Pez en la hierba, de Ángel Gil Cheza
Editorial Suma
Escribe de lo que conoces, se les dice a los escritores bisoños, un consejo de puro sentido común. Ángel Gil Cheza no es precisamente un novato, ha publicado tres novelas, pero en la tercera, ‘Pez en la hierba’ (Suma) sigue fielmente esa pauta. Ambienta la historia en su pueblo natal, Vila-real, y su protagonista se dedica a la edición como él mismo.
Aparte de eso todo es ficción, una investigación sobre la desaparición de unas adolescentes ocurrida varios años antes de cuando arranca la acción. Gil utiliza sabiamente los recursos que le ofrece un paisaje que conoce muy a fondo, túneles en parte inexplorados o acequias diabólicas para crear una atmósfera opresiva que evoca los paisajes nórdicos.
‘La lluvia es una canción sin letra’, un relato histórico ambientado en parte en Irlanda y ‘El hombre que arreglaba bicicletas’, una novela de personajes son sus anteriores títulos. Con ‘Pez en la hierba’ publicada en pleno Festival Valencia Negra se sitúa dentro de este género tan en boga.
¿Ha convertido su ciudad en escenario literario con la idea de que pongan su nombre a una calle o plaza?
No creo que me otorguen ese honor por mi pasado revolucionario. (Risas). Me apetecía sumergirme en el Vila-real que yo recuerdo, el que está bañado de nostalgia. Cada uno tiene una imagen propia de su ciudad, o su pueblo, pero pocas veces tiene la oportunidad de compartirla. Es un riesgo, pero también una suerte poder hacerlo. Además, estaba el reto de transformar un pueblo como Vila-real en el escenario de una novela de género, ver hasta qué punto podía transformarlo todo, pero siendo fiel a mi recuerdo, a ese pueblo donde crecí y donde me siento arropado. Esto también me servía para plasmar la situación local después de la gran burbuja inmobiliaria, con los huertos a medio abandonar, y una sociedad muy particular.
Editor, músico, escritor, hortelano, padre y amante de los perros. ¿Cómo combina esas múltiples facetas?
Supongo que es una cuestión troncal, hay un hilo conductor en todas ellas. Mi forma de escribir está impregnada de mi forma de ver la vida. Una vida que considero que hay que vivir mirando a la tierra, a las personas. Cuando uno tiene algo que decir, utiliza cualquier medio a su alcance. Y yo no sé si tengo algo muy importante que decir, pero sí tengo una necesidad vital desde niño de contar cosas, de crear mundos. Y no es por una cuestión mercantilista, acabo de terminar mi primer guión de cine y no creo que tenga la suerte de verlo hecho filme, pero necesitaba contar algo con imagen, sonido y palabra y eso hice.
Se nota que la música se plasma en el texto. ¿Cómo consigue impregnar las palabras de sonidos?
Creo que la música está por todas partes en esta novela, aunque no cito ni una canción en todo el libro, ni hago alusión explícita a ninguna pieza. Pero es algo que muchos lectores están detectando, la música subyacente en la narración. Creo que es por la cadencia del texto, hay un ritmo y una distribución armónica de los tiempos, de los silencios. Hay un runrún regular y melodioso en toda la novela. ¿Cómo se consigue? Ni idea, supongo que narrando la acción desde dentro, viviendo la ficción que cuentas a otros.
¿Cómo surgió el título que trasmite la idea de una agonía?
El pez me ayudaba a crear una bonita y terrible metáfora con una de las chicas asesinadas. Pero poco se puede hablar de ello sin peligro de destripar la trama.
¿Qué piensa de esta eclosión de novela negra que vivimos? ¿Llevará a algo interesante o acabará muriendo de éxito?
Bueno, yo he aterrizado en el género casi por casualidad. Me interesan tanto los aspectos sociales y costumbristas, el testimonio antropológico como las tramas en sí. El crimen, el delito y sus variables, es un tema que siempre ha atraído la atención del consumidor de ficción. Eso no es algo nuevo. Sí que hay un interés comercial en el sector desde hace unos años, y esto a la fuerza propicia que se escriba más novela negra, pero cuando se auto-regule el mercado la oferta y la demanda se ajustarán.
Bel Carrasco
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