Creus, de Teresa Herrera Corduente
Galería del Palau
C/ Palau 10, Valencia
Hasta el 27 de mayo de 2016
Las cruces son una de las formas más usadas en diferentes ámbitos de la vida cotidiana, por su simpleza y utilidad. De la observación de la naturaleza el ser humano copió la forma hasta la saciedad, creando grandes cruces, artificiales, incluso componiendo auténticos símbolos identificatorios. La cruz es la forma mínima de intersección. Teresa Herrera Corduente presenta con ‘Creus’ los avances de su investigación artística aunque siempre fiel a sus figuras geométricas, de escondidos significados, y sobre todo con la técnica implacable de experimentación con distintas arenas de todo el mundo.
A pesar de que la formación geométrica de la cruz se puede intuir a lo largo de toda la trayectoria artística de la artista, es ahora, en la Galería Palau, cuando ha decidido dedicarle varias series relacionadas entre si. En un primer lugar, a modo de retrospección, comienza la muestra con piezas donde presiden los tonos terrosos. Estas piezas son de producción anterior pero sirven para dar pie a la nueva producción que ocupa la mayor parte de la exposición. Conforme avanzamos los marrones van desapareciendo, sirviendo de apoyo a las grandes cruces que se componen de negros y grises, aunque esos tonos terrosos vuelven a aparecer con más potencia al terminar el recorrido. Se genera así un recorrido cíclico para nada casual. Algunas piezas están colocadas directamente sobre el suelo con la intención de generar esa sensación de verticalidad. Las cruces se construyen en este caso desde el punto más bajo de la vista del espectador con lo que se consigue que, a modo de “objetos totémicos”, tal y como las define acertadamente Inma Boscà, hacen que las obras contengan ese tono de sacralización intrínseco al significado de las cruces.
Su formación artística es autodidacta algo que no deja de sorprender si atendemos al perfecto acabado de todas sus piezas. Tanto las formas como la texturas están conseguidas a través de arenas de diferentes lugares del mundo. Pensar que parte de esas playas, montañas o desiertos han viajado por todo el mundo para acabar formando parte de una obra de arte es un añadido a la observación de las piezas. En esta ocasión, la artista ha conseguido el blanco de Cayo Blanco, Cuba, los brillantes grises de Katmandú, Nepal, el negro de Agua Amarga, Almería y el marrón rojizo del desierto del Namib, Namibia.
‘Creus’ es sencillez en la reflexión, algo que en el lenguaje artístico resulta a veces complicado de conseguir. A pesar de que se pueden llevar a cabo tantas lecturas como observadores, en las geometrías creadas por Corduente no vemos una intencionalidad preestablecida, sino que parece dejarse guiar por la línea marcada, esa que la misma gravilla le indica. Esa misma que hace que sus solemnes cruces continúen la línea desde lo más bajo para coincidir en lo más alto.
María Ramis
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