Aguas de venganza, de Miguel Pajares
Editorial Alrevés
“Lo peor viene cuando estás en España y ves que esto, de paraíso, no tiene nada (…) los que han venido estos últimos años y lo único que pueden hacer es recoger chatarra o cosas parecidas, llegan incluso a perder la razón”. Son las palabras de uno de los personajes de ‘Aguas de venganza’ (Editorial Alrevés), la última novela de Miguel Pajares presentada recientemente en Valencia, que pone sobre el tapete los crímenes cometidos por las fuerzas de seguridad contra refugiados e inmigrantes en la frontera sur. Una novela negra más oscura que la media inspirada en tres hechos reales que se sirve de una atractiva intriga para atrapar al lector.
En un chalé abandonado en la zona de Cerdallola aparecen los cadáveres de un marroquí y su hijo de corta edad que han sido sometidos a una cruel tortura. A partir de ahí arranca la historia protagonizada por el inspector Samuel Montcada en la que destacan los escalofriantes testimonios de tres subsaharianos y que da un sorprendente giro final. Pajares es antropólogo social y presidente de la Comisión Catalana de Ayuda al Refugiado y autor de varios libros de ensayo y otras dos novelas: Cautivas sobre el tráfico de mujeres y La luz del estallido sobre el racismo extremo.
Es evidente que para usted la literatura es un arma de cambio.
La ventaja de la novela es que el lector se pone en la piel de unos personajes concretos y vive con ellos durante varios días, de modo que puede empatizar más y comprender mejor sus padecimientos que cuando simplemente oye una noticia o la ve por televisión. Los inmigrantes y refugiados que aparecen en Aguas de venganza no son diferentes de esos que se ven en las noticias, pero los lectores saben mucho más sobre ellos y por eso los percibirán como seres humanos cercanos.
Uno de sus personajes dice que sin vallas ni muros los flujos migratorios funcionarían mejor. ¿Comparte esa opinión?
Sí, creo que los muros son tan altos para impedir la entrada como para impedir la salida. Cuando la entrada ha costado enormes sacrificios, como ocurre con los africanos que lo han hecho cruzando el desierto, saltando las vallas y jugándose la vida en el Mediterráneo, una vez dentro, por muy mal que lo pasen aquí, no se volverán a su país. En cambio, cuando la entrada es más fácil, como ocurre con los latinoamericanos o personas del Este de Europa, si aquí pierden el empleo y lo pasan mal, muchos se vuelven a su país. Así ha ocurrido durante estos años de la crisis.
Marruecos es un elemento decisivo de su historia. ¿Cómo ve su papel como tope y puerta de entrada?
Marruecos hace para España y para la Unión Europea un papel de policía de frontera que está pagado con fondos europeos. La policía marroquí hace una tremenda labor represiva contra los inmigrantes y refugiados que tratan de llegar a nuestra frontera, y eso es mucho más eficaz que las vallas para lograr que no lleguen a territorio español o europeo. Los acuerdos de control de fronteras entre España y la UE con Marruecos hace muchos años que están vigentes y han inspirado otros acuerdos más recientes, como el de la UE con Turquía.
¿Qué efectos cree que tendrá la elección de Trump y el ‘brexit’ en los movimientos humanos?
Es difícil de saber, pero no creo que vayan a disminuir. La gente está huyendo de muchos países para salvar la vida, y eso es algo que seguirán haciendo sea cual sea la política de los gobiernos. Si ponen más barreras, lo que cambiará será que el negocio para las mafias será mayor, que los recorridos serán más peligrosos y que crecerá el número de muertos.
¿Cómo contempla el futuro de África?
África es un país con enormes recursos humanos y materiales, pero ha sido expoliado en los dos últimos siglos. Y lo sigue siendo. A mí me gusta mencionar dos datos recientes: según Health Poverty Action, el balance total para África es de una pérdida anual de 192.000 millones de dólares que van a los países occidentales, y la facturación fraudulenta que hacen las grandes multinacionales, le suponen a ese continente una pérdida de 35.000 millones al año. Pero, además, África es el continente más castigado por el cambio climático, lo que supone desertización y pérdida de cosechas.
¿Cómo afectará ese fenómeno al conjunto del planeta?
No soy muy optimista. En la cumbre de París sobre el cambio climático, y en la que acaba de realizarse en Marrakech, se han planteado medidas más avanzadas que las de años anteriores, pero siguen siendo muy insuficientes. En realidad, para detener el cambio climático hay que dejar de extraer combustibles fósiles del suelo lo antes posible: ni carbón, ni petróleo, ni gas. No basta con sustituir el carbón por el gas, lo que hay que hacer es sustituirlos todos por energías renovables, y en muy pocos años; pero ello implica enfrentarse a los intereses de las grandes corporaciones energéticas, y eso es algo que los gobiernos no están haciendo. Además, con un negacionista del cambio climático como Trump en la Casa Blanca, me temo que las cosas irán a peor. Si el calentamiento global continúa, las migraciones de refugiados medioambientales serán masivas en las próximas décadas.
Bel Carrasco
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