Bibliofilia. Exposición colectiva
Centro cultural Obrapropia
C / Puerto Rico, 40. Valencia
Hasta finales de mayo
Libros de gran formato, libros voladores, libros guardados en los baúles de nuestra vida, libros que buscan la libertad y se escapan de su cárcel de acero, libros que forman una Torre de Babel, libros que se transforman en etéreas páginas que vuelan al viento, libros convertidos en luz, en protesta, en objetos de culto, libros que colgamos en las paredes de nuestra existencia como cuadros o como mándalas con figuras concéntricas. Libros, a su vez, conviviendo con la fotografía, la música, la arquitectura o el cine. El libro, en suma, como universalizador de la cultura. Así es la exposición Bibliofilia que acoge el centro cultural Obrapropia, de la calle Puerto Rico de Russafa en Valencia. Y así la ve al menos el sociólogo Alberto Moncada, de quien hemos tomado prestadas algunas de sus palabras. Como han tomado prestado su libro Crónica de Miami Beach, los 26 artistas que intervienen en la exposición.
Una exposición, Bibliofilia, que Vicente Vercher, responsable de Obrapropia, resume como un compendio de piezas que vienen a “destacar el libro como fuente de herencia principal de inspiración y belleza, legado de la bondad del ser humano, de su espiritualidad y de la sabiduría universal”. Intervenir el libro, con el fin de transformarlo y dotarlo de nueva vida, ha sido el objetivo de los artistas que integran la muestra: Margarita Baixauli, Luis Beltrán, Victoria Cano, Vicente Dobón, Florencia Fergnani, Antonio Fernández, David Furió, Carmen García, Carmen Grau, Carmen Ibarra, Regina Quesada, Clara Palomar, Lluis Pérez, Mª Luisa Pérez, Cristina Peris, Sofía Porcar, Mª José Ramis, Guillen Renau, Mari Carmen Ruiz, Amparo Santamarina, Ana Roussel, Yolanda Tavera, Sergio Terrones, Amparo Tórtola, Karina Vagradova, y Amparo Wieden.
De manera que el libro, despojado de su función ordinaria como vehículo transmisor de apasionantes y apasionadas lecturas, se transforma en objeto artístico. Las páginas se sueltan, se liberan, al igual que el volumen mismo que las acoge, para transmitir mensajes y sensaciones que nada tienen que ver ya con su lectura, y sí mucho más con la propia visión del objeto desnaturalizado. El contenido deja paso al continente, para convertirse éste a su vez en contenido de nuevas lecturas a través de una mirada más plástica.
Y ahí es donde el libro se despoja de ataduras para mostrarnos su cara amable ligada a su otro rostro menos afable. De forma que al igual que el protagonista de La naranja mecánica, el polémico libro de Anthony Burguess, que luego dio pie a la película de Stanley Kubrick, escuchaba la Novena de Beethoven para dar rienda suelta a su violencia, el libro como objeto artístico de Bibliofilia también segrega en ocasiones el caos al que convocan sus heridas páginas, sus volúmenes con las tripas abiertas. Porque el libro, al igual que el debate abierto por la citada película, no guarda relación unívoca con la sabiduría y lo bello, sino también con la sordidez del mundo y las bajas pasiones que a veces nos atormentan. Bien haríamos en tomarnos al pie de la letra lo que Bibliofilia nos muestra, para confrontar el lado amable de tanta lectura con sus reflejos sombríos.
Salva Torres
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