Jose Carles Laínez. Masnái

#MAKMALibros
‘Masnái’, de Josep Carles Laínez
Olelibros, 2024

El escritor y artista Josep Carles Laínez acaba de publicar ‘Masnái’ (Olelibros, 2024), una colección de haikus en cuatro secciones que corresponden a cada una de las estaciones del año. Laínez considera el haiku como un género que se encuentra más allá de lo poético, y de ahí que algunos de ellos se intersequen con el aforismo e, incluso, con la greguería.

Al mismo tiempo, más allá de la denotación oriental de este género, el título de la obra se encuentra en celtíbero, lengua prerromana de la península, y su significado de “con ruptura” sirve de guillotina para quienes tengan ideas preconcebidas sobre lo que se van a encontrar en este volumen.

Con motivo de la publicación de este nuevo libro, conversamos con el escritor y artista, quien ha desarrollado, desde finales de los años 80, una larga y densa carrera en lenguas marginadas como el aragonés y el asturiano, ligadas a sus raíces familiares y sentimentales. Ganador, en 2000, del Premio “Ciutat de València” de poesía, ha sido dos veces finalista de los Premios de la Crítica Valenciana en la modalidad de ensayo y otros géneros.

¿Cuál ha sido tu proceso creativo?

Obsesivo y constante. Lo primero es esencial en mi vida; lo segundo, inusual. Digamos que la obsesión suple la constancia. Me sentaba un tiempo fijo cada día, a la misma hora (allá a las seis de la mañana o incluso antes), y escribía. Nunca se prolongaba más de treinta minutos ni tampoco bajaba por debajo de los quince. Así durante años.

¿Cuándo comenzó a escribirse este libro?

En el año 2016, en La Pobla de Farnals. Hay notas en papeles, algunos haikus, textos en renglón seguido… Son el precedente más antiguo. Alguno de aquellos fue incorporado al corpus escrito, de manera ya más continuada, entre 2019 y 2022.

Los haikus suelen contener alguna referencia a las estaciones del año. En tu caso, has organizado el libro en base a este patrón. ¿Cómo has decidido la selección de cada estación?

Procuré agrupar los haikus atendiendo a criterios temáticos, y con un equilibrio cuantitativo. No siempre lo he conseguido, pero deseo creer que esas pequeñas intrusiones de una temática en otra dan una coherencia al total. Adscribir cada temática a una de las cuatro estaciones fue algo arbitrario, si bien el lugar y el momento de la escritura hablaban en algún caso por sí solos.

¿Cuál es tu conexión con la cultura japonesa?

Desde mi niñez, tuve relación con japoneses. Por mi parte, empecé a aprender japonés a los 18 años e, incluso, llegué a defenderme en conversaciones sencillas; leí, por supuesto, a Yukio Mishima en mi primera juventud, una de cuyas novelas, ‘Nieve de primavera’, está en mi podio de las tres obras que más me ha impactado, y no sé hasta qué punto influyó en mi escritura.

Fui profesor de español de una pintora japonesa, Ai, que vivía en València y era una apasionada de Joaquín Sorolla; y, por último, en 2009, pasé diez días en Tokio invitado por el Instituto Cervantes. Es un lugar al que no quiero volver nunca, del mismo modo que no se deben releer los libros que te marcan y cuya intensidad en la recepción no podrás repetir jamás.

¿De dónde vienen los haikus y cuál dirías que es su característica principal?

El haiku es una forma poética muy enraizada en la cultura japonesa. Está más allá de la poesía en el sentido culturalista que en Occidente se otorga a este género. El haiku lo cultivan toda suerte de personas, de ambos sexos, y de cualquier franja de edad (incluidos los niños).

¿Por qué has decidido expresarte mediante haikus?

