Cocoons, de Joasia Goldyn, y Lobos solitarios en modo pasivo, de Joanna Grudzinska
Sección oficial de La Cabina
Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia
Del 5 al 15 de noviembre de 2015
En Cocoons, de Joasia Goldyn, la niña Stella se enfrenta sola al problema que supone recuperar a su perra Frida, vendida sin que se entere. Lo hace sola porque mientras su madre se dedica al placer solitario, no exento de melancolía, su padre es prácticamente un guiñapo casi todas horas tumbado. Y en Lobos solitarios en modo pasivo, de Joanna Grudzinska, la joven Elisa también irá descubriendo por su parte la sexualidad sin que medie madre alguna (inexistente), mientras el padrastro apenas comparece una sola vez imbuido en sus pensamientos.
Esos son los marcos familiares de ambas protagonistas. El Festival La Cabina recoge el guante de esos ambientes nada propicios, para proyectar un ramillete de mediometrajes con similar trasfondo. De manera que los jóvenes que se asoman en varias de las tramas de la sección oficial, tendrán que lidiar con esa desestructuración familiar recogida a modo de eje que las atraviesa a todas. Goldyn lo hace como si fuera un cuento maravilloso que tras arrancar lúgubre va dejando pasar cierta luz.
La niña Stella comienza lamentando la imposibilidad de elegir a la familia, como se eligen los amigos. Aunque será precisamente la posibilidad de convertirse en Alice, en el marco primero misterioso y después lúdico de otra familia, la que desencadenará ciertos cambios. Joasia Goldyn pone la cámara al servicio de tan cruda realidad, desvelando progresivamente la ternura que se hallaba apresada por una insondable tristeza. Su amigo Fixer, al proponerle cierto trabajo en casa de su melancolizado padre, prenderá sin querer la chispa de una vida hasta entonces sepultada en sombras. El modo en que concluye Cocoons da fe de esa necesidad del vínculo familiar a duras penas recuperado.
Los lobos solitarios a los que alude Grudzinska tienen su prolongación con esa apostilla igualmente evocadora de cierta soledad. “Soy un lobo solitario en modo pasivo”, dice Basile a su amigo Sangara. “¿En modo pasivo?”, responde aturdido éste. La respuesta no se hará esperar cuando Mathilde, novia de Basile, le desvela a Elisa que no hacen el amor, que se limitan a “alguna paja y hacer un dedo”. Esa sexualidad incompleta, que Elisa no acaba de comprender, se verá sacudida cuando descubra, tras la Santa Teresa de Bernini de la habitación de su padrastro, el libro ‘Diario de baile de una cortesana’, de Grisélidis Réal.
Los pasajes del libro de la activista y prostituta defensora del oficio más viejo del mundo, marcarán la traviesa de la adolescente Elisa en el descubrimiento de la sexualidad. Una sexualidad ligada precisamente al acto de prostituirse, dadas las dificultades de estos jóvenes para relacionarse más allá de la música y los dispositivos móviles. Abusando de los planos cortos de larga duración, a modo de subrayado de esa indolencia juvenil, Lobos solitarios en modo pasivo refleja lo que el título delata: la abulia adolescente derivada del alicaído universo familiar.
Salva Torres
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