#MAKMAArte
‘Wonderland’, de Eloy Velázquez
Comisaria: Laura Cobo
Sala Concepción Arenal
Centro Cultural Los Arenales
General Moscardó 8, Santander
Hasta el 8 de septiembre de 2024
En estos días donde las pantallas copan la cúspide de la pirámide alimenticia intelectual; donde los ordenadores son las nuevas enciclopedias; donde las discusiones de bar ya no existen a causa de los dispositivos que guardamos en los bolsillos y estar aislado en el mundo significa no tener buena cobertura de móvil…; es en esta época ultratecnificada cuando debemos tener los ojos bien abiertos, sin la ayuda de la cámara de fotos del teléfono.
Esas máquinas que tanta (des)información nos ofrecen, acompañándonos durante el día, incluso restándonos horas de sueño, resultan ser nuestras compañeras en esta nueva era de realidad virtual. Una época que parecía ciencia ficción hasta hace escaso tiempo.
Un futuro que ha llegado sin avisar, asediándonos, poco a poco, sin que apenas nos diéramos cuenta de su presencia, hasta que, finalmente, hemos preferido rendirnos a él antes que luchar contra los paradójicos beneficios que nos otorga.
En este ámbito de claroscuros, la última exposición de Eloy Velázquez (Santander, 1949), ‘Wonderland’, nos propone, en el Centro Cultural Los Arenales, una reflexión crítica sobre la realidad que nos rodea.
Con la madera tallada, el lienzo, el lápiz, el papel y la acuarela, el artista nos muestra en las más de treinta obras presentadas en la Sala Concepción Arenal, mediante diferentes disciplinas –con la escultura como elemento casi predominante, amén de pintura, dibujo y un vídeo en bucle–, que no hace falta ningún enchufe para hacernos reflexionar sobre la realidad en la que vivimos.
‘Wonderland’ trata acerca del ser humano y sus reacciones y acciones sobre las tecnologías que nos envuelven y asedian. Así, la obra ‘Transeúntes’ retrata a la sociedad y a quienes formamos parte de ella como mansos corderos delante de una pantalla de televisión, donde la imagen se repite una y otra vez sin que los hocicos se separen del monitor encendido.
‘Dioses’ son un conjunto de obras donde se nos muestra cómo los empresarios más exitosos del planeta aparecen como seres envidiados a causa del poder amasado con sus fortunas. Ahí tenemos a los fundadores de Amazon, Twitter, Facebook o Microsoft y, a sus pies, una alfombra roja que los ensalza, otorgándoles un mayor reconocimiento.
‘Las Puertas del Paraíso Virtual’ recoge a seres agolpados en espera de cruzar hacia una dimensión soñada; dimensión reducida a una suerte de estado mercantil que convierte al ser humano en un mero esclavo o títere de un sistema en el que participa activamente y con sumo gusto.
Lo mismo sucede en la explícita ‘Mercancía Humana’, otra obra que refleja el modo en el que la sociedad se pone al servicio de la dictadura de un sistema compilado, convertidos los individuos en personajes sin nombre que dan forma física a la metáfora de un sacrificio global que se acepta y se permite sin ambages.
Por contra, en la serie ‘Anónimos’ se despliega la lucha que se establece contra esa máscara de ceros y unos, representando los símbolos de aquella otra lucha antisistema de la que ya queda cada vez menos contienda y más estructura del poder.
‘La Creación del Hombre Digital’ recoge un planeta Tierra en el que la única luz que lo ilumina es una red wifi gigante, mientras un hombre aún por desarrollar trata de buscar su lugar en ese nuevo mundo que abraza la tecnología como única forma de subsistencia global.
Y, como si viviéramos en la distopía orwelliana de ‘1984’, las lentes fotográficas de ‘El ojo que te mira no es el ojo que te ve’ persiguen nuestros pasos por toda la sala, y el espectador, mirando de soslayo el propio iris de la obra que cuelga de las paredes, no puede evitar abrazar la incógnita de si, verdaderamente, le siguen o no.
Eloy Velázquez nos sitúa, de este modo, en el núcleo mismo de la interrogación acerca de la expansión tecnológica y su omnipresencia. Como escribe el propio artista en el catálogo de la exposición: “Vivimos felizmente anestesiados en un inmenso panóptico digital donde, a cambio de facilitarnos la vida, permitimos que las grandes empresas tecnológicas la conviertan en mera mercancía”.
“Entregamos miles de horas a las pantallas que nos subyugan, nos engullen y, finalmente, consentimos impotentes que comercien y condicionen nuestros gustos, emociones y sentimientos”, concluye Velázquez.
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