Crowds. Juan Genovés
Centro El Carmen
C / Museo, 2. Valencia
Hasta el 30 de junio
Vivimos tiempos convulsos. Aunque, ¿cuándo no? Quizás de ahí la imperiosa necesidad de dominar lo que tiende al descontrol. Y para eso, nada mejor que la ideología, sin duda fraguada como el cemento en torno a una ideas fijas, cuando no prefijadas. Tomemos la obra de Juan Genovés (Valencia, 1930). Plagada de seres diminutos que avanzan, retroceden, se agrupan y dispersan, aparentemente dóciles, manipulables, sometidos al dictado del orden, a los latidos del desorden, a la soledad conjunta, al alienante vaivén de las mareas telúricas. Plagada de todo ello, la obra de Genovés diríase que gira en torno al concepto de masa. El propio título de la retrospectiva que le dedica el Centro del Carmen de Valencia abunda en esa dirección: Crowds (Multitudes). 55 pinturas reveladoras del movimiento de masas que perfila el trabajo de Genovés.
Una primera lectura, sin duda ideológica, gira en torno a esa masa de individuos víctimas de la opresión del poder. He ahí el Genovés crítico; el artista que toma el lienzo como octavilla, para deleite de rebeldes con causa palmaria. Nada que objetar a esa lectura, sin duda necesaria para poner en su lugar a cuantos abogaron por el estado de sitio. Mas, pasado el cólera ideológico, se hace necesario restituir al Genovés artista; al que se interroga por esa masa, esas multitudes, desde la prístina mirada del creador al que le superan las preguntas, después de haber encontrado insuficientes ciertas respuestas doctrinales. Una vez ahí, las masas de Genovés adquieren volúmenes insospechados y movimientos más propios de una partitura musical que de una marcha militar.
Los individuos que, como la marabunta, Genovés recoge en su obra avanzando o retrocediendo al unísono, en “fila truncada” (1969), abriendo “brecha” (2012), en “sintonía” (2010) o mediante puro “embrollo” (2012), siendo “la diana” (1969) del poder o “rebasando el límite” (1966), son individuos fácilmente identificados como víctimas o seres solitarios abandonados a su suerte. Esa marabunta que ruge silenciosa en los trabajos de Genovés, por obra y gracia del más traslúcido recurso ideológico, se torna crujido poético en cuanto dejamos el asidero de la masa y nos adentramos en su interrogación.
A Genovés, esas multitudes le llevan en volandas. Como empujado por ellas, arremolinado en el vértigo que producen sus idas y venidas, el artista va ideando la manera de afrontar el caos de tamaña turbulencia anónima, mediante variaciones plásticas de esa masa inerte. Sus cuadros, sin duda protagonizados por diminutos seres, a veces cariacontecidos por ser objetivo del poder, y otras simplemente encadenados a cierta alienación, adquieren de pronto una luminosidad empañada por tanta masa ideológica.
Y es entonces cuando empieza el verdadero combate: el del artista entregado a su pasión. Encadenado a esas multitudes que pinta, sintiéndose uno con ellas, Genovés se las va ingeniando para mostrar las mil y una formas que tiene la masa de ser otra cosa que masa. Que es tanto como decir: la manera que tiene el individuo, una vez entregado a su pasión artística, de comportarse como creador tras ímprobos esfuerzos con la materia. De alguna forma, las masas, crowds o multitudes, de Genovés dejan de comportarse como tales, una vez que el artista las libera de su prisión conceptual, crítica, ideológica, para manifestar su cualidad estética, plástica, subjetiva. Es, ahora sí, por obra y gracia del artista, como se produce la rebelión de esas masas, que precisamente Ortega inscribió en ciertos márgenes del lenguaje.
El filósofo advirtió que cuando la conversación se ocupa de temas más importantes, que aquellos a los que asiste el lenguaje estrictamente comunicativo, entonces “va aumentando su imprecisión, su torpeza, y confusionismo”. Las multitudes de Genovés son esa imprecisión y torpeza del lenguaje. Las masas reclaman nuestra atención más allá de su banal comportamiento, de su cómoda adscripción crítica, para empezar a mostrar, a raíz de su torpeza, la interrogación que nos atraviesa: a las masas y a nosotros que formamos parte de ella. Genovés, en este sentido, ha hecho con su obra que esa marabunta de individuos deje de rugir ideológicamente, para que crujan sus sentimientos. He ahí la belleza plástica de esas multitudes que llenan hasta finales de junio la Sala Ferreres del Centro del Carmen.
Salva Torres
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