#MAKMAEscena
IV edición de Via Escènica
Entrevista a Marta García, coordinadora de público y de las mediaciones en residencia de Via Escènica
Russafa Escènica
Programa de mediación cultural
Julio de 2024
La mediación cultural es ese nombre familiar al que no terminamos de ponerle cara. Nos suena de haberlo escuchado en los últimos años, pero aún nos cuesta visualizar con claridad de qué se trata. Estamos en un momento de apertura de las organizaciones culturales y todas se rompen las vestiduras para acercarse a la ciudadanía. Esas mil y una estrategias son la mediación cultural, que ahora tiene nombre y se ha formalizado, pero estos intentos de popularizar las artes nos han acompañado desde siempre.
El festival Russafa Escènica presentó, el pasado 7 de junio, la IV edición de Via Escènica, el programa de mediación cultural intermunicipal que desarrollan a lo largo del mes de julio. Cuatro años de escucha, aprendizaje y evolución les han permitido acercar las artes escénicas contemporáneas a diez municipios, convertir a los vecinos en programadores y ofrecer condiciones de trabajo dignas a diez compañías de artes escénicas.
Via Escènica es un buen ejemplo de lo que persigue la mediación cultural: una simbiosis entre la ciudadanía y los artistas. El programa, conducido por Santiago Ribelles, Marta García y aurelia Díaz, ofrece dos semanas de residencia a las diez compañías seleccionadas para las piezas breves del festival, a repartir entre Alboraia, Aldaia, Almussafes, Alzira, Benifaió, Foios, Quart de Poblet, Rafelbunyol, Catarroja y Sollana.
La compañía recibe una bolsa económica y durante la estancia convivirán con un grupo de observación, conformado por los propios vecinos del municipio. De esta manera, el grupo conoce desde dentro el proceso de producción de una obra escénica y la compañía tiene a su disposición un colectivo de personas con quienes compartir, probar y experimentar.
Por último, cinco personas de cada municipio acuden al festival a ver el resto de piezas cortas y seleccionan dos para ser programadas al año siguiente en su municipio, junto a la que fue residente.
Se trata de un proyecto multidireccional y artesanal. Los pueblos tienen la oportunidad de nutrirse de lenguajes escénicos menos convencionales y, a la vez, la compañía se empapa de la peculiaridad del municipio de residencia.
La mediación cultural es eso, potenciar la interdependencia entre la esfera artística y la esfera social, colocarlo todo en un mismo plano y tumbar los prejuicios. Las maneras de hacerlo son infinitas, pero Marta García, coordinadora de públicos y de las mediaciones de Via Escènica, nos explica al detalle en qué consiste el método de esta propuesta y cómo percibe ella la relación entre las artes escénicas contemporáneas y la programación cultural de los municipios.
Da la sensación de que en los últimos años se ha empezado a hablar más y a visibilizar la labor de la mediación cultural.
La mediación cultural no es nada nuevo, pero en los últimos años se ha puesto muy en boga. La institución entiende que tiene que ser parte de los proyectos y se puntúa en las ayudas, pero este tipo de acciones siempre han existido.
Las acciones de mediación han estado sobrevolando de manera inconsciente y se repartían entre el artista y el personal de sala. Ahora se le ha puesto nombre, se ha institucionalizado la figura y se le da más valor.
Este es el cuarto año de Via Escènica y entiendo que la propia experiencia habrá hecho mutar el proyecto. ¿Cómo ha ido cambiando el programa de Via Escènica durante este tiempo?
Via Escènica nace como un programa de residencia para las piezas cortas del festival porque entendemos que son las que menos recursos tienen. El primer año no contábamos con recursos económicos para las residencias. A partir de entonces, empezamos a buscar financiación para las artistas y a replantearnos qué es una residencia.
Una residencia no es solo una cesión de espacio, pensamos que debe haber un acompañamiento; nos preguntamos qué significa hacer mediación, qué son los grupos de observación y concluimos en que la estancia tenía que ser remunerada.
