en este sentido, una gran importancia. A mí me gusta la fragilidad, creo que es una cosa muy humana.
Vas a ser el autor del botijo de Argentona (Barcelona), que tiene un museo dedicado a este objeto tan singular. ¿Qué piensas que tiene el botijo, como pieza cerámica, para haber perdurado en el tiempo?
Es un objeto muy humilde y tiene, por eso, la fuerza de lo humilde. Hace miles de años eran neveras sin pilas. Yo soy muy mayor y recuerdo que, cuando tenía seis o siete años, aparecieron las pilas. Y pensaba: ¿Y esto qué es? ¡Hostia, las pilas!
Había, además, veranos que nos quedábamos sin electricidad y, entonces, tener un botijo que mantenía el agua fresquita pues era todo un invento. Yo he realizado para Argentona un botijo muy sencillo, que proclama sin rubor: ‘Soy un botijo’.
Porque eso es muy importante: un objeto tiene que hablarte y poseer ese punto de putón verbenero que te está diciendo: ‘¡Llévame a casa, que cada día que me uses dirás, qué suerte haberme comprado!’
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