Lola Mas Hernández y Miquel Simó Aznar
Galería del Palau
C / Palau, 10. Valencia
Hasta el 29 de abril
Esta exposición es un auténtico homenaje a la pintura en su estado original, esa a la que ya estamos poco acostumbrados de ver. La mítica Galería Palau presenta durante todo el mes de abril parte de la producción artística tanto de Lola Mas Hernández como de Miquel Simó Aznar. Presentan su obras de manera separada aunque relacionada, tal y como descubrimos tras unos minutos de estar en la galería. La aparente quietud de los paisajes de Lola se unen con fuerza a los, en ocasiones, indescifrables rostros de Miquel Simó. Caras y naturaleza, dos motivos a modo de excusas a través de los que recorreremos las paredes de la galería y que nos trasladarán a un ambiente expositivo diferente.
Lola Mas resume perfectamente en sus piezas la necesidad de naturaleza a través de sus paisajes, “en la ciudad solo podemos ver el hormigón”, explica. Dichos paisajes no se forman de la toma directa sino que poseen las particularidades propias de un proceso nada sencillo. Primero, a través del collage, la artista consigue extraer las formas geométricas básicas en las que normalmente no repararíamos. Como si quisiera desvencijar cada tramo, el pincel, acentúa las formas a raíz de la textura del óleo, creando un oleaje marcado que nos extrae del ensimismamiento del cuadro o la perspectiva del camino, aquella que nos delata observando unas nubes que se entremezclan con manchas amarillas de unos árboles otoñales. A Mas también le gusta experimentar con diversos tamaños y soportes, transparencias y veladuras surgen del cuadro para ser aprovechadas a favor de la pintura. Más allá se presentan sus ‘Retallables’, esculturas rellenadas, blancas, como si también hubiera extraído las formas geométricas de la pared donde ha colgado sus cuadros.
Miquel Simó, por su parte, nos ofrece diversas representaciones de la misma motivación. En este caso, la génesis de todo su trabajo parte de una serie de dibujos en las que retrató a su padre hace tiempo. Desde entonces, esos dibujos y el rostro de su padre, se han convertido en modelos de sus creaciones, casi sin importar la técnica. La incesante repetición del modelo no implica un aburrimiento, sino todo lo contrario, cada pieza es única y parece no volver a repetirse. Este efecto permite al espectador tomarse su tiempo en cada acuarela. Un rincón especial ocupan los ensamblajes donde el rostro del padre de Simó ya casi ha desaparecido, dejando paso a los patrones adquiridos por la técnica del artista. Tubos de cartón o de pvc cuestionan una composición, muy controlada, que alteran una y otra vez la mirada del asistente.
Es así que no tratan de embellecer ni de incrementar la belleza del momento. Ambos saben captar el instante, y cada uno a su manera, tras advertir pasar el tiempo, modelan aquello que perciben y sienten. El itinerario propuesto por los artistas sugiere esa quietud deseada por todos, pero conseguida por pocos.
María Ramis
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