Destroy. El corazón del hombre es un abismo, de Carlos Aimeur
Editorial Drassana
Museu Valencià de la Il.lustració i la Modernitat (MuVIM)
Viernes 26 de junio, 2015, a las 19.30h
Carlos Aimeur en Valencia es una firma asociada a la cultura, materia que impregna sus neuronas después de trabajar como periodista especializado en Las Provincias, El Mundo y otros medios. Actualmente es jefe de CulturPlaza.com. Cinéfilo empedernido, con varios proyectos audiovisuales en su haber, ávido lector y dueño de una prodigiosa memoria, era inevitable que antes o después revelara su faceta de escritor. Y así lo hizo.
Sorprendió con Bonaventura, un relato de crímenes ambientado en la Valencia de la Guerra de la Sucesión que mereció el Premio Ciudad de Valencia 2007. Aimeur demostraba una solvencia y madurez impropia de un primer título, aspirando a crear una atmósfera de intriga histórica similar a la de dos grandes hitos literarios: El nombre de la rosa y El Perfume. Sólo sus íntimos sabían que Bonaventura era en realidad su segunda historia pues con anterioridad afiló sus garras con otra muy diferente: Destroy. El corazón del hombre es un abismo que hace poco publicó la editorial bilingüe Drassana, y que se presenta el 26 de junio por la tarde en el MuVIM.
Situada en la Valencia de los noventa, evoca la extinta Ruta del Bakalao sin nostalgia a través de una serie de personajes que la viven con intensidad: un camello, una puta yonqui y el encargado de una discoteca. A partir de las declaraciones de una prostituta, una juez novata y dos policías veteranos investigan un crimen ocurrido en Aldaia.
Además de una novela negra Destroy es la crónica de una generación, la que pasó su juventud en los noventa y maduró con la llegada del nuevo siglo para convertirse en “gente sin grandes metas ni pasiones, moderadamente progresistas, tímidamente burgueses, convencionales. Gente para los que vivir, como dice Carlos Marzal, es un puro mecerse insatisfecho que se consuela en su vaivén”.
Toda primera novela es una especie de taller literario. ¿Qué aprendió usted con Destroy?
Que los personajes y la historia mandan. Hasta que no me sometí a ellos, hasta que no hice lo que ellos debían hacer, no tuve novela. En ocasiones, al hablar con escritores, cuando me decían que los personajes tenían vida propia y todas esas cosas pensaba que me estaban vendiendo humo. Pero no. Es verdad. Ocurre.
¿Cómo se sumergió en los bajos fondos sin acabar entre rejas?
Iba con la Policía, unos de confianza que conozco. (Risas) Realmente he tenido problemas con la primera parte de la historia, porque tenía que ponerme en situaciones y comprender actitudes que no me eran ni remotamente próximas. Algunos amigos me han comentado que leído les resulta extraño, como si la hubiera escrito otra persona. Para mí es un elogio porque significa que he conseguido lo más difícil, o al menos a mí me lo parece, que es ponerme en la piel de personas totalmente distintas a mí.
Valencia queda algo desdibujada como telón de fondo. ¿Fue deliberado no dar mucho protagonismo a la ciudad a favor de los personajes?
Fue por no ser redundante. Valencia estaba ahí. Quien la conoce la ve y quien no la conoce se la imagina.
¿Qué circunstancias confluyeron para generar un fenómeno como la Ruta del Bakalao y por qué dejó de existir?
Ha habido gente que lo ha analizado. Creo que es más producto de las circunstancias. Confluyeron un tipo de diversión, una legislación horaria muy laxa y otras circunstancias, como la irrupción de determinadas drogas recreativas, que unidas a las ansias de libertad permitieron esa celebración del exceso. Habría sido divertido si no hubiera sido tan largo, pero lo que era una fiesta se acabó convirtiendo en algunos casos en una pesadilla. En general, la mayoría de la gente que conozco que realizó la Ruta del Bakalao se fue distanciando conforme fueron adquiriendo responsabilidades, personales, laborales, familiares… Era una etapa de su vida.
¿Cuál es su postura respecto a las drogas?
No tengo una postura única. No puedo poner en el mismo plano drogas nocivas como la cocaína, la heroína o el alcohol, que otras drogas de perfil más bajo como la marihuana o el tabaco. Lo que sí es evidente es que la represión, la Ley Seca, ha fracasado. Eso es un hecho. No sé cuál es la solución, si hay una o varias. Lo que sí que tengo claro es que la actual ‘solución’ no soluciona nada. Y obstinarse en un error es de necios.
¿Como jefe de cultura de Valencia Plaza, qué opina del momento cultural que vive nuestra Comunidad? ¿Espera algo positivo en este aspecto del cambio político?
Cualquier cambio suele ser para bien. En este caso, es imposible que sea peor. Durante la última década la actuación en materia cultural del PP en la Comunidad Valenciana ha acumulado más sombras que luces. Los últimos cuatro años han sido desastrosos. Todo aquello que se advertía desde la prensa o señalaban algunos desde el propio seno de las instituciones, se ha cumplido. Cuando denunciábamos proyectos faraónicos sin sentido como la Bienal de las Artes, se nos criticaba por ser antivalencianos. Cuando denunciabas el comportamiento irregular de personajes, te señalaban a ti. No creo que el PP lo haya hecho todo mal, pero sí que constato que durante los últimos años han permitido toda clase de desmanes y estupideces amparados en que era ‘su gente’. Que personajes como Consuelo Císcar o Paz Olmos hayan dirigido museos como el IVAM o el San Pío V ha sido una broma de mal gusto y ha durado tanto que ha sido denigrante.
El año 2015 trae un aluvión de novedades literarias escritas por valencianos. ¿Estamos ante un fenómeno puntual o son los frutos de una cantera de novelistas que dejarán huella?
Es una ola, coyuntural, quizás, pero con visos de permanecer. Ahí será fundamental la respuesta del público. Si la audiencia responde y esos autores se pueden profesionalizar, habrá más testarudos.
¿Alguna nueva historia entre manos?
Muchas. Demasiadas. Lo peor es que no tengo tiempo para ellas. Prefiero pasar el poco tiempo disponible con mi hijo. Espero que la posteridad me perdone (Risas) pero prefiero jugar al fútbol con mi hijo, aunque siempre me gana de un gol, qué cosas.
Bel Carrasco
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