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’18 Mayores de edad’
Fotografías de Vicente Dolz
Galería Railowsky
Grabador Esteve 34, València
Hasta el 25 de julio de 2024
Rostros erosionados por el tiempo. Pieles curtidas y agrietadas. Miradas que expresan el sosiego que solo se alcanza tras una vida colmada de experiencias, el estupor de haber llegado al final de un viaje que, posiblemente, no se imaginó tan largo. Semblantes añejos de mujeres y hombres marcados por las huellas de un sinfín de sonrisas y llantos. Topografía de las emociones. Espejos del alma.
La sala de exposiciones de la librería Railowsky alberga hasta el mes de julio una impresionante galería de retratos de ancianos en blanco y negro y grandes dimensiones –100 x 70 cm–, que nos enfrenta de sopetón a esa temida e ineludible vejez, que se aproxima como única alternativa a la muerte.
Un retablo de la senectud que muestra no solo la belleza de la arruga, la paremia que plagió Adolfo Domínguez, sino también las muchas historias que las arrugas cuentan. Teniendo en cuenta que son 19 los retratados, con una edad media de 85, los números no engañan: la muestra concentra 1.615 años de vida.
’18 Mayores de edad’ es el título de este trabajo fotográfico de Vicente Dolz, título que encierra una cariñosa ironía y una pequeña trampa, pues, en realidad, son 19 los retratados. Este proyecto surgió en abril del pasado año y es fruto de las primeras impresiones del fotógrafo valenciano al trasladar su residencia a Ávila hace dos.
«Además de la crudeza del clima invernal, solo apto para personas resistentes al frío, me llamó mucho la atención la cantidad de gente mayor que se veía por las calles, a veces a cargo de niños pequeños, pues los jóvenes y adultos trabajan fuera de la ciudad», recuerda Dolz.
«No solo me impresionó su número, sino también la actitud que mostraban, como si fueran simples figurantes en el teatro de una vida que ya no cuenta para ellos. Esa actitud de las personas mayores, que nunca había observado en Valencia, me revolvió algo por dentro al pensar en lo mucho que tendrían que contar».
Con la idea de poner cara a esas historias anónimas mediante su cámara, Dolz presentó su proyecto al Ayuntamiento de Ávila y comenzó a retratar en su estudio a un grupo de personas, la mayoría mayores de 85 años que participaban en un taller municipal.
«Eran sesiones de unas dos horas en las que usaba tanto la cámara analógica como la digital. Les decía: ‘Mirad a la derecha y sonreír, luego a la izquierda y poned expresión de mal humor’, y en la transición los captaba. Desde el minuto cero, supe que iban a ser retratos en blanco y negro porque venían con ropa muy colorida –ellas, muy maquilladas– y quería que el interés se centrara en sus ojos y en sus rostros. Paradójicamente, el cartel de la muestra es el retrato de una mujer con los ojos cerrados; le pedí permiso para hacérselo así porque me pareció un contrapunto interesante».
Frente al culto a la juventud y a la belleza codificada por modelos estereotipados, Dolz considera que la contemplación de los rostros ajados pero intensamente vividos de estos ancianos nos muestra «que la verdadera felicidad y riqueza residen en la experiencia y en la sabiduría que se adquieren a lo largo de los años».
«Sus sonrisas cálidas y sabias nos recuerda que la felicidad no siempre está en la juventud. Estas fotografías también hablan de la importancia de cuidar y valorar a nuestros mayores, a menudo olvidados. Ellos nos han enseñado los valores que hacen una sociedad fuerte y cohesionada, y debemos estarles agradecidos por todo lo que han hecho por nosotros y tratarlos con el respeto y la dignidad que merecen», añade.
Al principio, solo dos hombres se ofrecieron a ser retratados y Dolz tuvo que pelearse para conseguir más. «Uno de ellos, con 98 años y una vejez magnífica, me contó que fue guardia civil y estuvo cuarenta años destinado en el País Vasco en los años del plomo. ‘Soy un superviviente’, se definió a sí mismo».
Entre las mujeres, hay un par de maestras jubiladas, una médica y también agricultoras y ganaderas. Una de ellas acudía a la sesión de fotos tras salir del hospital y acababa de enterrar a un hijo. Otras lo hacían recién peinadas en la peluquería o tras eliminar algunas manchas de la piel. Dos de los ancianos que aparecen ya han fallecido y, lógicamente, los demás se irán en los próximos años.
Sin embargo, sus nombres quedarán enraizados en la tierra, y no solo a causa de esta exposición, sino por un proyecto complementario y paralelo. La plantación de 18 árboles bautizados con sus respectivos nombres que ha llevado a cabo una oenegé belga. La exposición se presentó en el Palacio de los Verdugo de Ávila, entre noviembre y diciembre de 2023, y próximamente estará en Móstoles (Madrid).
En sus trabajos fotográficos, Vicente Dolz (València, 1959) se inspira en la naturaleza y en la creación humana, sobre todo en la arquitectura y el urbanismo, y plasma su conexión con el ser humano interactuando en multitud de contextos, a menudo abiertos a la interpretación, cobrando protagonismo sin ser el personaje principal. En sus fotografías, dominadas por construcciones arquitectónicas casi siempre espectaculares o excesivas, se observa la presencia de personas en contextos diversos, convirtiéndose en una metáfora de la sutileza del existir.
Sus cámaras, tanto analógicas como digitales, captan imágenes de cualquier momento y de cualquier lugar, en color o en blanco y negro, según lo exijan las emociones del instante o le pida paso el color como elemento para su mensaje.
Obtuvo el título de Postgrado Diploma Especialista Profesional Universitario de Fotografía Digital y Tratamiento de la Imagen, y Máster en Fotografía en la Universitat de València, además de realizar numerosos cursos de especialización. Tiene entrevistas publicadas en webs como 100 asa, 1X o Masters of Photography.
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