Desgraciados, de Fernando Ballesteros y Jesús Cristóbal
Teatro Zircó
C / Joaquín Navarro, 11. Valencia
Viernes 8 de abril, 2016, a las 20.30 y 22.45h
‘Desgraciados’ es un espectáculo creado e interpretado por Fernando Ballesteros y Jesús Cristóbal. La comedia es la clave fundamental del montaje protagonizado por dos mendigos que han hecho de un viejo muro de una ciudad cualquiera, su hogar. El tono, en ocasiones cercano a la farsa y a lo bufonesco, permite a los personajes opinar sobre temas universales; pero en otros momentos se aproxima más al mundo clown, desarrollando pequeños conflictos cotidianos con una intensa carga emocional. El espectáculo oscila entre lo exagerado y lo sutil, teniendo muy presente en su creación que la realidad supera siempre y con creces a la ficción.
Partiendo de unos personajes muy elaborados y habiendo generado una sólida relación entre ellos, los actores afrontan cada función sin un texto fijo. Serán los propios personajes los que resuelvan las situaciones teniendo a su disposición cualquier recurso y basándose, eso sí, en un argumento, un tiempo y un espacio concretos. El espectáculo está salpicado de pequeños números cerrados, que sirven de referencia a los actores. Este concepto, exige una alta concentración, buenos reflejos y una trabajada cartera de recursos.
Antonio y Manuel, los personajes de ‘Desgraciados’, han sido puestos en juego en diversos formatos teatrales con estas mismas condiciones. El microteatro fue su origen y después han hecho incursiones en eventos, galas y presentaciones. La aceptación y el cariño del público fueron la clave decisiva para que Teatro Atópico decidiera crearles un espectáculo a su medida. Durante una hora y diez minutos aproximadamente, se enfrentan a la que según uno de ellos es la noche del fin del mundo.
Antonio y Manuel son en la obra dos mendigos que comparten cartones, cerveza e interminables horas de discusión sobre los temas más transcendentales de la existencia. Hace tanto tiempo que viven juntos cobijados únicamente por un viejo muro de una ciudad cualquiera, que la única desgracia que podría acabar con ellos sería la separación. Todo lo demás son simplemente las cosas de la vida. Y ellos han aprendido a vivir la suya sin poner los ojos en el mañana.
Con el tiempo como única posesión, observan el mundo desde afuera, como meros espectadores de una sociedad que les rechaza. Nunca están de acuerdo en nada, sus jornadas se centran en profundas batallas dialécticas, se ladran constantemente mientras esperan nadie sabe qué… pero se necesitan, se apoyan incondicionalmente y no sabrían qué hacer con sus vidas el uno sin el otro.
Antonio terminó en la calle por no dar la talla, por ser bruto, impulsivo, derrochador y desafortunado en sus decisiones. Manuel por adelantarse a su tiempo, por ser demasiado observador, por ser un visionario incomprendido. Los años de calle les han curtido la piel y el carácter, pero también les han abierto las mentes y les han otorgado un particular punto de vista. Sin posesiones, sin esperanzas, sin futuro y cargados de sinsabores y desprecios, si les preguntas quienes son, ellos entre risitas cómplices, te dirán que solo son unos desgraciados.
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