Deriva, José Luis Vicario
Galería José de la Fuente
C / Daoiz y Velarde, Santander, Cantabria
Hasta el 8 de febrero de 2016
Working with Shadows, Working with Words
Eduardo García Nieto
“Passepartout me convient, répondit le gentleman. Vous m’êtes recommandé. J’ai de bons renseignements sur votre compte.”
Jules Verne, Le Tour du monde en quatre-vingts jours, 1872
En el número 12 de Art Monthly (Diciembre 1988- Enero 1989) se publicó una conversación entre Deke Dusinberre, Seth Siegelaub, Daniel Buren y Michel Claura. En ella se suceden las derivas y desplazamientos hasta que Daniel Buren señala un vinculo entre las prácticas conceptuales, la situación política y las economías de producción, construyendo un relato en el que había gente trabajando con sombras y palabras. Los editores decidieron que, frente a las menciones al sistema del arte, la situación del artista, el mercado, etc., ese debía ser el título para su publicación; de este modo, primando lo intangible, hacían referencia a una realidad mutable en conflicto con su registro. ¿Realmente se puede capturar una sombra o la palabra?
José Luís Vicario articula Deriva en base a sombras, cuadernos sin escritura, poemas, fotografías, un libro… podemos afirmar que su formalización está lejos de la desmaterialización que se debatía en Art Monthly, pero no sus estrategias. Si el empleo de “materiales” como la sombra o la palabra obedecía, según Buren, a un sistema económico en el que subvertir el valor del objeto artístico motivado por una situación política concreta, Vicario plasma esa inmaterialidad, atrapandola atendiendo a los márgenes o trasladando el punctum a aquello que “carece de valor” en el dispositivo exposición. Las palabras han entrado a formar parte del sistema del arte, las sombras han sido adquiridas por colecciones, lo intangible ha sido amarrado a contratos, el sistema del arte ha encontrado las herramientas para asir todo aquello que se encontraba en fuga… pero aún así podemos dejarnos guiar sin rumbo hacia los intersticios.
Si el problema es el valor, cómo gestionar la parte maldita, cuando además sólo dispongo de más palabras para intentar hacerlo. Podría empezar por el despertar de la imprenta, propiciando otros modos sociales de fijación y distribución del texto, papel ajeno a los ámbitos consagrados que debe evitar la pulsión de muerte de las polillas, los 451 Fahrenheit, pero también los excesos de verbalidad, la verborrea atada a los nuevos modos de comunicación “inmateriales”. Aún así seguiría atado a las palabras y no podría perder de vista el libro, su cubierta, el lomo, la solapa, las guardas… La fortaleza que protege y atrae, la forma que antecede a otras imágenes, a otras palabras.
Blanchot en La escritura del desastre (1983) cita a Mallarmé: “Sólo un libro es explosión” y aquí me encuentro frente a una encuadernación que anuncia una detonación, pero antes de cortar el cable equivocado observemos el objeto. Una forma escultórica, que evidencia su cobertura textil y un color neutro que permite destacar sus volúmenes y sus sombras. Un anuncio de lo que encontraremos en su interior, pero también una declaración de intenciones y es entonces cuando pienso en Phileas Fogg y en la conveniencia del apodo de su criado, Passepartout.
Frente a la ficción del cuadro ventana surge, ya en el siglo XVI, modos de generar una superficie “neutra” que focalice la visión en el espacio recuadrado al tiempo que lo protege. Este espacio marginal recibió el nombre de passepartout, pasa por todo pero también llave maestra. Las bases de las vitrinas, con sus mise-en-scène de alturas y volúmenes son el equivalente tridimensional a estospassepartouts, en ellas pervive la voluntad de generar un espacio “neutro” en el que exhibir el objeto.
José Luis Vicario decide acotar sus derivas y buscar un destino, las bases de las vitrinas del MET, subvirtiendo el funcionamiento de esta estrategia de extrañamiento urbano situacionista, pero generando un nuevo cuestionamiento. El valor ya no está en el objeto, ni tan siquiera en la estructura que lo sustenta, reside en las sombras de ese objeto en el supuesto vacío construido. Esas serán las imágenes que encontraremos tras esa portada / peana, pero no sólo, junto a estas escenografías involuntarias, el artista menciona a Adolphe Appia, sucesivas, constantes, como el paso de una escena a otra, se nos insertan palabras, poemas del propio artista construyendo con sombras y palabras.
Tenemos así cuadernos sin texto junto a un libro escultura, que a su vez contiene esculturas involuntarias,que a su vez atrapa sombras y palabras, fragmentos que lejos de componer un todo nos confrontan evidenciando que los márgenes siguen siendo un espacio de fricción en el que contemplar otras realidades.
“Lo fragmentario, más que la inestabilidad (la no fijación), promete el desconcierto, el desacomodo.”
Maurice BLANCHOT, La escritura del desastre, 1983
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