No es la primera vez que escribo haikus. En mi prehistoria literaria aragonesa, uno de mis poemarios, ‘Peruigilium Veneris’ (1992), comienza y acaba con un haiku; con posterioridad, han salpicado algunos de mis textos. Y, asimismo, me interesó como lugar de intersecciones lingüísticas, de ahí la colaboración con Vicente Haya –uno de los grandes especialistas españoles, si no el mayor– en la confección de ‘Caballinos del diañu, lluciérnagues y caparines’ (2004), libro en asturiano con haikus sobre estos animalillos (libélulas, luciérnagas y mariposas). Digamos que el haiku ha estado siempre ahí, como el artículo de opinión o la entrada de diario.

¿Podrías decirme cuáles son tus haikus favoritos del libro y por qué?

Esa es una pregunta peliaguda… Los haikus que aparecen en ‘Masnái’ son una décima parte de los que escribí. Si están ahí es porque pasaron una doble o triple selección. Con todos me identifico, aunque en grados distintos, es decir, hay algunos que me gustan especialmente (por ejemplo, el que cierra el libro), y otros a los que les encuentro referencias ligadas a un tiempo específico mío, o a una imagen que todavía me captura. Y hay también algunos que eliminaría si se reeditase el libro…

Te citaré dos que connotan muchas cosas en mí: “Por el suelo, en el rastro, / los libros de mística. / Qué humildad”, o también este: “Igual que futbolistas / en el banquillo, / los libros que no hojeas”. Y me percato ahora de que los libros aparecen en ambos…

¿Consideras que este libro es un nuevo poemario tuyo?

La verdad es que no considero que este libro sea un poemario.

¿Crees que es más difícil escribir un haiku por su brevedad?

La brevedad no es buena, desde luego. Ocurre como con las preguntas de un examen: cuantas menos tenga y más falles, mayor será tu porcentaje de error. Sin embargo, lo anodino puede emanar de lo breve o de la cháchara alargada. Desde luego, en un poema extenso cuentas con la posibilidad de tachar versos y enderezar alguna caída; con el haiku, no.

¿Se podría decir que los haikus son un símil de las Polaroid a la fotografía?

Me gusta mucho esa comparación. De hecho, esa pretensión tenía, que fuesen pequeñas (pequeñísimas) entradas de diario, momentos vividos, imborrables y efímeros, trasplantados al verso (o a la línea) de manera casi inmediata.

¿Por qué decidiste usar un término celtíbero para el título del libro?

No se sabe con toda seguridad lo que quiere decir masnái. Presumiblemente, pueda significar “con ruptura”. Usar un término en una lengua prerromana me conecta con mi juventud más remota, cuando empecé a escribir mi tesis de licenciatura sobre una caracterización lingüística del lusitano, una lengua celta de la que se conservan tres inscripciones tan solo, si mal no recuerdo.

En 1994, fundé el colectivo Gudua Deisdea, y entre varias personas tratamos de revitalizar el antiguo ibero como lengua ritual. Yo llegué a escribir una serie de poemas en, digamos, neoibérico con una compañera de entonces que firmaba como Ilsa Nereildun, por desgracia desaparecida en su juventud. Esos poemas aparecieron el año 2017 en el volumen ‘Oizorsken zeltar’ (‘La tumba de los lobos’, o ‘Tumba de lobos’). Utilizar un título en celtíbero para un libro tan novedoso en mi producción me ayudaba a trazar un hilo de continuidad.

¿Qué significado le da este título al libro?

Yo espero que provoque en el lector connotaciones que se me escapan. Al menos, deseo que lo sitúe en un ámbito de extrañamiento. El libro, además, está escrito en castellano, y creo que solo una vez utilizo una palabra de mi dialecto churro.

¿Tienes interés en seguir escribiendo sobre haikus, o eso ha sido una obra puntual?

Sigo escribiendo haikus. Otra cosa será si en el futuro los encontraré dignos o no. Es una disciplina de escritura. Y sin disciplina no hay nada.

Josep Carles Laínez
Autorretrato del escritor Josep Carles Laínez. Imagen cortesía del autor.