Mori el Merma. Joan Miró Joan Baixas
Centro del Carmen
C / Museo, 2. Valencia
Hasta el 13 de septiembre de 2015
No fue una rueda de prensa, sino una novela de aventuras. Porque la historia de los decorados, máscaras y grandes títeres creados por Joan Miró para el espectáculo teatral Mori el Merma, de la compañía Teatre de la Claca, lo requería. Más de 30 años llevaban encerrados en baúles de mimbre. Acumulando polvo y olvido. Hasta que la insistencia de algunos, entre ellos el artista alicantino Eusebio Sempere, Joan Baixas, que fue quien dirigió el espectáculo junto a Teresa Calafell, y Rosa Castells, directora del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante (MACA), lograron casi lo imposible: que aquel valioso material vea ahora la luz tras múltiples vicisitudes.
El Centro del Carmen, tras su estancia en el MACA, expone los muñecos diseñados por Miró, felizmente restaurados por el IVACOR de la Generalitat, junto a litografías, documentos, apuntes, fotografías de Francesc Català-Roca y un video relacionados con el proceso creativo. Joan Miró, que desde hacía tiempo mantenía su obsesión por el Ubú rey de Alfred Jarry, volcó todo su talento en la construcción de unos personajes en tela y goma espuma que fueran la encarnación de la España negra que la Transición negociaba por dejar atrás.
Mori el Merma, estrenada en el Liceo de Barcelona en 1978, no fue, según recordó Baixas, teatro político, “sino un vómito”. Un vómito de celebración, y en esto corrigió las palabras de Rosa Castells, “no por la muerte del dictador Franco, sino por la muerte del régimen franquista”. Porque el franquismo “era una araña que se metió por todos los sitios, creando una atmósfera irrespirable”. El espectáculo de la Claca venía a oxigenar todo eso y lo hizo a lo grande, con Joan Miró a la cabeza.
“Fue nuestro comodín, porque en plena Transición nadie se hubiera atrevido a prohibir una obra firmada por un artista tan reconocido”, explicó Baixas, quien recordó lo “delicado y divertido” que resultó su estreno. “La fila 0, destinada a las autoridades, la ocuparon anarquistas y travestis, mientras que a Tarradellas y demás políticos los ubicamos en el palco”. Y Tarradellas quejarse se quejó poco, porque “se durmió durante la representación”.
Mori el Merma, insistió Baixas, fue un espectáculo para que la gente se divirtiera: “Ese era el mensaje”. Felipe Garín, director del Centro del Carmen, señaló que más que una crítica a la dictadura, “es una crítica al abuso de poder”. De hecho, destacó el mérito de una obra que “convierte la crítica política en obra de arte”. Joan Miró prefirió, llegado el momento de elegir entre marxismo y surrealismo, combatir la falta de libertades con poesía, que es la que “vomita” en el diseño tanto del fondo teatral como de sus grotescos personajes: el Merma, la Dona y sus ministros de la Guerra y Finanzas.
“Los títeres siguen la tradición de gigantes y cabezudos y fueron creados siguiendo la verticalidad de la pintura, más que la horizontalidad teatral, de manera que había un peligro real a la hora de manejarlos dada su altura, por lo que utilizamos artistas de circo, saltimbanquis y gimnastas”. Baixas, a medida que avanzaba en la novela de aventuras que ha supuesto el rescate de tamaño material, se congratuló del resultado expositivo. “Es una rara avis en este país donde la cultura está embarrada”, dijo refiriéndose a la colaboración entre instituciones públicas y privadas de diferentes lugares. También matizó que el mal estado de los muñecos no se debía únicamente a su encierro durante 30 años en cestos de mimbre: “Nosotros también los maltratamos en escena”. Los dictadores como Ubú o el Merma son, por lo que se ve en el Centro del Carmen, resistentes. La creación de Joan Miró para Teatre de la Claca, también.
Salva Torres
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