El año pasado, conseguimos entrar dentro del programa Cultura Resident del Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana y tuvimos la oportunidad de dignificar la profesión de la mediación.
Eso en cuanto a los recursos y la estructura. Otra parte que también ha ido evolucionando –y que es la que más ilusión me hace– son los grupos de observación. El primer año, le pedíamos a la técnica de Cultura de cada municipio que crease un grupo de observación para acompañar el proceso de creación de la compañía residente.
La idea inicial era que cada año el grupo fuese distinto, pero muchas personas se han mantenido desde el primer año. Llevan con nosotras cuatro años y ya notamos un cambio de mirada. Estas personas se sienten parte de la programación cultural de su municipio.
En septiembre vienen como programadoras al festival y seleccionan dos piezas para ser representadas en su municipio. Los primeros años de Via Escènica había más homogeneidad en las elecciones, pero el año pasado vimos que las opiniones empiezan a diversificarse, se valoran otras cosas, se fijan en los procesos más allá del hecho escénico.
También es muy bonito cuando los grupos de observación ven el estreno de la pieza que han estado acompañando, porque el grupo ha estado presente durante gran parte de la construcción. Eso lo permite la mediación. La mediación permite acercar el proceso y descubrir las artes escénicas.
¿Qué tipo de actividades se realizan con los grupos de observación?
Primero hacemos un mapeo de las personas interesadas. La convocatoria es abierta y lo que más funciona es el boca a boca. Los técnicos de cultura nos ayudan a configurar los grupos porque son los que conocen a las personas del pueblo. En otros casos, montamos los grupos según las necesidades del artista, si tiene preferencia por trabajar con algún colectivo en concreto.
Este año haremos dos sesiones de mediación. La primera es una bienvenida de la artista al municipio; ese día, la artista se convierte en espectadora y las vecinas le enseñan el pueblo. Es importante que las artistas conozcan y se empapen del entorno, porque seguramente vaya a transformar su proceso.
La segunda mediación es una propuesta del artista al municipio que le sirva para su propio proceso creativo. El grupo de observación es una mirada externa que está para ayudar. Se conforma un acto de generosidad total en ambas direcciones.
¿Qué impacto tiene Via Escènica en los municipios donde se desarrolla?
Cuando se presentan las piezas en los municipios se hace en espacios no convencionales, como en el propio Russafa Escènica. Las vecinas del municipio viven la experiencia de ver tres piezas cortas en tres espacios no convencionales. Este formato, con lenguajes diferentes a lo que se suele programar, promueve un cambio de mirada hacia las escénicas.
Otra cosa muy interesante es el efecto que tiene en otros municipios. Entre ellos hay comunicación y cada vez hay más ayuntamientos interesados en participar en Via Escènica. Estamos pensando en maneras de expandirlo.
Este año, el proyecto ha pasado a ser intermunicipal con la colaboración del SARC de la Diputació de València; esto quiere decir que cada municipio solicita su participación y se responsabiliza de la gestión. El proyecto es cada vez más de los municipios y las residencias se adaptan a la realidad de cada uno.
Más allá del Via Escènica, ¿hay dificultades para introducir las artes escénicas contemporáneas en las programaciones culturales de los pueblos?
Existe un problema con las programaciones. Vía Escènica es una herramienta que permite acercar lenguajes contemporáneos y alternativos que igual de otra manera no se podrían programar. Por ejemplo, a veces, la poca programación de danza se justifica con “el poco público que tiene” o con que “no se entiende”.
Hay mucha resistencia a programar piezas que parezcan extrañas por miedo a que el público no las entienda. La gente rechaza al arte contemporáneo por miedo a no entenderlo.
Sin embargo, cuando te explican la obra o te acercan el proceso, sales reconciliado contigo mismo. Para esas cosas es fundamental el papel de la mediadora. Sería maravilloso que existiera una mediadora cultural en cada municipio que pudiera trabajar desde dentro este acercamiento a las artes escénicas.
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