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SAAS
Sociedad de Artistas y Autores Sorianos
‘Aniversario SAAS 1964-2023’, de Antoni Gonçal Ruiz Vega
Ilustraciones de Sebas Espinazo (Argi Arte)
Siempre, en todos los lugares, acaba por suceder algo. Quizá tales tierras han atravesado el placentero silencio del mediodía durante décadas o siglos, y un día se levantan iguales pero distintas, ajenas aún a la ebullición que corre por ellas, y de la que solo unos pocos son conscientes en ese instante. O, a lo mejor, se hallan acostumbradas a una efervescencia artística que, en ocasiones, crece y, en otras, se desmorona cual nata montada bajo el sol.
Sea como fuere, y a modo de conjura incruenta, ciertos individuos penetran por los resquicios de sociedades absortas en su día a día, dormidas o poco despiertas, y añaden a sus vidas revulsivos. Libros vendrán en el futuro, o estudios o documentales, para situar en su contexto esas conjuraciones y mostrar el realce de presencias humanas insospechadas, sospechosas, turbadoras o inadvertidas en los panoramas culturales, a fin de transformarlas en míticas o de volver a sumergirlas en la arena del tiempo, quebradizas, sin huella. Así acontece, en todos los lugares, siempre.
En la península ibérica, fuera de las grandes capitales, nos saltan a la mente varios emplazamientos de cierta ensoñación: por ejemplo, la Sintra romántica, por donde también anduvo, cómo no, Lord Byron; el Sines del poeta y artista Al Berto, un espacio de apertura y libertad bajo la dictadura salazarista; y la Ibiza hippie bajo otra dictadura… Junto a ellas, cabe añadir una localidad más desconocida en los recuentos de crisoles culturales, pues aunque su faceta de inspiradora es legendaria (Bécquer, Machado, Gerardo Diego…), no es tan conocida la de irradiadora y receptora de arte, artistas y tendencias. Me refiero a Soria, y, en el caso que nos atañe, a la Soria del SAAS.
Además, hay un vínculo innegable entre la efervescencia de Ibiza y Soria a través de la persona que echó a rodar en ambas el cilindro de la renovación: el galerista, editor, comisario de exposiciones y ceramista soriano pionero –o, tal vez, incluso fundador– del mito ibicenco: Antonio Ruiz Ruiz (1923-2023).

¿Qué fue la SAAS? El libro ‘Aniversario SAAS 1964-2023′, de Antoni Gonçal Ruiz Vega (1955), escritor y artista, e hijo de Antonio Ruiz Ruiz, nos lo aclara. Publicado con la participación del Ayuntamiento de Soria, contiene textos de algunos de los promotores del grupo SAAS, además de abundantes fotografías procedentes de su archivo privado, reproducciones de obras y de recortes de periódicos. Es, por consiguiente, un documento que en el 60º aniversario de la institución del grupo resulta imprescindible. ¿Qué fue SAAS? Por decirlo en breve: “Aquella aventura creadora que trató de situar a Soria en el mundo de la contemporaneidad y las vanguardias”, según palabras de Marcos Molinero (1942), uno de sus fundadores.
Es el año 1963. Tras una década en Ibiza, Antonio Ruiz Ruiz vuelve a su ciudad natal. Su mujer, andaluza, tras el cosmopolitismo que ellos mismos ayudaron a establecer en la isla, no le perdonará nunca el regreso; su hijo Antonio, aún niño, tal vez en el futuro se lo agradezca por cuanto significa Soria en su vida y su obra.
De la isla venían en un barco que recalaba en València durante la noche, y su hijo Antonio recuerda las luces de las jugueterías. ¿Cuáles, entonces? Adiós a Ibiza, a la relación con Tristan Tzara, Paul Bowles, Walter Gropius, Salvador Dalí…, al grupo de artistas Ibiza 59, que fundara, y al Salón Internacional de Ibiza. Les esperaba, tras el desembarco, el larguísimo trayecto hasta la ciudad castellana.
De los brillos del mar y el sol mediterráneo al encuentro con la nieve, el frío y las urguras. Antonio Ruiz Ruiz, de nuevo en las entrañas, abre un local cultural a pocos pasos de la Dehesa y del Collado, los polos de paseo y de comercio de Soria. Estamos en la avenida de Navarra. A un lado de la calle, una gasolinera; enfrente, el espacio que aún no intuye la construcción del Hotel Alfonso VIII, ese monstruo enloquecido. Aquel bajo hace esquina con la calle de los Fueros de Soria y será centro de operaciones y sede inconcreta del SAAS, además de galería, editorial, librería y centro de tertulias.

