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Congreso Internacional ‘SOS Heritage. Gestión y salvaguarda del Patrimonio Cultural en Emergencias’
Espai Vives
Universitat de València
6 y 7 de marzo de 2025
Hace unas semanas, la Universitat de València organizaba el Congreso Internacional ‘SOS Heritage. Gestión y salvaguarda del Patrimonio Cultural en Emergencias’. Las propias circunstancias de la segunda DANA, la de marzo, obligaban a sustituir el marco presencial del Espai Vives por el formato online y revisar, de nuevo bajo la lluvia, aquella destrucción que había provocado el desastre del pasado 29 de octubre.
La iniciativa, dedicada en un primer momento al conflicto armado, ampliaba su dimensión para abordar también las consecuencias del cambio climático y las terribles experiencias de la DANA.
En el congreso participaron expertos como Marisa Vázquez, directora de Patrimonio de la Universitat de València; Arsenio Sánchez, coordinador del Plan Nacional de Gestión del Riesgo y Emergencias en Patrimonio Cultural; Juan Carlos Molina, presidente de ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios); Sara González, coordinadora del Pla Nacional de Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial; o Fernando Carrera, vicepresidente de la Asociación de Conservadores y Restauradores de España (ACRE).
Posteriormente, era el Colegio Territorial de Arquitectos de València (CTAV) el que presentaba la conferencia ‘El rescate de Bienes Culturales’, impartida por Gemma Contreras, directora del Institut Valencià de Conservació, Restauració i Investigació IVCR+i, para explicar las actuaciones en las poblaciones afectadas por la catástrofe.
Ambos encuentros nos recordaban la creación, en 2016, de una fuerza operativa de expertos para actuar en casos de emergencias culturales. Los llamados Cascos Azules de la Cultura se presentaban en las Termas de Diocleciano, de Roma, con la función de preservar y recuperar el patrimonio artístico de la humanidad dañado por guerras o desastres naturales, y también para frenar el tráfico ilícito que el terrorismo hace con los objetos de arte.

Este grupo especial, compuesto por restauradores, policías o bomberos, incluían acciones humanitarias como elemento para promocionar la diversidad y la cohesión social. Aquel gesto, que reclamaba una mayor atención de la comunidad internacional para la cultura, ha quedado en un símbolo.
Y es que la realidad que vivimos hace cinco meses en València todavía no se asienta claramente en los protocolos y compromisos internacionales. Por un lado, a pesar de la mayor concienciación social, la secuencia de catástrofes naturales en los últimos años como el terremoto de Lorca, el volcán de La Palma o las inundaciones en València, obliga a establecer medidas sólidas que respondan a la virulencia del cambio climático. Y, por otra parte, las actuaciones concretas hasta ahora, han estado destinadas principalmente a países que no disponen de infraestructuras ni especialistas.
Si bien, es importante destacar las referencias bibliográficas y herramientas técnicas que podemos consultar a través de ProCultHer, que subrayan la importancia de introducir la protección del patrimonio cultural en las agendas de protección civil de los países europeos. Todo un trabajo en red que persigue la creación de una metodología europea común para establecer diversas estrategias y alianzas.
Este nuevo contexto nos impone revisar acciones que eviten un borrado del paisaje sociocultural, más allá de lo artístico. Porque no solo hablamos de la destrucción de monumentos, sino también de la devastación de una parte de la sociedad y de su memoria colectiva.
Y, en ese sentido, el magnífico programa ‘#SalvemLesFotos’, de la Universitat de València, ha permitido rescatar parte de los recuerdos e historias, devolviendo la identidad de tantas personas que lo perdieron prácticamente todo con la DANA.
Una iniciativa que nace en alianza con las cinco universidades públicas valencianas bajo el nombre ‘Xarxa d’Universitats Públiques Valencianes per a la Cultura’, un proyecto del Grupo Español de Conservación (GE-IIC), el Consejo Internacional de Museos (ICOM) y el Museu Valencia d’Etnología (L’ETNO), y que ha permitido restaurar miles de fotos y cientos de álbumes familiares.
Por su parte, la labor del Institut Valencià de Conservació, Restauració i Investigació estableció unos protocolos que partieron tanto de las actuaciones in situ, como de la búsqueda de lugares de evacuación y depósito de bienes dañados (como fue el traslado a Feria València).

A partir de ahí se procedería a la inspección de los bienes muebles, la realización del listado de municipios afectados y la comprobación de las afecciones. Todo ello mediante la labor de los equipos multidisciplinares compuestos por conservadores, restauradores, bibliotecarios, archiveros y arqueólogos.
No olvidemos que la dimensión de bienes dañados es tan heterogénea que comprende numerosos retablos, esculturas y textiles (como en el caso de Algemesí, que ha sido el más afectado), bibliotecas y archivos que contenían documentación municipal, registros de bodas o padrón (destrozados en Sedaví), junto a otros soportes artísticos como los abrigos rupestres, que se vieron azotados por la velocidad del caudal de agua en los barrancos.
Tenemos que estar preparados. Y, desde esa mirada, algunas de las reflexiones repetidas en ambos encuentros profesionales abordaron la novedad de trabajar la recuperación del patrimonio inmediatamente. Es decir, casi de forma consecutiva a la gestión de la propia emergencia. El desarrollo de métodos de conservación tan rápidos como la propia emergencia se lograría, principalmente, a través de sistemas específicos que aporten celeridad y eficacia.
En segundo lugar, se revisaron otras propuestas como la identificación de los propios riesgos de emergencias, la disposición del conocimiento y la localización de los diferentes conjuntos patrimoniales y la formación que permita preparar a los técnicos ante una intervención segura y rápida, con simulaciones y ejercicios tácticos.
Como tercer bloque de medidas, resulta imprescindible identificar los recursos locales disponibles que eviten la escasez y paralización de la respuesta. Frente a la falta de equipamientos que dejó en evidencia una catástrofe como la DANA, se requieren materiales técnicos, adecuación de espacios y equipamientos básicos de emergencias.

Un cuarto punto nos lleva a familiarizar a las instituciones con este tipo de medidas. Para ello es fundamental crear redes de colaboración y actualizar la metodología. El aprendizaje en la gestión de equipos es otra de las soluciones a reforzar, para evitar así la descoordinación ante una tragedia que puede repetirse.
En definitiva, los planes de protección y rescate del patrimonio postDANA abren un camino de oportunidades para fortalecer la colaboración de los equipos profesionales e instituciones, trabajar en la actualización de protocolos técnicos en prevención y emergencias, así como conseguir una óptima dotación de espacios y materiales que actúen eficazmente. Sin duda, son unos retos que parten de un presente que todavía está identificando los daños y la salvación de bienes, en medio de la valoración de los tratamientos utilizados.
Los ‘Planes de Mejora’, el aprendizaje sobre las dimensiones de una catástrofe climática o el ‘Decálogo de Buenas Prácticas en Prevención, Gestión y Salvaguarda del Patrimonio Cultural en Emergencias’, como planteó la Universitat de València al cierre del congreso, permiten avanzar en esos desafíos.
Actualmente, desde la tristeza por la dimensión de un patrimonio valenciano irrecuperable, es hora de establecer soluciones e integrar la colaboración interdisciplinar experta en todos los escenarios de protección cultural. Para que ninguna riada o desastre natural sea capaz de borrar nuestra memoria colectiva.
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