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‘La pèrdua d’identitat. Art sincrètic a Cuba i Brasil’
Comisario: Amador Griñó
Museu Valencià de la il·lustració i de la Modernitat (MuVIM)
Quevedo 7, València
Hasta el 15 de septiembre de 2024
Amador Griñó, jefe de Exposiciones del Museu Valencià de la il·lustració i de la Modernitat (MuVIM), comisaría una exposición en la Sala Jerónima Galés cuyo título mismo anuncia la complejidad del asunto que aborda: ‘La pèrdua d’identitat. Art sincrètic a Cuba i Brasil’. De manera que la aludida identidad perdida, que da nombre a la muestra, encuentra su paradójico acomodo en el arte sincrético posterior que, al tiempo que la diluye, la preserva.
La identidad perdida, a la que se refiere el título expositivo, Griñó la fundamenta en “los barcos negreros” que “vendieron sus cargas humanas en las posesiones ultramarinas de Castilla y Portugal”, provocando el desarraigo “de sus tierras, costumbres, tradiciones y creencias a millones de africanos”.
Los indios “descubiertos” a raíz de la denominada conquista de América, “aunque también fueron masacrados lentamente y esclavizados de manera sutil” -comenta Griñó en el texto que acompaña a la muestra-, contaron con la defensa de sus derechos humanos tras ser convertidos a la fe cristiana, mientras los “negros” lograron “tener alma que no libertad”.
Y es a estos “negros” a los que se dedica la exposición, dada la fe con la que acometieron “todo un sistema de símbolos y formas artísticas” con los que “engañar al poder constituido para poder creer, para tener culto comunitario y rituales. Para poder tener esperanza”, proclama Griñó en su escrito.
Y añade: “Tanto en África como en el mundo católico necesitamos de imágenes y símbolos materiales a los que dirigirnos, que nos refieran a la divinidad suprema que no vemos, en la que encontramos refugio y esperanza”.
De la identidad, en todo caso, conviene discernir entre aquella que, efectivamente, arropa al sujeto dotándolo de unas raíces en las que se asienta su ser, y aquella otra que, siendo tan firmes sus raíces, le impiden al sujeto moverse para conectar con las raíces de aquellos otros que, como nosotros, sienten el calor de lo propio y el desamparo de lo ajeno.
Por eso dice bien el escritor José Saramago al apuntar que la identidad de una persona “no es el nombre que tiene, el lugar donde nació, ni la fecha en que vino al mundo. La identidad de una persona consiste, simplemente, en ser, y el ser no puede ser negado”.
A este ser negado, privado dolorosamente de -esta sí- su necesaria identidad, se refiere la exposición ‘La pèrdua d’identitat. Art sincrètic a Cuba i Brasil’, que reúne obras de los valencianos José Morea y Uiso Alemany, junto a los cuadros de José Mederos Sigler, las esculturas de José Adário y de Manuel Mendive, o las joyas de Angela Okinaka. Trabajos todos ellos caracterizados por una fuerte carga simbólica de sus imágenes; imágenes que gravitan entre dos mundos: el natural de origen y el del obligado destino.
“En Cuba”, señala Griñó, “los Orixás, o dioses principales, se escondieron mayoritariamente detrás de las imágenes católicas. En Brasil también, pero para evitar rebeliones… cambiaron la estrategia permitiendo que los domingos se unieran por nación o por etnia para bailar y cantar en sus batuques”, quedando claro que estos batuques “eran celebraciones religiosas de los diversos ritos africanos”.
En la muestra del MuVIM, conviven los símbolos e imágenes de quienes las realizaron como creyentes que necesitan de sus creaciones para encontrar “el refugio y la esperanza” aludidos por Griñó, junto a las obras de quienes, como Morea y Alemany, reinterpretan esos símbolos con la misma furia de quienes, expulsados de cierto paraíso imaginario, sienten la alegría encarnada en la pérdida.
“El cosmopolita”, señala el filósofo Rafael Argullol, “al no soportar la claustrofobia de la identidad propia, busca en el espacio absorto de lo ajeno aquello que pueda enriquecer su origen y sus raíces. El hijo pródigo de la parábola bíblica encarna a la perfección ese anhelo: el conocimiento de los otros es finalmente el conocimiento de uno mismo. El cosmopolita quiere saber”.
Y es así, paradójicamente, como el arte sincrético ensambla la pérdida y el hallazgo; la identidad quebrada por la negación que el poder suele imponer a los subyugados y la identidad restablecida mediante el camuflaje con las imágenes del otro. El ensayista Tzvetan Todorov se refirió, hablando de ‘La conquista de América’, al “descubrimiento que el yo hace del otro”.
Y concluyó: “Puedo concebir a esos otros como una abstracción…o bien como un grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos…; seres que todo acerca a nosotros en el plano cultural, moral, histórico; o bien desconocidos, extranjeros cuya lengua y costumbres no entiendo, tan extranjeros que, en el caso límite, dudo en reconocer nuestra pertenencia común a una misma especie”.
‘La pèrdua d’identitat. Art sincrètic a Cuba i Brasil’ refleja el mestizaje cultural como valor en su doble sentido: el valor de quienes crearon símbolos en la intemperie de un destino que los negaba y el valor que adquieren las propias obras expuestas, como espejo de una identidad quebrada a duras penas restablecida mediante el arte del sincretismo.
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