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‘Nobosudru, el devenir icono de una mujer mangbetu. De la imagen visual a la materialidad de la imagen’
Comisariado: Hasan G. López, Carine Peltier-Caroff y Nicolás Sánchez Durá
Con el apoyo del Musée du Quai Branly-Jacques Chirac de París
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 4 de julio al 8 de diciembre de 2024
El filósofo Tzvetan Todorov habla, en su libro ‘La conquista de América’, del problema que representa el otro en el contexto de la colonización, arrancando su ensayo así: “Quiero hablar del descubrimiento que el yo hace del otro. El tema es inmenso”. Y añade: “Apenas lo formula uno en su generalidad, ve que se subdivide en categorías y en direcciones múltiples, infinitas”.
El Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) se hace cargo de esa multiplicidad, a partir de la imagen de Nobosudru tomada por George Specht y León Poirier, responsables de las fotografías de la travesía automovilística Citroën conocida como ‘La Croisière Noire’ (1925-1925). Una imagen convertida en icono que, pasado el tiempo, ha dado lugar a múltiples reflexiones contradictorias en torno a su representación.
Algunas de esas reflexiones ya se encuentran contenidas en el propio significado de la palabra icono, porque tan pronto se refiere a la persona u objeto que simboliza un elemento cultural, como a su carácter de figura consagrada y, poniéndole el acento a la “í”, a superhéroe de cómic, lo que viene a prolongar la deriva del icono hasta su vaciado en tanto objeto de consumo en la sociedad del bienestar capitalista.
‘Nobosudru, el devenir icono de una mujer mangbetu’, exposición comisariada por Hasan G. López, Carine Peltier-Caroff y Nicolás Sánchez Durá, viene a dar cuenta de la inmensidad que conlleva ese descubrimiento del otro a partir de la visión del yo. O, lo que viene a ser lo mismo: la dificultad que encierra comprender a ese otro cuando lo reducimos a puro exotismo, a imagen de combate a partir de su anclaje identitario, o a simple objeto del más espectacular consumo.
De esta manera, Todorov alude a la concepción de esos otros “como una abstracción”, como “un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos” e incluso, estirando esta última percepción, como esos “desconocidos, extranjeros cuya lengua y costumbres no entiendo, tan extranjeros que, en el caso límite, dudo en reconocer nuestra pertenencia común a una misma especie”.
Los comisarios de la muestra se refieren a esa dificultad de reconocimiento del otro, en este caso la mujer mangbetu que se quiere sintetizar mediante la imagen de Nobosudru, como “síntoma de un contexto en el que la objetivación exotista ocluye el reconocimiento y la identidad de las personas cuando son reducidas a tipologías étnicas”.
Lo notable del caso es que esa objetivación ha ido persistiendo a lo largo del tiempo, pasando del citado exotismo inicial asociado al colonialismo, a la posterior reivindicación de lo afroamericano a través del mismo icono, hasta desembocar en su utilización como imagen destinada a los más diversos usos vinculados con el espectáculo de masas, ya sea por medio de la publicidad, la ilustración o el cine.
Sánchez Durá lo resumió así: “Esta muestra presenta el devenir semántico y formal de una imagen tomada en 1925, que pasa por diferentes contextos de uso y que ofrece significados contradictorios”. Entre ellos, este: “Se mezclan el tópico de su raigambre egipcia y el tópico de que hay mangbetus que, debido a su arte, tienen una civilización superior al resto de civilizaciones negroides, lo cual les redime de su primitivismo”.
Hasan G. López abundó en ello afirmando que se vincula a la mujer mangbetu “con lo egipcio y luego se vacía de contenido; se utiliza en contextos dispares” y de “forma contradictoria, desde lo colonial a su utilización como portada de reivindicación de la lucha de géneros”.
La imagen de Nobosudru, con la elongación de su cabeza y peculiar tocado, ha llegado hasta nuestros días, representando a las mujeres mangbetu, cuando en realidad, como apuntaron los comisarios, se trataba de mujeres de los más altos dignatarios. También, en esto, hay clases. Como también hay, entre los mangbetu, las tradicionales disputas con otras etnias por la ocupación del territorio.
Ese devenir del icono tiene mucho que ver con los vaivenes que se producen a lo largo de la historia con respecto a determinadas etnias, tan pronto objeto de desprecio como de singular aprecio. De nuevo, siguiendo a Todorov, paradójicamente “los otros también son yos: sujetos como yo, que solo mi punto de vista, para el cual todos están allí y solo yo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente de mí”.
‘Nobosudru, el devenir icono de una mujer mangbetu’ reúne alrededor de 80 piezas -entre un documental, fotografías, pinturas, carteles, moda, sellos, postales, joyas y bisutería- que dan fe de las contradicciones de tamaño icono cultural. Contradicciones asociadas a las propias del sujeto en su afán por acotar, en régimen de exclusividad, la siempre escurridiza esencia del ser humano: en el caso de Nobosudru, objeto de folclorismo, estandarte de la lucha combativa e imagen vaciada para su más digestivo consumo.
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