Tras Marcos Molinero, otros artistas se unen al proyecto de Antonio Ruiz Ruiz: Ulises Blanco (1934-2010), quien se convertiría en profesor de la escuela de pintura Hort del Xocolater de Elche; Miguel García, José María Sainz Ruiz, Carmen Pérez Aznar, Mary Paz García…
Sin embargo, el grupo en sí, cuyo acrónimo no está claro a qué palabras pertenece (¿Sociedad de Artistas Sorianos?, ¿Sociedad de Arte Actual Soriano?, ¿Sociedad de Artistas Actuales Sorianos?), no nació hasta un año después, en la exposición ‘Verano 64’, en la cual participaron catorce artistas; y a la vuelta estival, con una nueva exposición, ‘Octubre 64’, donde se contó con veintidós creadores, entre quienes se encontraban algunos invitados del relieve de Pancho Cossío (1894-1970), quien, curiosamente, pasaría sus últimos años entre Ibiza (no en vano, en casa de Antonio Ruiz Ruiz se alojó allí) y las tierras valencianas, en concreto de Alicante, donde murió.
La SAAS nunca dispuso de un manifiesto fundacional ni elaboró una estética grupal propia ni se decantó en tanto colectivo por nada. Fue una mezcla heterogénea de tendencias que se prolongó una década, y en la que, de manera individual, la inclinación fue la abstracción. No obstante, y lo señaló el escritor y crítico Santos Amestoy en una crítica de las primeras exposiciones, se observaba un cierto expresionismo en el grupo, lo que es matizado por Marcos Molinero, quien apunta más a un informalismo soriano solidificado con el paso del tiempo, sin obviar otras estéticas de algunos miembros, adscribibles a la neofiguración.

Ese expresionismo abstracto lo vinculaba el crítico soriano, testigo del nacimiento y evolución del grupo, a una presencia mayor del expresionismo abstracto en la línea del veneciano Emilio Vedova (1919-2006) y, también, de la artista francesa Nadia Werba (1926), quien sí que recaló en Soria, participó en alguna de las exposiciones colectivas y cuya heterogénea obra pictórica y fílmica está siendo valorizada en los últimos tiempos.
En el año 1965, se encadenan exposiciones individuales en la galería de Antonio Ruiz Ruiz, entre ellas la última suya. Algunos de los artistas fundacionales comienzan a exponer y a darse a conocer fuera de Soria a partir de ese año, aumentando sus viajes en los siguientes, bien en solitario o como SAAS: Zaragoza, Salamanca, Valladolid, Barcelona, Granada, Bilbao, Toledo, Pamplona… Se ha de remarcar, también, la presencia en Soria de artistas extranjeros y figuras de relieve que, sin haber gozado de la propaganda de que disfrutó Ibiza, remedó en cierto modo lo que fue la isla en su momento, y que estaba dejando de ser en los 60.
Así, además de la citada Nadia Werba, deben citarse el pintor y diseñador alemán Will Faber (1901-1987), el pintor francés André Plisson (1929-2015), el escritor Camilo José Cela (1916-2002), el ya entonces premio nobel Severo Ochoa (1905-1993), el director de orquesta Odón Alonso (1925-2011)… Junto a ellos, los nombres, si bien sorianos, del escritor y crítico Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976), de la poeta Concha de Marco (1916-1989), del erudito y mexicanista José Tudela (1890-1973), del escritor Dionisio Ridruejo (1912-1975), del economista y escritor Emilio Ruiz Ruiz…

Recordemos que, en aquel momento, la ciudad de Soria contaba con en torno a 20.000 habitantes, y las actividades implementadas por Antonio Ruiz Ruiz a través de la SAAS gozaron de resonancia incluso más allá de España, o eso se aprestó a afirmar algún periódico.
Entre ellas, alcanzó un eco importante el Salón Internacional de Artes Plásticas del Toro, o sencillamente Salón del Toro. Ya lo anunciaba Ruiz Ruiz en una entrevista concedida a Francisco Terrel para Campo Soriano en aquel 1965. Se inauguraría un año después, en 1966, en el palacio de los condes de Gómara, con la colaboración de diversas instituciones (Ayuntamiento, Diputación, Instituto…) y grupos privados.
El tema de la exposición era el toro, no ligado solo a la tauromaquia tradicional, sino ahondando en la ritual, de la que la cultura celtíbera ya había dejado testimonio hacía milenios en las tierras sorianas. Participaron en aquella muestra 78 artistas tras unirse a la convocatoria realizada por la SAAS, y el Salón debería haberse convertido en un Museo del Toro… Ahora bien, la exposición fue desmontada a las pocas semanas sin anuncio previo, y algunas de aquellas obras no se localizaron ya jamás.
La SAAS no se fue apagando a partir de ese instante; es más, no desapareció oficialmente nunca. A la, digamos, sección pictórica, se unieron la editorial, la literaria, la económica…, a fin de conformar un grupo activo de intelectuales sorianos, en todas las ramas posibles, que dieran brío a la ciudad y a la provincia. De ese modo, ciclos de conferencias, conciertos, decenas de exposiciones, homenajes, publicaciones de poemarios, ensayos, relatos… fueron llenando a un ritmo frenético los años sucesivos.
Sin embargo, y tal vez para clausurar de modo simbólico un decenio desde su incipiente comienzo en 1963, Antoni Gonçal Ruiz Vega cierra su libro con una cronología en la cual es 1973 el último año mencionado. Siguió en activo algo más durante esa década, pero “[e]l grupo había dejado prácticamente de funcionar”.
El grupo SAAS ha de considerarse la primera apuesta de la modernidad en Soria, que vivió en aquella década los influjos de la ligera apertura cultural que se produjo durante la dictadura. La pintura, desde luego, pero también el teatro, la música o los cineclubs dieron un nuevo aire a una encorsetada sociedad que rubricó, a través de los artistas mencionados, una excelencia desconocida, por desgracia, en el resto del país, y cuya huella es ignorada por quienes pisan, sin saberlo, por donde otros pisaron.

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