Viento, cuadriláteros, amor, peines y flechas (cómo capturarlos), de Carla Fuentes
Pepita Lumier
C / Segorbe, 7. Valencia
Hasta el 14 de febrero de 2016
Tiene aspecto angelical. Incluso el nombre artístico que usa, Littleisdrawing, apela al frasco pequeño que contiene la esencia de su liviana figura. Hasta ahí, diríase que Carla Fuentes es una especie de campanilla que bate sus alas para dibujar una realidad amable. Sin embargo, nada más lejos de la verdad. Verdad que bien pudiera estar más cerca de lo que Wyndham Lewis, citado por ella en su serie sobre ciclismo, afirma: “La función del artista es crear, hacer algo; no hacerlo bonito, como suponen las viudas, los soñadores y los marchantes de arte de aquí. En cualquier síntesis del universo debe incluirse lo grosero, lo hirsuto”.
Por eso con Carla Fuentes, el algodón engaña. Lo pasas, pensando encontrar ese aspecto amable que arroja su figura, e incluso un primer vistazo de su obra, y lo que te encuentras es la aspereza del mundo. “Me gusta que se vea el material más crudo”. De ahí, prosigue la artista, que sus trazos negros “cuanto más negros mejor”. Y concluye: “No busco la perfección ni la armonía”. Busca trasladar a sus dibujos aquello que le choca “a nivel estético”. Y lo que le choca, y acoge en la galería Pepita Lumier de Valencia, son las historias que tienen que ver con el ciclismo, el boxeo, todo lo que rodea a la conquista del Oeste, más lo relacionado con los peluqueros africanos y los moteles de Estados Unidos.
Para seguir aproximándonos a sus anhelos creativos, escuchemos lo que dice Eduardo Arroyo acerca del boxeo que tanto impactó a la propia Carla Fuentes, y que ella recoge en su exposición: “El pintor es un hombre solo. El boxeador es un hombre solo. El ring es un cuadrado blanco, marcado por la sangre, sudor, lágrimas. El sudor, la sangre y la resina donde se representa el drama”. Un drama que Carla Fuentes hace suyo bajo apariencia amable, mostrando a base de sus famosas líneas en el rostro, lo crudo de la experiencia humana.
No es casual que se inspire, precisamente, en artistas descarnados como Lucien Freud o desgarrados por el color como David Hockney. Viento, cuadriláteros, amor, peines y flechas (cómo capturarlos), tal es el largo título de su exposición, es un compendio de esa misma trabazón entre lo áspero y lo colorista para dar fe del drama existencial sin necesidad de grandes batallas. El viento del ciclismo, los cuadriláteros del boxeo, el amor de los moteles, los peines de esas asombrosas peluquerías y las flechas indias del salvaje Oeste, se van sucediendo en acrílico, color y grafito sobre papel capturados al vuelo por Carla Fuentes, quien subraya: “Trabajo muy intuitivamente”.
Lo mismo sucede en sus trabajos de moda para firmas como Bimba y Lola, Pull&Bear, Women’s Secret o Naguisa. Bajo la apariencia fresca y amable de una blusa, una chamarra, unas botas, unos zapatos o una ropa interior, emerge la contestación juvenil en forma de rostro poco cabal o de complemento chirriante. “No es el 100% de lo que muchas veces te gustaría hacer, pero la verdad es que las marcas me dan bastante libertad”. Libertad que es total en el caso de las cinco series de trabajos que presenta en Pepita Lumier. “Me apetecía que se vieran, más allá de las redes sociales”.
Con la sorpresa del boxeo se encontró en Los Ángeles mientras acompañaba al grupo Polock durante su gira, grupo para el que trabaja en la ilustración de sus discos. “Vi un combate y me pareció muy crudo”. A partir de ahí se interesó por las historias de Jake LaMotta, Sugar Ray Robinson, Panama Al Brown o Cassius Clay, a los que pinta con esa mezcla de pop y art brut que refleja esa doblez de lo crudo y lo cocido; del glamour y lo grosero. Lo mismo ocurre con las historias en torno al ciclismo y sus figuras: Eddy Merckx, Jacques Anquetil, Felice Gimondi, Luis Ocaña. Historias de la conquista del Oeste, con sus caballos, su cowboys e indios (“aquí la parte de los indios la tuve que dejar por falta de espacio”). Historias de las peluquerías y peluqueros africanos, con sus hilarantes cortes de pelo, sus carteles y tipografías. E historias de moteles norteamericanos que a Fuentes le impactaron por su “estética kitsch”.
Viento, cuadriláteros, amor, peines y flechas (cómo capturarlos) sorprende por esa manera que tiene Carla Fuentes de pasarle el algodón a la vida. Una vida aparentemente amable, con destellos de cierto glamour, color y ambiente fashion, tras el cual se esconden sombras repartidas por el rostro a modo de cicatrices. Huellas del áspero mundo en combate con las luces del oropel que, a primera vista, engaña. ¡Cuidado con Littleisdrawing!
Salva Torres
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